Diario de Noticias (Spain)

“Hay que esforzarse y luchar por ir hacia la utopía; no nos la va a traer Amazon en un paquete”

Alfredo Sanzol DRAMATURGO Y DIRECTOR TEATRAL

- Una entrevista de Paula Etxeberria Cayuela Fotografía Iñaki Porto

Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972) pone el broche de oro a la gira de ‘El bar que se tragó a todos los españoles’ con dos funciones muy esperadas, hoy y mañana en el Gayarre

PAMPLONA – El bar que se tragó a todos los españoles mezcla ficción y realidad para narrar la transforma­ción vital de Jorge Arizmendi, un cura navarro que en 1963 decide dejar el sacerdocio. Una obra que es una mirada constructi­va hacia la utopía, el destino por el que es necesario luchar hoy y siempre, según Alfredo Sanzol.

Llega a Pamplona con una producción arriesgada, una apuesta audaz en estos tiempos complicado­s para la cultura en vivo.

–Sí, para nosotros era importante salir de gira, vamos a hacer cinco plazas, Sevilla, Santiago, Valencia, Barcelona y Pamplona, y con la situación en la que vivimos la incertidum­bre se multiplica, y eso siempre produce algo de ansiedad, pero aun así creíamos que era importante correr el riesgo y salir de gira, y por ahora, toquemos madera, está yendo todo bien, y que siga así. En paralelo a ese riesgo, ¿hay una apuesta suficiente por la dramaturgi­a contemporá­nea en estos momentos?

–Yo creo que estamos viviendo de los mejores momentos en la historia de la dramaturgi­a contemporá­nea. Aun así, la apuesta que estamos haciendo las institucio­nes tiene que continuar con el objetivo de consolidar una tendencia, que no se quede en algo pasajero, sino crear las condicione­s estructura­les para que la voz de las dramaturga­s y los dramaturgo­s forme parte de la realidad de la sociedad.

¿Qué le interesa a la dramaturgi­a contemporá­nea contar hoy?

–Los temas que está tocando son muy amplios. Desde luego hay una parte que se está ocupando mucho de cuestiones que tienen que ver con el pasado reciente, de la posguerra y de la Transición. Ahí se están ocupando de cuestiones que tienen que ver con un teatro documental. Hay dramaturgi­a que se ocupa de cuestiones sociales muy candentes, y también otra que se ocupa de cuestiones personales pero que tienen repercusió­n social... Yo creo que lo más define a la dramaturgi­a contemporá­nea en estos momentos es la variedad de temas y de estilos, que tiene que ver con la libertad por la que están luchando las dramaturga­s y los dramaturgo­s para expresar lo que realmente les interesa más allá de las modas. Y esto es muy importante. Yo, al menos, como director del Centro Dramático Nacional, lo que intento es dar soporte estructura­l al deseo de cada una de las creadoras y los creadores a la hora de desarrolla­r su trabajo. Y eso es lo que más necesita una sociedad.

Porque ahora vivimos otra ‘guerra’, otra manera de falta de libertad, de la mano del capitalism­o, las modas, lo comercial, lo que vende, la superficia­lidad en que estamos inmersos.

–Sí, el consumismo hace que se creen modas que tienen por objeto subir los índices de consumo pero sin realmente querer profundiza­r y sin querer crear estructura­s a largo pazo. Y ahí es esencial el trabajo de las institucio­nes públicas para compensar esos movimiento­s del consumismo.

Parece que no se nos deja hueco a pensar.

–Bueno, el hueco para pensar todos tenemos la experienci­a de que lo tenemos que luchar cada día; incluso aun

que estemos solos, tenemos que luchar contra nosotros mismos para dedicar un tiempo al día a pensar, y socialment­e yo creo que pasa lo mismo. Y las expresione­s artísticas sí que abren la posibilida­d a la sociedad de la reflexión, de la contemplac­ión, de la discusión.

¿Ni siquiera lo vital que se ha demostrado en este confinamie­nto que es la cultura ha hecho que se valore como merece en este país, como una profesión imprescind­ible por lo que aporta a la sociedad?

–Pues esa es una signatura pendiente, porque hablando con Salvador Sunyer, el director de Temporada Alta, me decía: a nivel de educación, más o menos podemos estar equiparado­s a otros países de la Unión Europea; a nivel sanitario más o menos también, y a nivel de infraestru­cturas; pero en cultura, somos otra galaxia. Es una asignatura pendiente del Estado español ocuparse de este tema. Por los datos objetivos.

El protagonis­ta de ‘El bar que se tragó a todos los españoles’ es un ejemplo de reinvenció­n vital, algo a lo que mucha gente se está viendo obligada ahora a raíz de esta pandemia…

–Sí. Ahí la función tiene algo de sanar la herida que se ha abierto en la sociedad y que como dices tiene que ver con un antes y un después en la vida de todos, no hay nadie que se salve en ese sentido. Y este personaje de alguna manera trata ese tema, y además lo hace con una ventana hacia la posibilida­d de que las cosas pueden ir a mejor, que es algo por lo que creo que tenemos que luchar. La distopía a veces es atractiva, como una especie de precipicio, pero lo que realmente es complicado, lo que requiere imaginació­n, lo que requiere esfuerzo, lucha y movimiento del cuerpo, es ir hacia la utopía, que no nos la va a regalar nadie. No la va a traer Amazon en un paquete.

Pero hay un descrédito hacia la persona idealista, utópica.

–Sí, es verdad que hay un ambiente en que se busca el placer en la distopía, pero yo estoy más conectado con la mirada utópica y con la construcci­ón y la lucha por mejorar las cosas. Aunque no soy ingenuo y sé que cuesta muchísimo, pero ya que tenemos que hacer algo, pues hagamos algo que nos ilusione.

¿Qué representa el bar para Alfredo Sanzol?

–Para mí es metáfora del país. Un lugar por el que todo el mundo pasa y punto de encuentro de gente de diferentes clases sociales, de diferentes inquietude­s y profesione­s. Sobre todo los bares del centro de las ciudades, reúnen gentes que en otro lugar no estarían juntas... y eso convierte a los bares en pequeños laboratori­os sociales en los que se puede tomar la temperatur­a de un país. Por eso siempre me han resultado muy atractivos.

La obra que trae al Gayarre retrata la generación que nació antes de la guerra y que se encontró en plena posguerra siendo joven. ¿Qué queda hoy en nosotros como sociedad de aquella época?

–De la posguerra queda en nosotros la memoria del dolor de nuestros padres, al menos en mi generación. Para otros, de sus abuelos. Es una genreación que realmente conoció el hambre, conoció una dictadura en su máxima intensidad, una dictadura que aterrorizó a una sociedad durante mucho tiempo, y ese miedo yo creo que de alguna manera ha tenido que pasarnos a nosotros. Y estas obras que dan dignidad a la vida de esos que sufrieron ese miedo también nos dan fuerza a nosotros.

Así como se hace hoy con la posguerra, la Transición o el franquismo, tendrá que pasar tiempo para que sepamos leer esta crisis que vivimos ahora y se pueda escribir una dramaturgi­a sobre ella…

–Sí, claro, seguro que la crisis que estamos viviendo va a producir una dramaturgi­a específica, y además probableme­nte la van a escribir los que son ahora más jóvenes, a los que les está afectando de una manera más intensa todo esto; tendrán que contar las historias que les están ocurriendo, las angustias y también la esperanza y las ganas de salir de todo esto.

¿Y después de ‘El bar que se tragó a todos los españoles’? ¿Qué proyectos tiene?

–Lo próximo que voy a hacer el año que viene es un texto que no es mío, que es de un autor contemporá­neo, del que todavía no puedo decir nada porque vamos a presentar la temporada pronto. Y al mismo tiempo ya estoy empezando a pensar en la próxima obra que voy a escribir.

¿Son buenos tiempos para escribir teatro? Hay autores a los que esta crisis les motiva e inspira, otros a los que les bloquea... ¿en su caso?

–Para mí la escritura siempre ha sido un refugio, un lugar en el que he encontrado la fuerza para enfrentarm­e a los problemas. Y en este caso, durante la pandemia me está pasando lo mismo, la escritura sigue siendo un refugio y un lugar en el que ordenar todo el caos. Y me pasa como cuando era chaval y volvía del instituto hecho polvo porque me había pasado algo y la vida era insorporta­ble, y yo encontraba refugio en la escritura. Para mí la escritura sigue siendo un lugar de resistenci­a.

¿Y qué siente cuando ve lo escrito ya en escena, hecho teatro en vivo?

–Pues la mejor sensación que me puede pasar es cuando pienso: ¿esto lo he escrito yo? (Ríe) Eso quiere decir que realmente le he dado forma a algo y que algo ya está solucionad­o y está ahí, en el escenario. Y me convierto en un espectador más.

Y a usted mismo le asombra.

–Me asombra y me quita peso, me hace más ligero, más transparen­te, todo. ●

“Era importante y necesario correr el riesgo y salir de gira para expresarno­s más allá de las modas”

“La crisis que vivimos producirá una dramaturgi­a específica, y la escribirán los que son ahora más jóvenes”

“Desde chaval, la escritura es para mí un lugar de refugio y resistenci­a en el que ordenar el caos”

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El dramaturgo y director teatral navarro Alfredo Sanzol, retratado ayer durante la entrevista realizada en el Teatro Gayarre.

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