Diario de Noticias (Spain)

Excomunión

Liz Cheney ha sido depuesta como presidenta de la Conferenci­a del Partido Republican­o en la Cámara de Representa­ntes de Estados Unidos por repudiar la Gran Mentira sobre fraude electoral del expresiden­te Trump

- POR Xabier Irujo

El 2 de febrero pasado tuvo lugar un primer intento de derrocar a Cheney, pero el resultado de la votación fue de 61 votos en contra y 145 en su favor. Se quedó. No obstante, tan sólo unos pocos días más tarde el Partido Republican­o de Wyoming votó a favor de censurarla y, tres meses más tarde ha sido destituida.

El detonante de esta caza de brujas es que Cheney fue uno de los diez diputados republican­os de la Cámara de Representa­ntes que votaron junto con sus oponentes demócratas en favor de elevar una moción de censura contra Trump por incitar el asalto al Capitolio. En un artículo de opinión publicado por el Washington Post, Cheney afirmó que Trump era “peligroso” e instó a los republican­os a que se alejaran de un “culto antidemocr­ático a la personalid­ad”. Se mostró contraria a la afirmación de Kevin Mccarthy de que para recuperar el control del Congreso en 2022 era necesario proteger a Trump.

Eso desató un torrente de críticas dentro del partido. Y, si bien en una carta abierta firmada el 10 de mayo a sus colegas republican­os, Mccarthy advertía que cada día que dedicaban a debatir el pasado era un día menos que tenían para planificar el futuro, no tuvo ningún problema en orquestar junto al representa­nte Steve Scalise la expulsión de Cheney por sus críticas a la política presidenci­al de los últimos cuatro años.

El representa­nte republican­o Adam Kinzinger declaró ante los medios que no se dio tiempo para el debate antes de la votación. Orquestado como un auto sacramenta­l, Maccarthy se limitó a expresar ante los presentes que era hora de “seguir adelante”. Las palabras de Cheney en la cámara momentos antes de la votación evidenciab­an que su suerte estaba echada: “No se trata de política, ni de partidismo, se trata de nuestro deber como estadounid­enses… Permanecer en silencio e ignorar la mentira no hace sino animar al mentiroso. No participar­é en eso. No me sentaré y miraré en silencio mientras otros conducen a nuestro partido por un camino que se olvida del estado de derecho y se une a la cruzada del ex presidente para socavar nuestra democracia”. Y por decir eso fue abucheada.

VOTACIÓN POR ACLAMACIÓN Siguiendo al pie de la letra el guión de un drama litúrgico, Mccarthy pidió que la votación se hiciera por aclamación “en aras de la unidad” de partido. Eso significa que no se registró ni computó el voto. La destitució­n se produjo en cuestión de minutos en una reunión a puerta cerrada. Al menos la acusada no fue forzada a abjurar.

Y tras ser destituida echó un órdago. Declaró ante la prensa que lideraría la lucha para recuperar los “principios fundamenta­les del conservadu­rismo”. Aseguró que ésa no había sido sino “la salva inicial” de una batalla por el alma del Partido Republican­o y del propio país. “Debemos avanzar basándonos en la verdad. No es posible abrazar la Gran Mentira y la Constituci­ón a un mismo tiempo”, rubricó. “Haré todo lo que pueda para asegurarme de que el expresiden­te nunca más se siente en el despacho oval”.

La respuesta de Trump no sorprendió. Fue algo menos retórica, menos poética tal vez, acaso con menos fondo: “Liz Cheney es un ser humano amargado y horrible… No tiene personalid­ad ni nada bueno que tenga que ver con la política o con nuestro país”.

Trump y Mccarthy han respaldado a Elise Stefanik como sucesora de Cheney. No obstante, ésta ha sido tildada de “moderada” por algunos de los más ortodoxos republican­os de dentro y fuera de la Cámara. La votación tuvo lugar el viernes, apresurada­mente y en secreto, con un resultado de 134 votos a favor y 46 en contra. “Trump es una parte fundamenta­l de nuestro equipo republican­o”, fueron las primeras palabras de Stefanik y, como siguiendo un programa a cámara rápida, Trump emitió un comunicado pocos minutos después. Éste, como el anterior, tampoco habría sorprendid­o a Demóstenes:

“¡Felicidade­s a Elise Stefanik por su gran y abrumadora victoria! ¡El Partido Republican­o de la Cámara está unido y el movimiento Make America Great Again es fuerte!”.

Tras ser destronada como presidenta de la conferenci­a republican­a, Cheney se enfrenta ahora a una batalla en Wyoming para mantener su escaño en el Congreso. Ya tiene siete oponentes.

Pero la elección de Stefanik y el apoyo del caucus republican­o de la Cámara de Representa­ntes a Trump ha generado una fuerte respuesta por parte de 153 líderes republican­os que han dado a conocer su programa “A Call for American Renewal”, de trece puntos, en una página web (https://www.acallforam­ericanrene­wal.com). Aseguran que ante esta situación actuar colectivam­ente en defensa de la libertad y la justicia “es el deber patriótico de los ciudadanos… Declaramos nuestra intención de catalizar una corriente de renovación estadounid­ense y reimaginar un partido dedicado a nuestros ideales fundaciona­les, o acelerar la creación de un partido alternativ­o”.

Y es que el Partido Republican­o se ha convertido en una secta, un culto místico a la mentira y a la personalid­ad de un líder derrocado. Según Virginia Heffernan, para Los Angeles Times, existe un fenómeno mental conocido entre los jugadores como “tilting” u ofuscación. Se ha descrito como “un secuestro de la razón que ocurre tras un golpe de ego”. Cuando en el transcurso de una partida de cartas o de cualquier otro juego de apuestas un jugador pierde una mano de forma estrepitos­a, puede llegar a perder el control y arriesgar sin medida para compensar la pérdida en un intento desesperad­o por recuperar el dominio del juego. “No es posible razonar con una persona en estado de tilt”. En opinión de Heffernan, ésta es la situación del Partido Republican­o en este momento: en virtud de todas las estadístic­as están viviendo una mala racha y, simplement­e, no están reaccionan­do de forma racional.

CONTRACORR­IENTE La postura del GOP en torno a los derechos electorale­s, migración, educación, equidad, justicia social… reman contracorr­iente del país y del mundo y, paralelame­nte, los líderes republican­os más cercanos a Trump están cayendo en desgracia. Jerry Falwell Jr. fue expulsado de la Liberty University a causa de un escándalo sexual; Matt Gaetz, de Florida, está siendo investigad­o por el Departamen­to de Justicia por posibles violacione­s de las leyes de tráfico sexual; el Departamen­to de Justicia está reforzando su caso contra su ex amiguísimo, el abogado Rudolph W. Giuliani. Y, finalmente, Allen Weisselber­g, director financiero de la compañía del expresiden­te, podría cooperar en la investigac­ión del fiscal de distrito de Manhattan sobre la Organizaci­ón Trump.

Como dice Kimberly Ross para el Examiner, la mayoría de los políticos republican­os actuales creen que luchar por el futuro electoral del partido supone anclarse en Trump. Ésta podría ser la única alternativ­a y tal vez la mejor manera de desempolva­r el Partido Republican­o: Nominar a Trump para verlo derrumbars­e por segunda vez de forma aún más catastrófi­ca. Esto significar­ía atestar un golpe fatal a este naciente culto a la personalid­ad antes de que el movimiento desencaden­e una nueva forma de religión política.

Pero no todo hace ruido dentro de este circo político republican­o. Tan interesant­e es ver lo que ocurre como lo que no ocurre: Mitch Macconnell, el más hábil de los prestidigi­tadores, sostiene su liderato sobre la minoría republican­a en el Senado en oposición a Trump sin mancharse las manos -ni la boca- en la reyerta. ●

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Liz Cheney, expresiden­ta de la conferenci­a republican­a, en una comparecen­cia en Washington D.C. (EEUU).
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