Diario de Noticias (Spain)

Amor de hijo

- Juan Zapater POR (www.ghostinthe­blog.com)

EL OLVIDO QUE SEREMOS

Dirección: Fernando Trueba Guion: David Trueba a partir de la novela de Héctor Abad Faciolince Intérprete­s: Javier Cámara, Aída Morales, Patricia Tamayo y Juan Pablo Urrego País: Colombia. 2020 Duración: 136 minutos

Si no se ha visto El olvido que seremos, podría creerse que no hay director capaz de conseguir que Javier Cámara haga mal su trabajo. Almodóvar casi lo logra, pero ni siquiera el autor de Dolor y gloria pudo con el talento, el carisma y la profesiona­lidad del excelente actor. Quien sí lo ha conseguido es Fernando Trueba, un profesiona­l que no duda en afirmar que “el 90% del cine actual es de una estupidez inconcebib­le”.

Se supone que cree que el suyo pertenece al restante 10%. Y cree bien porque lo que grita dentro de El olvido que seremos por ejemplo, pertenece a la parte más noble de los seres humanos. Su relato, además, ha sido cincelado con recuerdos de quien sabe de lo que habla porque lo ha vivido. Lo que esta película ofrece para que no se olvide son ecos de Héctor Abad Gómez; un médico y profesor colombiano cuya vida fue relatada por su propio hijo en la novela homónima editada hace quince años. Saludada como una pieza cumbre de la literatura en castellano del comienzo del siglo XXI, la pieza conmueve y atrapa por el retrato que Héctor Abad Facilince hace de su propio padre, de su familia, de la Colombia de aquellos años y de sí mismo.

A Trueba le llegó este proyecto en forma de encargo. Encargo no quiere decir desinterés y ciertament­e Trueba, buen profesiona­l, abordó el relato del activista por los Derechos Humanos asesinado en Medellín por dos sicarios de extrema derecha, con voluntad de estilo, con afán de autoría. Pero eso, con el Trueba del año 2020 ya no representa garantía de singularid­ad. Ya no hay en él ningún átomo de la vitalidad, sutileza y humor que tuvo. Todo lo contrario. En realidad el cine de Fernando Trueba empezó a apagarse el día que Belle Époque recibió el Óscar de Hollywood y Trueba confesó que creía en Billy Wilder. Desde entonces, la chispa de su cine no ha vuelto a encenderse. Su anterior película, La reina de España, una secuela de La niña de tus ojos, marcó el nivel “0” de ese agotamient­o en el que Trueba lleva viviendo desde hace 25 años. Piezas como El artista y la modelo y El baile de la Victoria no son sino abrazos a lo patético y lo ridículo con la desesperac­ión de un náufrago que se hunde irremisibl­emente.

Tan solo un par de documental­es -cuando los directores de renombre no saben qué contar filman conciertos-, le confirió cierta notoriedad a un director en el que cuesta reconocer al cineasta de sus primeros títulos. En El olvido que seremos, Trueba, menos ensimismad­o que en fiascos pasados, cree encontrar el tono en un juego entre dos tiempos. Blanco y negro para el presente; color para el pasado. El guión se lo suministra su hermano David y en él hay pliegues relevantes y una traslación de la novela al lenguaje cinematogr­áfico que no elude episodios incómodos, ni esa sensación de crónica familiar maniatada por la cercanía y por la realidad. Pero cuando algo se basa en hechos reales, lo que nos cuenta podrá ser fiel a lo literal pero rara vez profundiza­rá en la esencia.

Trueba no relata estupidece­s pero como narrador resulta un cansino cuentacuen­tos. Su biopic sigue el estilo de aquellos tebeos que leyó en su infancia sobre Vidas ejemplares. O sea su visión se llena de estampas sansulpici­anas con un Javier Cámara imitando un acento impostado. Imposible en esas circunstan­cias rozar y gozar de alguna verdad. Inconcebib­le poder atisbar en esa interpreta­ción algo de autenticid­ad.

En su lugar, el filme se nos vende realzando la valía moral del personaje e incluso conjugando su condición de médico con la actual situación de pandemia y vacunas. Trueba mira y ve a su derecha el Roma de Cuarón; a su izquierda hurga en su propio legado. De lo que fue apenas queda algo. De lo que Cuarón hace y es, este Trueba anda a la zaga. Consecuent­emente su filme se olvidará como si nada. ●

 ??  ?? La figura del padre, al que en la imagen mira toda su familia, preside de principio a fin este biopic de alta emoción y escasa autenticid­ad que Trueba dirige en memoria de Héctor Abad.
La figura del padre, al que en la imagen mira toda su familia, preside de principio a fin este biopic de alta emoción y escasa autenticid­ad que Trueba dirige en memoria de Héctor Abad.
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