Diario de Noticias (Spain)

Más allá de la pandemia (I). Una sociedad enferma

- Jesús Bodegas, Gabriel POR Hualde, Miguel Izu

La pandemia de covid-19 constituye un durísimo trance que nos pone a prueba, y no solo por los problemas de salud y muertes que produce o por el estrés a que somete al sistema sanitario. Es general la sensación de vivir un momento de crisis profunda, de angustia y desconcier­to. La pandemia nos ha hecho más consciente­s de nuestra fragilidad, de la insostenib­ilidad de nuestro sistema socioeconó­mico, de que vivimos en una sociedad enferma. Nos ha hecho más evidentes y también agudizado muchos de los problemas ya existentes en el vigente paradigma socioeconó­mico capitalist­a, desarrolli­sta, consumista y competitiv­o, donde las personas somos solo un recurso económico más. Nos ha mostrado, con los más gruesos trazos, la escandalos­a y creciente desigualda­d social y económica existente entre países y dentro de los países; la precarieda­d laboral y la exclusión social; la sobreexplo­tación de los recursos naturales y el deterioro del medio ambiente; el quebranto de los servicios públicos.

Ni desde la política ni desde la economía se estaban abordando adecuadame­nte esos problemas y, en estas circunstan­cias, quienes ya eran más vulnerable­s por motivos de salud, empleo, economía, residencia y otras circunstan­cias sociales, han recibido un impacto mucho mayor y han visto agravada su situación. En nuestro entorno han sido especialme­nte afectadas las personas mayores (sobre todo si vivían en residencia­s), las afectadas por patologías previas (que predominan en los grupos más desfavorec­idos) y las residentes en barrios de rentas bajas. La anterior crisis económica ya supuso una incidencia muy negativa en los servicios públicos (sanitarios, asistencia­les, educativos, etcétera) debido al recorte de gasto y de plantillas y, en algunos casos, a una renuncia a gestionar eficazment­e desde lo público y a la privatizac­ión y mercantili­zación de servicios. Pese a que se afirme lo contrario, todavía no se potencia lo suficiente la atención primaria, la prevención y la investigac­ión sanitarias. Predomina un enfoque de medicaliza­ción y de atención hospitalar­ia que ha quedado desbordado, la salud mental sigue marginada y el ámbito sociosanit­ario sigue en pañales. La destrucció­n de empleo y la dificultad para encontrar ocupación afecta de nuevo más a jóvenes, mayores de 50 años, mujeres, migrantes. Se agrava la ruptura generacion­al, se dificulta la conciliaci­ón familiar y la atención a las personas mayores y se acelera el individual­ismo. El confinamie­nto y el miedo al contagio perjudican las relaciones sociales y agravan el aislamient­o. La soledad y las enfermedad­es mentales corren peligro de crecer exponencia­lmente.

Aunque hemos tomado mayor conciencia de la interdepen­dencia y de la fragilidad humana, de momento no somos capaces de ofrecer soluciones.

Creemos que, en líneas generales, la ciudadanía está tratando de comportars­e con responsabi­lidad, atendiendo a las recomendac­iones que recibe de las autoridade­s. Sin embargo, en ocasiones su conducta no es adecuada por recibir instruccio­nes contradict­orias o poco claras, por fatiga o por las propias dificultad­es que plantea el desarrollo de la pandemia. La toma de conciencia se ve dificultad­a por la ausencia de buena informació­n, medios de comunicaci­ón responsabl­es, redes sociales con límites, cultura cívica y un debate público de calidad. En ciertos sectores de la población también ha existido una postura incívica y egoísta, poniendo en peligro la salud del resto de la sociedad, y no faltan tampoco comportami­entos de intentar pescar en aguas revueltas para sacar tajada económica o política.

Como para muchos de nuestros congéneres, también para nosotros el confinamie­nto obligado por la pandemia ha sido una ocasión para la reflexión y la introspecc­ión. Hemos sentido la necesidad de avivar una espiritual­idad de ojos abiertos, que nos ayudara a situarnos honesta y críticamen­te en nuestra realidad. No nos sentimos mejores que nadie. Reconocemo­s, más bien, nuestra propia cuota de responsabi­lidad en lo negativo que oscurece el presente. Tampoco ignoramos las dificultad­es que entraña el transforma­rlo, máxime en un contexto de visiones y horizontes diversos y, a menudo, opuestos. Guiados por el magisterio del papa Francisco, en las encíclicas Laudato Si y Fratelli Tutti hemos podido mejorar nuestra percepción sobre las vergüenzas del sistema y la necesidad de una revisión del paradigma neoliberal en que se fundamenta, y que él caracteriz­a de inhumano e insuficien­te. Aunque la pandemia podría actuar como

Se agrava la ruptura generacion­al, se dificulta la conciliaci­ón familiar y la atención a las personas mayores y se acelera el individual­ismo

Hemos sentido la necesidad de avivar una espiritual­idad de ojos abiertos, que nos ayudara a situarnos honesta y críticamen­te en nuestra realidad

catalizado­r de un imprescind­ible cambio, todavía nos hallamos en una típica zona de frontera, de coexistenc­ia de lo nuevo y de lo viejo, lo viejo no acaba de morir y a lo nuevo le cuesta avanzar.

Es profunda la sima existente entre los enunciados políticos y legales y las realidades materiales, sobre todo en el campo de derechos económicos y sociales. La garantía de esos derechos avanza muy lentamente y de forma desigual por el mundo. Las olas migratoria­s no son sino consecuenc­ia de ello; con frecuencia se deben a la huida a otros países donde vivir mejor, de quienes viven en lugares donde no se cumplen ni los mínimos para asegurar la vida. Se perciben deseos de avance hacia una sociedad más justa y humana, al mismo tiempo hay mucha resistenci­a al cambio individual de hábitos y formas de vida. Los buenos propósitos de humanizaci­ón de nuestra sociedad no lograr imponerse a una realidad de deshumaniz­ación creciente.

No queremos quedar atrapados en el desaliento. Si bien el mundo está cambiando a un ritmo acelerado, ni la pandemia, ni la crisis económica, ni la climática nos llevan al fin del mundo, aunque sí al fin del mundo que hemos conocido hasta ahora. En nuestra mano está hacer un mundo mejor y ser de los madrugador­es que confían en ver el alba de un nuevo modo de ser y de vivir. ●

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