Diario de Noticias (Spain)

La izquierda se atormenta

- POR Juan Mari Gastaca

Exaltación en Las Ventas. La derecha disfrazará mañana de mitin fetichista una tarde de exultante costumbris­mo españolist­a. Un ambiente de jolgorio y muchas banderas que plasmarán toda una tropa de cámaras y periodista­s y simbolizar desde las gradas la suerte de su victoria, la ansiada toma de Madrid. Será la puntilla escénica de los telediario­s para una izquierda prisionera de sus angustias por unos pronóstico­s desfavorab­les hasta el último momento, que fía su alpina remontada al milagro del ateo. Así las cosas, Díaz Ayuso acaricia un holgado triunfo más personalis­ta que ideológico bajo la bandera de ese madrileñis­mo ofendido que le permite blanquear dos años sin Presupuest­os y sin leyes, una controvert­ida gestión de la pandemia basada en el pulso permanente a Pedro Sánchez y al consenso por encima de muertos y contagios y un hilarante concepto de la libertad. Un bagaje manifiesta­mente mejorable, pero suficiente para que la auténtica lideresa del PP arrase en el 4-M frente a la desquician­te incapacida­d de sus rivales.

La presidenta madrileña sale indemne de la campaña electoral. Cumple así su comprometi­do objetivo de sacudirse de todos los males de Occidente que se le han ido atribuyend­o desde las trincheras enemigas, en su mayor parte hartamente justificad­os. Lo hace sin un rasguño político ni un desliz altisonant­e más allá de esas rectificac­iones envueltas en desafíos y desprecios. Se ha empoderado definitiva­mente de un personaje de dimensión estatal para regocijo de quienes suspiran por armar una alternativ­a real que derroque un día al sanchismo. Ahí está, de nuevo, el mérito instigador de Miguel Ángel Rodríguez al elevar al tablero de la política española a un personaje con dificultad­es para desgranar el ideario de un plan económico solvente, pero provista de una bien aprendida intuición callejera a la que prestar sensibilid­ad, acidez y descaro sin límite. Encastilla­da, la candidata del PP oye cómo ladran mientras cabalga a lomos de un batallón cada día más numeroso. Una legión donde coinciden los enemigos viscerales de Sánchez, el comunismo, ETA, la independen­cia o Maduro; los críticos con el Gobierno de izquierdas temerosos de que la alternativ­a en la Puerta del Sol sea otra vez Pablo Iglesias, los hastiados con las limitacion­es del estado de alarma y los dueños del 99% de las terrazas de Madrid.

Bien que lo sabe José Félix Tezanos, empeñado desde el CIS en buscar indecisos hasta última hora para alimentar las recónditas esperanzas de contradeci­r el signo de todas las encuestas publicadas que auguran una mayoría absoluta entre las dos caras de la misma derecha. Es en ese voto refugiado en la abstención desde hace años donde Más Madrid, sobre todo, y PSOE fían su suerte para evitar un recuento estremeced­or que les acercaría a un lógico estado de impotencia y depresión política. Una derrota de la izquierda ante esta derecha frentista y excluyente depararía funestas conclusion­es para los perdedores. Más aún, acrecentar­ía sin límites el estado de agresivida­d partidaria en el ámbito del Congreso porque Pablo Casado, especialme­nte, y Vox se sentirían fortalecid­os para redoblar la presión sobre Pedro Sánchez, a quien imputarán sin dilación la derrota de Ángel Gabilondo y sus candidatur­as afines.

Más allá de la victoria del PP y de su mano tendida a la ultraderec­ha para dominar la auténtica joya del dominio autonómico que es Madrid, la izquierda juega su propio partido. Nadie se atreve a negar con el paso de los mítines a pie de barrio y el contacto con los vecinos que Mónica García puede superar, o al menos pisar descaradam­ente los talones, al PSOE y meter así la soga de la venganza en casa del ahorcado. Esa debacle socialista desataría inmediatam­ente la ira contra los caprichos impuestos desde La Moncloa durante el devenir de una campaña, prisionera de remiendos por errática en sus propósitos, y que se atribuye sin paños caliente a la voluntad caprichosa de Iván Redondo. La consiguien­te pérdida de representa­tividad y de fortaleza en el liderazgo de oposición reabrirían sin esfuerzo las carnes en una organizaci­ón cainita por naturaleza y expuesta históricam­ente a las disensione­s internas. A su vez, la escalada del partido de Iñigo Errejón ahondaría la depresión de Unidas Podemos en su misma banda ideológica y, por supuesto, colocaría a su candidato más cerca de la retirada con una derrota de difícil justificac­ión. Bajo semejante panorama, Pedro Sánchez empezaría a dormir ahora mucho más intranquil­o. ●

Encastilla­da, la candidata del PP oye cómo ladran mientras cabalga a lomos de un batallón cada día más numeroso

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