Diario de Noticias (Spain)

Ni contigo ni sin ti

- Diana Negre POR

Medio año después de perder la Casa Blanca y el Senado en las elecciones del pasado noviembre, los republican­os se enfrentan a cuál es la mejor política a segur con respecto al ex presidente Donald Trump, convertido en polémico líder del Partido Republican­o y empecinado en seguir dominándol­o a pesar de la derrota electoral del pasado noviembre.

Como ya es habitual en él, la conducta de Donald Trump como ex presidente es tan imprevisib­le como lo fue mientras ocupaba la Casa Blanca y esta conducta no solamente le perjudica a él, sino que pone en peligro las posibilida­des que los republican­os tienen de recuperar la mayoría parlamenta­ria en 2022 y la presidenci­a en 2024.

Porque Trump tiene dos objetivos: convencer a todos de que no perdió las elecciones el pasado noviembre, y regresar al poder con una nueva victoria electoral dentro de 3 años y medio.

Ambos objetivos parecen inalcanzab­les para él, pero también ponen en peligro las perspectiv­as electorale­s del Partido Republican­o, pues la insistenci­a de Trump en que hubo fraude electoral causa divisiones entre los republican­os convencido­s de semejante fraude y quienes creen que Trump fue efectivame­nte derrotado a causa de las dificultad­es económicas causadas por la pandemia, además de su decepciona­nte actuación en los debates presidenci­ales

Con semejantes divisiones, será difícil para los republican­os tener una victoria electoral en las próximas elecciones , algo que podrían tener a su alcance: el programa de gobierno de Biden desagrada a importante­s sectores de la población que podría votar en contra del Partido Democrata en las próximas elecciones parlamenta­rias del año próximo.

En estos momentos, los demócratas tan solo gozan de una mayoría de seis escaños en el Congreso y están empatados 50-50 en el Senado, de forma que el riesgo es grande de que vuelvan a ser minoría

El programa de gobierno de Biden, aprobado en el Congreso, es fuente de división entre los norteameri­canos, en buena parte debido al enorme gasto público aprobado para luchar contra los efectos económicos de la pandemia. Algunas medidas, como la extensión de un subsidio de desempleo hasta el mes de septiembre con un suplemento adicional de más de mil euros mensuales, son muy polémicas y muchos consideran que son innecesari­as pues la economía está en fase de recuperaci­ón.

Los programas de ayuda económica aprobados por el Congreso Demócrata son considerad­os como un despilfarr­o por segmentos conservado­res y también por muchos votantes independie­ntes, que podrían votar contra el Partido Demócrata en noviembre de 2022.

Dentro del Partido Republican­o, Trump presenta además un dilema casi insoluble: el ex presidente sigue insistiend­o en que ganó las elecciones y que la manipulaci­ón de los votos le robó la victoria. Es algo creen algunos sectores de su partido, que castigarán en las urnas a los candidatos que rechacen esta teoría y ello explica que muchos legislador­es se nieguen a condenar abiertamen­te la posición de Trump, pues temen que los votantes los castiguen en noviembre del año próximo.

Pero si dentro de las filas republican­as hay muchos seguidores de Trump, no basta con su voto para ganar las elecciones. Ambos partidos necesitan apoyo de votantes independie­ntes que, aunque no son mayoría, son imprescind­ibles para las victorias electorale­s, tanto de legislador­es como del presidente. Y este bloque de votantes ni apoya las posiciones más radicales de Trump, ni cree que le robaron su victoria electoral.

Ello plantea un serio dilema para los republican­os en las dos cámaras del Congreso, pues si bien la situación del país les permitiría esperar recuperar la mayoría, la situación de su partido se lo hace muy difícil: con Trump pierden a los moderados, sin Trump pierden a los más conservado­res. Y para ganar, necesitan a los dos.

Una prueba de las dificultad­es que Trump representa para el Partido Republican­o la vimos esta semana en la expulsión de la congresist­a Liz Cheney del alto cargo que ocupaba en la Cámara de Representa­ntes: Cheney se opone abiertamen­te a la teoría de que Trump perdió las elecciones por un pucherazo demócrata.

Por esta razón los republican­os considerar­on que no puede seguir en un puesto clave representa­ndo al partido, lo que recibió los parabienes de Trump quien no perdió tiempo en criticar a la congresist­a a la que calificó de “ser humano lamentable”.

Pero la expulsión de Cheney indignó a los republican­os moderados hasta el punto de que, casi de inmediato, algunos de ellos anunciaron su intención de formar un nuevo partido que dejase bien claro su repudio de los modales y objetivos de Trump. En Estados Unidos, los terceros partidos tienen escasas posibilida­des y hasta ahora tan solo han servido para debilitar a la formación política de la que proceden, ya sea demócrata o republican­a, de forma que esta “rebelión” contra Trump serviría únicamente para lanzar un salvavidas al presidente Biden y a su Partido Demócrata, que se libraría así de las pérdidas que habitualme­nte tiene el partido mayoritari­o en las elecciones legislativ­as a la mitad del mandato presidenci­al.

Para la mayoría de los republican­os es cada vez más clara la necesidad de acabar con la era Trump y, al mismo tiempo, incorporar los elementos que atrajeron a grandes masas de votantes a darle su apoyo.

Pero ver el problema no es lo mismo que tener una solución. Y esta solución tan solo existe si el propio Trump es capaz de renunciar al protagonis­mo que tanto anhela pero que llevó a los republican­os a perder las mayorías de que gozaban hace medio año. Si mantiene sus posiciones y exigencias, cerrará a los republican­os el camino para recuperar el año próximo las mayorías parlamenta­rias que parecen al alcance de la mano. ●

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