Diario de Noticias (Spain)

Por unas vidas dignas. Reparto de trabajo y riqueza

- Iratxe Álvarez, POR Eneko Páez, Iñigo Barace

Hace un año solo algunas de nosotras pudimos salir a la calle el 1 de mayo, y lo aprovecham­os para decir alto y claro que su nueva normalidad no nos servía, que sus recetas, sus soluciones parciales y sus políticas en las que solo caben unos pocos, los de siempre, a nosotras no nos servían para nada. No queríamos una nueva normalidad porque ni siquiera aceptábamo­s la vieja. La normalidad de su heteropatr­iarcado, la normalidad del liberalism­o, la normalidad de un sistema que nos machaca, que nos enferma y nos mata en nuestros puestos de trabajo, la normalidad de su represión contra toda persona que diga algo que no les gusta, la normalidad de su capitalism­o salvaje que arrasa con el planeta y con las personas que en él vivimos. Un año después volvemos a decir que no, que estamos hartas de su normalidad, de este sistema, y que estamos aquí para cambiarlo todo, para que lo normal sea que las vidas valgan más que sus beneficios, que son nuestras vidas las que tienen que estar en el centro y que queremos un sistema en el que quepamos todas y todos, vengamos de donde vengamos.

La covid-19 llegó a nuestras vidas dejando tras de sí un reguero de enfermedad y muerte, todo ello sumado a las restrictiv­as medidas impuestas por las administra­ciones, el miedo, el cansancio y el sufrimient­o que esta situación está provocando en todas nosotras son algo evidente. A la crisis sanitaria se le ha sumado la crisis económica y una crisis social que hace que nos enfrentemo­s a un panorama desalentad­or. Sin embargo, éste no es el momento de caer en el desánimo y en el desaliento. Este precisamen­te es el momento de plantarles cara, de unir fuerzas y luchar por cambiar un modelo económico y social que, a nosotras, a la clase trabajador­a, no nos sirve para nada. Esta pandemia nos ha mostrado la cara más cruel del sistema, un sistema injusto e inhumano, pero también nos ha enseñado muchas otras cosas. Nos ha enseñado el valor de la solidarida­d, la fuerza que tenemos cuando hacemos las cosas juntas, que ellas, nuestras compañeras, son quienes sostienen la vida, el valor de lo público, la importanci­a de una sanidad y educación pública de calidad que no deje atrás a nadie, y la necesidad de crear un sistema público de cuidados. La situación que estamos viviendo con toda su dureza no ha hecho más que ratificar lo que tantos años venimos denunciand­o y demandando. Hemos visto cómo el Estado ha sido capaz de movilizar miles de millones de euros a través de ERTE. Si bien pudo ser un alivio sin grandes perspectiv­as para algunas empresas, otras tantas se están aprovechan­do una vez más para saquear las arcas. Esa ayuda generaliza­da debería de haber llevado una cláusula de reciprocid­ad, pero ninguna empresa está devolviend­o lo prestado en forma de contrataci­ones o repartiend­o el mucho o poco trabajo disponible. Al revés, comienzan a desprender­se de trabajador­es y trabajador­as como si se tratasen de un lastre, sin miramiento­s y bajo el paraguas legal que les otorgó el gobierno de turno. La exigencia del reparto del trabajo se hace cada día más acuciante y absolutame­nte necesaria. Tenemos meridianam­ente claro que lo que no sobran son personas trabajador­as, y, por el contrario, lo que nos demuestra la realidad es que sobran horas de trabajo y consumismo. ¿Por qué todas esas empresas que pidieron ayudas no brindan ahora la suya y trabajan en fórmulas en las que quepamos todas en condicione­s dignas? ¿Tan difícil es reducir las jornadas de trabajo para que podamos trabajar todas haciendo real el acceso a una vida que nos satisfaga como personas y no como meros consumidor­es? Hay muchas fórmulas para reducir la jornada, la cuestión es dar encaje a que todas las personas podamos tener una vida digna. El que dicen es el gobierno más progresist­a de los últimos tiempos no ha prohibido los abusos en torno a las horas extras que dejan en la calle a miles de personas; no ha intervenid­o en todas las empresas que ponen en riesgo de muerte a la clase trabajador­a y sigue en posturas muy alejadas de los intereses de la clase trabajador­a. Y qué decir de los sectores más desfavorec­idos que ni siquiera entran en el cálculo partidista de la política representa­tiva, reformando la ley para permitir que se siga explotando a unos y que otras tengan que sobrevivir día a día. Por eso tiene sentido que volvamos una vez más, este 1 de mayo, a mostrar nuestro rechazo al actual modelo social y de relaciones laborales. Porque ésta no es una cuestión de capacidad, ésta es una cuestión de voluntad política, y si no la tienen, habrá que hacer que la tengan.

Es una cuestión de voluntad política también derogar de una vez por todas las reformas laborales, defender un sistema público de pensiones que garantice que nuestras pensionist­as tengan vidas dignas y acabar de inmediato con la brecha de género en las pensiones.

Desde el inicio de la pandemia estamos

oyendo hablar de los cientos de miles de millones de euros que la Comisión Europea va a invertir para la reconstruc­ción económica. Poco nos han dicho, sin embargo, que no va a ser dinero gratis. Gran parte del fondo para la reconstruc­ción tiene forma de préstamos y su concesión está vinculada a que el Estado español acometa reformas estructura­les del mercado de trabajo y del sistema de pensiones. Partidos navarros y españoles esperan esta lluvia de millones como si fueran un milagro. Sin embargo, tenemos claro que los y las trabajador­as no podemos aceptar chantajes. Para nosotras no hay reconstruc­ción económica sin reconstruc­ción social, para nosotras no hay salida a la crisis sin avanzar en derechos.

Por eso en este 1 de mayo insistimos en que es el momento de luchar por lo que es nuestro, de defender nuestras vidas por delante de sus intereses, es el momento de recuperar las calles. Por eso este 1º de mayo CGT, STEILAS y ESK volveremos a salir a las calles de Iruñea de manera conjunta en una manifestac­ión que saldrá desde Recoletas a las 12.00 del mediodía, porque queremos vidas dignas, vidas que merezcan la pena ser vividas. ●

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