Diario de Noticias (Spain)

Vacunado feliz

- POR Javier Saldise

Hace unos días que me colocaron el microchip ése del que advierte Bosé aprovechan­do que a los viejillos nos tocaba vacunar y que con nuestros cuerpos, desconcert­ados que estamos en esta ciudad en la que te descuidas y te has metido en una terraza o en un concurso de hípica, y que con nuestros espíritus ya no tan indomables, hacen lo que quieren.

En los grupos de Whatsapp en los que la edad es uno de los elementos de aglutinaci­ón, he visto más entusiasmo y alegría que terror y desconfian­za por acudir a la cita con la vacuna. Como que llegaba el día esperado, que se había cumplido la espera y un ciclo, que empezaban a repartir los paraguas en medio del temporal que se ha llevado a muchos. Hay que reconocer que para ser una conspiraci­ón mundial silenciosa para controlarn­os, es un ritual muy bien montado y ordenado, en el que tienes cita, con hora y fechas muy programada­s, e incluso todo el personal resulta estupendo, los auxiliares que atienden antes, encantador­es y las enfermeras, unos ángeles que te pinchan y entretiene­n en el mismo movimiento. Otro para la secta, pensarán ellas malévolas, que te espero para la segunda dosis y ese día ya no tienes vuelta atrás, eres de los nuestros, fan irreductib­le.

Tengo un par de amigos a los que les ha jodido de verdad que les hayan descubiert­o la edad, porque esto de la vacunación se ha convertido también en un acto social, en el que para que te dejen pasar, en la entrada, tienes que enseñar el DNI o invitación, como en las discotecas de siempre en las que se hacía criba. Esta es una secta de conspirado­res de lo más rara.

Aunque ahora, pensándolo bien, con el chip viajando por el cuerpo quizás sea el momento de cambiar de bando y abrazar a los desconsola­dos del botellón, un grupo caótico y ruidoso en donde no se necesita cita previa para entrar, ni carné, ni edad mínima o máxima, ni cerebro en uso, ni sentido del ridículo –¡escóndete cuando te filman mamao chaval!–, ni nada. Un lujo. Vamos a por otro chip... ●

Con el chip viajando por el cuerpo quizás sea el momento de irse a una secta más divertida, en la que no piden DNI ni nada, la del botellón radical

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