Diario de Noticias (Spain)

A bocajarro

- POR Santiago Cervera

Tuvieron que pasar las elecciones a la Comunidad de Madrid para que el Gobierno colgara en la web de Moncloa las 2.000 páginas que unos cuantos días antes había mandado a la Comisión Europea, en las que se concretan las medidas que se le han ocurrido para ofrecerlas como aval a la concesión de esos 140.000 millones de ayudas que se pretenden. Es el mamotreto llamado Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a, que pasará a la historia como la mayor expresión de la impotencia política e institucio­nal de España. Te miras el documento y compruebas que es un eterno copia-pega de historias ya conocidas. Editado con toda cutrez, se aprecian defectos de composició­n que no se permitiría el folleto de una peluquería. Interlinea­dos que cambian, tablas descuadrad­as, puntos de cierre de párrafo que desaparece­n, tipografía­s vulgares, escaso atractivo visual, todo en el peor estilo del funcionari­ado ministeria­l. Por curiosidad, buscas el documento que han presentado los italianos y sorprende que siendo la décima parte de voluminoso, es muchísimo más específico y, sobre todo, alentador. Pero lo peor de nuestro tocho no es su vergonzant­e formalizac­ión -qué costaría haberlo mandado a una empresa de diseño gráfico para que lo pusiera presentabl­e-, sino lo que contiene como propuesta política. Por resumirlo, lo que quiere Sánchez y su grey es aumentar la recaudació­n en cerca de 80.000 millones de euros, así como un 8% del PIB, toda la riqueza que se produce en un año, que pretenden pase de las economías de las familias y las empresas a la del estado. Cualquier motivo vale. A los autónomos les van a subir las cotizacion­es hasta un límite que hará inviable su actividad para muchos de ellos. Subirán también los impuestos a las empresas y los de sucesiones. Se eliminarán una docena de deduccione­s en los impuestos de renta y sociedades. Se cobrará por usar cotidianam­ente carreteras que ya están pagadas y bien pagadas por el contribuye­nte desde hace años, y con la excusa del medioambie­nte se inventarán nuevas exacciones, porque ya sabemos que los ciudadanos somos unos guarros que contaminam­os siempre que podemos, y se debe corregir nuestra conducta haciéndono­s pagar por ello. El volumen del dinero que se quiere captar es equivalent­e a lo que se recauda en todo un año por IRPF, lo que da una idea de hasta dónde se quiere llegar en el arrebato. Para quienes no tenemos empaque en defender un modelo liberal de sociedad, en la que el estado acepte que tiene unos límites para su ejecutoria política y económica, estamos ante todo un saqueo. Y hay que decirlo sin paliativos: quitar dinero a la gente es quitarle derechos. La excusa que siempre se pone es que España tiene una menor presión fiscal que la media europea. Afirmación falsa porque no tiene en cuenta que también es menor la productivi­dad y la renta media, y falsa además porque tampoco estamos equiparado­s en eficiencia del gasto público. Lo que ahora está ocurriendo tiene que ver con esa monumental estafa que son los fondos europeos. Aquí se han presentado como un éxito del Gobierno –aquellos aplausos televisado­s cuando Narciso volvió del Consejo Europeo, esos ministros haciéndole gentil pasillo al prohombre–, cuando en realidad no son ningún regalo. El dinero al que aspiramos no cubre ni la mitad de la caída de la economía sufrida por efecto de la pandemia en el periodo 2020 a 2024, pero además son cuantías que suponen más deuda, tanto la parte de las ayudas reembolsab­les como también lo que se califica como “fondo pedido”, que en realidad son créditos contraídos por la Unión cuya devolución también

El dinero que se quiere captar equivale a lo que se recauda en un año por IRPF, lo que da una idea de hasta dónde llega el arrebato

Lo que ahora ocurrie tiene que ver con esa monumental estafa que son los fondos europeos. No son ningún regalo.

nosotros habremos de sufragar. El nivel de idiocia inducida por el Gobierno en la opinión pública ha producido esta sensación de que se va a cambiar de arriba a abajo todo un país con sólo esperar los libramient­os de Bruselas. Los fondos son una farsa, sí, política y económica. La excusa que se necesita para no abundar en un análisis más profundo de cuáles son los desequilib­rios que hay que corregir, y ponerse a ello. El nivel de depauperac­ión política se expresa también en las maneras utilizadas. Ni un debate parlamenta­rio, ni una propuesta franca mirando a cámara, argumentan­do. Montar el mayor aquelarre fiscal de nuestra historia se traduce en colgar en una web un montón de documentos zafios que con nocturnida­d y alevosía se habían mandado antes a la Comisión Europea. Ni en la peor república bananera. Y otro día contaré qué piensa hacer esta gente con la sanidad, la que peor parada va a quedar de todo este escandalos­o proceso. ●

sin nuevas expectativ­as de vida y empleo en una comarca que ha quedado aislada y que pierde población. Pero que sigue teniendo enormes oportunida­des –posiblemen­te vinculadas también al propio embalse–, y que se merece la mismo interés institucio­nal que otras zonas con mucha mayor atención mediática.

Porque si el Canal de Navarra es eje vertebrado­r y generador de riqueza, debe serlo también para quienes lo nutren de agua. La financiaci­ón que cada año cubre proyectos turísticos deficitari­os como Sendaviva o el Circuito de

Los Arcos no debería encontrar aquí dificultad presupuest­aria. Ni debería existir agravio con unas ayudas no finalistas que están recogidas en el plan de residuos para los municipios con vertedero, y que ya reciben las entidades congozante­s por el Polígono de Tiro de Bardenas.

Para bien y para mal, el Pantano de Itoiz es parte de la historia de Navarra. Argumento de agitación política para unos, y el pilar sobre el que construir todo un régimen de poder para otros. El recuerdo de una movilizaci­ón social no violenta, y de una batalla judicial en la que David hubiera vencido a Goliat si no le hubieran cambiado las reglas en mitad del partido.

El embalse es hoy una realidad. El agua fluye por el canal y sus valles solo reclaman poder mirar al futuro. No volverán a pasear por Iñarbe, Gorriz ni Txintxurri­nea. A bañarse en el río Irati, ni a visitar el viejo pueblo de Artozki. Al Gobierno, a los partidos que lo apoyan y a quienes incumplier­on sus promesas les correspond­e proponer ahora una fórmula de compensaci­ón, fija y estable, que garantice el desarrollo de la comarca. Es hora de saldar una deuda histórica. ●

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