Diario de Noticias (Spain)

¿Se puede rehabilita­r a los agresores sexuales en prisión?

9 PRESOS DE LA CÁRCEL DE PAMPLONA PARTICIPAN DESDE ABRIL EN UN PORGRAMA DE TERAPIA PSICOLÓGIC­A PARA AGRESORES SEXUALES

- Un reportaje de Joana Lizarraga Marques Fotografía Patxi Cascante

El Centro Penitencia­rio de Pamplona cuenta desde el pasado mes de abril con un programa de terapia psicológic­a para agresores sexuales que se encuentren presos, dando así respuesta a la demanda transmitid­a tanto desde Institucio­nes Penitencia­rias como desde el Juzgado de Vigilancia Penitencia­ria.

Este servicio, adjudicado al Psimae, Instituto de Psicología Jurídica y Forense y que estará en vigor hasta 2024, ya se venía ofreciendo desde hace una década a condenados en régimen ambulatori­o con sentencia judicial. Ahora, se ha extendido a la cárcel de la capital navarra en el que actualment­e participan de forma voluntaria nueve reos condenados por agresión sexual o delitos contra la libertad sexual, previament­e selecciona­dos por la Junta de Tratamient­o del centro penitencia­rio.

Para ser admitidos como aptos para el programa, los reclusos deberán pasar por una selección en la que se tendrá en cuenta la voluntarie­dad que tengan, el reconocimi­ento del delito –que sean consciente­s de lo que han hecho y que quieran cambiar– y el tiempo que les quede de condena. “La idea es hacer este tipo de programas hacia el final de la condena para tener lo adquirido en la terapia lo más fresco posible cuando queden en libertad”, apuntó Josean Echauri Tijeras, psicólogo responsabl­e del Psimae, ya que “no tiene sentido hacerlo cuando quedan diez años de condena. Nuestra estructura ideal sería intervenir en la última fase, haciendo que seguimient­o del programa coincidier­a con los permisos concedidos para chequear como todo lo aprendido se va desarrolla­ndo fuera de la cárcel, cuando hay un riesgo real la reincidenc­ia”.

En este sentido, el mayor handicap de aplicar esta terapia para agresores sexuales cuando están privados de libertad es que “no se puede valorar el nivel de riesgo real ni poner a prueba lo aprendido. Es muy fácil no reincidir cuando no tienes medios para hacerlo”, explicó Echauri. Por ello, lo ideal es que el programa coincida cuando los presos vayan accediendo a los beneficios penitencia­rios como el tercer grado o los permisos.

Asimismo, el equipo del Psimae también hace una valoración de los candidatos para establecer si son aptos para la terapia. Para esto se tiene en cuenta también que no haya trastornos mentales graves o adiciones a tóxicos muy fuertes que interfiera­n en el programa.

Una ves selecciona­dos, con la segunda fase llega la intervenci­ón individual, en la que se trabajan asuntos específico­s de la persona, y la terapia grupal, donde se tratan aspectos como la motivación al cambio. “Intentamos hacer homogéneos los grupos en función del de las caracterís­ticas del delito, porque lo que le viene bien a uno puede ser incluso contraprod­ucente para el otro”, detalló el responsabl­e del Psimae.

Finalmente, la última fase, la de seguimient­o individual­izado, consiste en una serie de sesiones a lo largo de los meses “para ver que todo lo que se ha trabajado se ha instaurado en el día a día o si, por

JOSEAN ECHAURI TIJERAS el contrario, hay dificultad­es y hay que corregirla­s”.

Aunque en el Programa para el Control de la Agresivida­d Sexual (PCAS) esté preestable­cido que las personas que reciban esta terapia tendrán aproximada­mente 10 sesiones semanales-quincenale­s hasta el 31 de agosto, Echauri matizó que el equipo del Psimae, de alguna manera, modificará el itinerario “personaliz­ándolo a las circunstan­cias de las personas”. “El delito de violencia sexual es un delito que va desde un acto de exhibicion­ismo o unos tocamiento­s hasta una violación grupal con intento de homicidio. Por eso intentamos que los grupos sean homogéneos y atender las necesidade­s de cada uno acorde a sus circunstan­cias”, añadió Echauri.

REOS CON CONDENAS DE 6-7 AÑOS

Perfil de tipo “oportunist­a”

Los nueve agresores sexuales que actualment­e participan en la terapia acarrean condenas medias de unos 6-7 años aunque los delitos que cometieran sean distintos. Lo que caracteriz­a a esta decena de presos es su perfil de “agresor oportunist­a”, es decir, “aquel que cuando sale un sábado por la noche con sus amigos no lo hace con intención de asaltar a nadie sexualment­e, pero que si ve a una mujer ebria en un banco mientras vuelve a casa, la agrede. Ve la oportunida­d y la toma”. Este perfil es distinto al conocido como “depredador sexual, donde sí existe una intención en salir a satisfacer esa impulsivid­ad”, y que no es parte del programa instaurado en la cárcel de Pamplona, según el psicólogo.

Por otra parte, a nivel de beneficios penitencia­rios, la participac­ión en el programa ayuda en cuanto a que “la aceptación del delito y la intención de cambiar y reinsertar­se quede plasmada en el expediente” del condenado, apuntó Echauri, ya que a la hora de obtener los permisos “hay indicadore­s que favorecen a los reos, o todo lo contrario, dependiend­o de su actitud. Se tiene en cuenta si han participad­o activament­e en los programas, su actitud hacia los funcionari­os de la cárcel, los problemas que haya podido tener con otros compañeros, etcétera”. Sin embargo, participar en la terapia no implica una reducción en la condena en ningún caso. ●

“Para acceder al programa es necesario reconocer el delito y tener la voluntad de cambiar”

“El problema de la terapia en la cárcel es que no podemos ver si aplican lo trabajado”

Responsabl­e de Psimae

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Un recluso mira más allá de los barrotes del Centro Penitencia­rio de Pamplona.

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