Agustín y Tomás ya están con sus familias
Agustín Arroyo Alfaro y Tomás Salinas Beorlegui fueron ejecutados por franquistas en 1937, en Echálaz (Egüés); ayer, sus descendientes recuperaron emocionados sus restos.
La consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno de Navarra, Ana Ollo, presidió ayer un acto en el que el Instituto Navarro de la Memoria devolvió a sus familiares los restos de dos personas víctimas de la represión franquista tras el golpe militar de 1936.
Se trata de Agustín Joaquín Arroyo y de Tomás Salinas, naturales de Pamplona, cuyos restos fueron recuperados en la exhumación realizada en Echálaz en 2019, y posteriormente se les identificó con la investigación genética del laboratorio Nasertic sobre las muestras depositadas en el Banco de ADN público del Gobierno de Navarra.
En el acto, celebrado en Baluarte, estuvieron presentes, además, el director general de Paz, Convivencia y Derechos Humanos, Martín Zabalza, el director del Instituto Navarro de la Memoria, Josemi Gastón, así como representantes de diferentes grupos políticos, asociaciones memorialistas, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y de Nasertic, que acompañaron a los numerosos familiares que han asistido al acto, entre ellos, Carmen Salinas, hija de Tomás.
El encargado de tomar la palabra por parte de la familia de Agustín Arroyo fue su bisnieto, Mikel Ansorena, quien recordó que en la misma fecha que ayer, hace 90 años, Agustín Arroyo Alfaro contrajo matrimonio con su bisabuela, María Dolores Baloa Cortés. “Con ellos tuviste dos maravillosos hijos, el tío Joaquín y la abuela Loli, como yo los llamaba. Recuerdo cómo el tío Joaquín contaba que con solo cinco años acudía a visitarte, y que ese recuerdo jamás se borraría de la retina de sus ojos”, rememoró, dedicandole unas palabras. Sin embargo, recordó que ambos fallecieron, pero les aseguró que “su lucha ha valido la pena, ya que su padre por fin descansa en paz”.
Ansorena destacó al hermano de su bisabuelo, Jose María, que también fue asesinado por los franquistas, con solo 24 años. “A día de hoy seguimos sin saber dónde se encuentran sus restos, pero no vamos a parar hasta encontrarlos y dignificar su memoria”. Sobre los asesinos de sus familiares, Ansorena fue tajante. “A aquellos hombres sin luz, decirles que las voces no las callan ni rezos ni disparos”, manifestó.
Además, indicó que el odio y la intolerancia “siguen presentes en nuestro país”, y que al igual que hizo su bisabuelo, “debemos hacerle frente, construir una sociedad más libre, igualitaria y sin odio”. Cerró su intervención pidiendo “verdad, justicia y reparación”, para las miles de personas que asesinó el franquismo y aún permanecen en paradero desconocido.
Carmen Salinas, hija de Tomás Salinas Beorlegui, acudió a recoger los restos de su padre desde Alicante, donde reside desde hace más de 40 años. Lamentó que su hermana, “muy mayor”, y su hermano fallecido no pudiesen estar allí. “Nos mataron a nuestros padres, y además quisieron que sintiéramos vergüenza de ellos porque eran de izquierdas. Pero mi madre nos decía que estuviéramos orgullosos, que él fue un hombre honrado y que siempre estuvo dispuesto a ayudar al resto”, subrayó.
Salinas, emocionada, aseguró que “el pecado” que cometió su progenitor fue “ser de izquierdas”. “Él prestaba los graneros de su ganadería a todos los chicos jóvenes del barrio para hacer sus mítines y reuniones, y le encantaba escucharlos”, apuntó.
Para ella, los que tendrían que avergonzarse son los asesinos, ya que “los hay de todos los colores y son la lacra que hay que erradicar”. Sobre ellos, relató que portaban el estantarte de Cristo. “¿Cómo olvidaron el quinto mandamiento? Para ellos matar rojos era como un deporte”, acusó. Por último, pidió que estas masacres no se repitan y deseó que se recojan los restos “de los que siguen olvidados”. ●