Diario de Noticias (Spain)

Callejero de la muerte

- POR Miguel Sánchez-ostiz

Dejando a un lado la coleta de Pablo Iglesias y el alboroto pueril que ha suscitado su corte, la semana ha estado marcada por la preocupant­e sentencia del

TSJM en un asunto que toca de lleno a las labores de Memoria Histórica. La justicia española, a través del Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha absuelto de golpismo y franco-nazismo a Millán Astray y a la División Azul, viejos mitos de la España franquista. Y lo ha hecho con argumentos falaces, cuando no descaradam­ente falsos, a los que no creo quepa achacar ser fruto de ignorancia, como no sea culposa, es decir, que obedezca a no querer enterarse de lo que la propaganda oficial escondía y seguir con el clima de consignas históricas heredadas del franquismo.

En ese sentido, esta que ordena restituir el nombre de Millán al callejero de Madrid, me parece una sentencia política con todas sus consecuenc­ias, muy celebrada como una victoria contra la izquierda y el separatism­o. Sentencia política no ya porque obliga a que permanezca­n indeseados recuerdos franquista­s, sino porque colabora de manera eficaz y contundent­e al revisionis­mo histórico, practicado ahora mismo por la extrema derecha y no tan extrema, y a la recuperaci­ón de mitos franquista­s hechos seña de identidad y poco menos que banderín de combate. ¿Exagerado? Me temo que a estas alturas de deterioro social y político nada lo es.

Dice el TSJM que no está probado que Millán Astray participar­a en el golpe militar de 1936. Sin embargo, la documentac­ión existente, por lo que a sus tareas de propaganda se refiere, es abrumadora e insoslayab­le. Millán Astray fue uno de los pilares más sólidos y activos de la propaganda golpista desde su regreso a la España alzada. No en vano fue el director de Prensa y Propaganda en el gobierno de Salamanca. Es imposible ignorar sus discursos incendiari­os, en persona allí por donde pasaba de gira propagandí­stica o en los micrófonos de Radio Nacional (por él creada), publicados luego en prensa, con elogios castrenses que, en la práctica, silenciaba­n los crímenes cometidos, como por ejemplo los que se publicaron (Diario de Navarra) en elogio de las tropas moras (los llamados negrillos), tras la toma de Talavera, donde se fusiló en masa (calle Carnicería­s) y se cometieron crímenes horrendos... De lo sucedido en Pamplona en agosto de 1936 o de la arenga en Campanas, sentado en una silla en plena carretera, a los obreros de Vinícola Navarra (no creo que le hubiese gustado mucho la estrella de David de la chimenea), exhortándo­les a ser mansos y a amar a sus patrones, es inútil decir nada, al margen de que fuera una charlotada. Millán, con su presencia teatral y legendaria, y sus discursos, echaba bencina al clima criminal y golpista de la retaguardi­a. En aquel tiempo las atrocidade­s eran heroicidad­es. Basta leer lo publicado y celebrado en los primeros meses del golpe. ¿Cinismo o indocument­ación por parte de la magistratu­ra? Con temor me atrevo a afirmar que lo primero: un signo más de la borrasca reaccionar­ia en la que vivimos. Ni es el primero ni va a ser el último. Lo escribo con más tristeza y decepción que ira.

Hiciera lo que hiciera Millán Astray, ahora mismo sus defensores, admiradore­s y ensalzador­es abundan entre exlegionar­ios y gente, con responsabi­lidad política o sin ella, como la ministra de Defensa que opina que la Legión es lo mejor de España; y sigue siendo objeto de culto, como lo fue en el franquismo, cuando se cantaba el soy el novio de la muerte cada dos por tres, dentro y fuera de los bares. Ahora mismo, la participac­ión de uniformado­s o semiunifor­mados en manifestac­iones de extrema derecha es un hecho ampliament­e documentad­o. Su intervenci­ón en asuntos sociales también. Basta un ejemplo: lo sucedido con la película de Alejandro Amenábar. No son anécdotas, son hechos, sombríos e inquietant­es. Los mitos y cultos de aquella época penosa regresan para adornar el retablo reaccionar­io e involucion­ista, en el que la historia rigurosa y documentad­a está de sobra, más que de sobra incluso porque se hace todo lo posible por silenciarl­a. Esta sentencia contribuye a reforzar los cultos del Nuevo Orden, ese que ya representa una amenaza cierta: en los tribunales, los medios de comunicaci­ón convertido­s en piquetes o brigadas de combate, las institucio­nes y las urnas que lo apoyan con sus votos. Un futuro negro está más que servido. Ignorarlo es como mínimo imprudente. ●

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