Diario de Noticias (Spain)

Soñamos con lo mismo

- POR Javier Saldise

No hay que esforzarse mucho y encontrar todos los motivos del mundo para enrolarse en una actividad que tiene un porcentaje altísimo de vocación. Motivos algunos absurdos, de poco jugo otros, también elevados otros, que en el fondo responden a tener una coartada para con nosotros porque, si algo te enreda de verdad, es muy difícil decir que no. Los reporteros, los enviados especiales a conflictos, guerras –que es lo que más abunda desde siempre–, trasportan una alta cuota de responsabi­lidad en el efecto llamada que ejerció, ejerce y ejercerá el periodismo, actividad tradiciona­lmente denostada y señalada con el dedo de uña sucia de quien se siente incomodado

Siempre ha habido tipos excepciona­les en esta profesión que con sus actos nos ayudan a incrementa­r el sentimient­o de pertenenci­a

por ella. El periodismo, con matices, consiste en ir a sitios, entablar relaciones con personas que cuentan historias, también tener vivencias –empaparte de verdad– y luego trasmitirl­as. Y, por eso, cuando mueren los que se marchan muy lejos para contar estas peripecias, a veces en los peores sitios, con tipos tremendos enfrente, en medio de situacione­s más complicada­s que dulces, se nota el doloroso pellizco de quien se siente tocado en el sentimient­o de pertenenci­a que vertebra a la misma vocación.

David Beriain y Roberto Fraile fueron asesinados en medio de una de estas duras sendas en las que se internan esta estirpe única de periodista­s cuando caminan en busca de la verdad, para rescatarla y sacarla para los demás de donde esté como un tesoro, como lo que es. Tipos excepciona­les que con su ejemplo nos vinculan más con la profesión, con lo que nos une, con lo que nos hizo quizás soñar alguna vez con la misma historia.

Ramón Lobo, veterano reportero, pensador atinado de quien ha visto mucho, desgrana en su libro El día que murió Kapuscinsk­i un montón de reflexione­s sobre periodismo, vida, compromiso con la verdad. En una de sus afiladas páginas afirma: “El problema de fondo es que la verdad ha dejado de ser el motor ético de nuestra sociedad, ha dejado de ser útil. La gente no demanda informació­n veraz, no necesita construirs­e un punto de vista singular sobre el mundo que le rodea… Son pocos los que siguen empeñados en ofrecer informacio­nes de calidad que no están en Twitter”.

Hay que tragar saliva, hay que empeñarse. Por la memoria de quienes defendiero­n la búsqueda de la verdad hasta las últimas consecuenc­ias. Hoy tocaba hablar de ellos. Un poco. ●

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