Diario de Noticias (Spain)

“Industrial­izar la construcci­ón permite reducir un 25% el coste de la vivienda”

Juan Las Navas repasa la actualidad de un sector que quiere transforma­rse y tiene ante sí el reto de ser capaz de ofrecer vivienda de calidad a un precio asequible

- Juan Las Navas Lacalle PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE CONSTRUCTO­RES Y PROMOTORES Juan Ángel Monreal Oskar Montero

PAMPLONA – Con un peso del 6% en el PIB y una transforma­ción en ciernes, el sector constructo­r de Navarra reclama tener un papel importante en el ciclo de crecimient­o postpandem­ia que parece abrirse. Juan Las Navas Lacalle, nacido en San Sebastian hace 66 años, es el presidente de la Asociación de Constructo­res y Promotores de Navarra, que da voz a un tejido empresaria­l hoy “solvente”, más que diezmado durante la crisis de 2008-2013 y que da empleo a cerca de 17.500 personas, unas 2.000 más que hace apenas tres años.

Las Navas, de 66 años, casado y con dos hijos, se ha convertido en el apóstol de la industrial­ización del sector, un cambio radical, que depende tanto de la tecnología como de la mentalidad de sus empresas y trabajador­es y que debería permitir reducir en un 40% los tiempos de construcci­ón y hasta un 25% los costes. Una rebaja clave para atender una demanda de vivienda asequible creciente y que no encuentra acomodo en las promocione­s que hoy en día salen a la venta. “Aunque la realidad es que, por lo que dicen las empresas, todo lo que sale a la venta se vende”, explica Las Navas. “Lezkairu y Erripagain­a, por ejemplo, creo que se están completand­o con bastante velocidad. Incluso han venido promotores de fuera. Allí, lo que empezaron promotores locales lo están terminando otros”.

La construcci­ón es uno de los sectores que ha logrado crear empleo durante la pandemia. ¿Cómo le ha ido a la actividad en este tiempo? –En las cifras de empleo hay que tener en cuenta que hay mucha gente que es autónoma, empresas de un solo trabajador. Eso es indicativo de la rehabilita­ción que se está haciendo en viviendas, por ejemplo. El sector no ha notado la crisis en la producción, al tratarse de una actividad al aire libre se ha podido seguir sin problemas. Y en cuanto al comprador, la sensación que tenemos es que tampoco lo ha notado excesivame­nte. Veremos qué sucede ahora, cuando se entregue aquello que se vendió antes de la pandemia, pero no parece que vaya a afectar. Lo que se pone a la venta se vende y el siguiente problema es que nos estamos sin suelo para construir y conviene empezar a hacer planeamien­tos ¿Están notando la subida de precios en algunos materiales que afecta ya a otros sectores?

–Sí. Y empieza a pasar factura, porque las empresas constructo­ras se lo están pensando más a la hora de presupuest­ar una obra o no pueden aguantar el presupuest­o que dieron hace unos meses. Lo estamos viendo ya en el acero, el aluminio, el hormigón. Y eso es el principio. Por eso no podemos depender tanto de ello, porque si los números se aprietan tanto va a suponer un problema. Hay que meterse ya en la industrial­ización.

La industrial­ización es uno de los retos del sector desde hace ya años. Un futuro que se anuncia pero no termina de llegar.

–La industrial­ización es un punto al que tenemos que llegar, no uno en el que estemos, desde luego. Y necesitamo­s empezar por la formación. Partimos de una situación muy artesanal y queremos hacer ver a la gente joven que este va a ser uno de los sectores más disruptivo­s. Para llegar a ello la mano de obra de los trabajador­es debe especializ­arse y la formación ha ser como mínimo una FP. Porque los edificios son tecnológic­amente cada vez más complejos y hay que entenderlo­s bien para después saber cómo ejecutarlo­s.

¿Qué supone industrial­izar el sector?

–Calculamos que se rebaja el tiempo de ejecución en una obra hasta en un 40%, así como un ahorro de costes del 25%. Y eso supone que si hacer una vivienda de unos 90 metros cuesta unos 116.000 euros, la rebajamos unos 85.000-86.000 euros, por lo que entras en unos parámetros más razonables. Al mismo tiempo supone entrar en un camino que abrió el sector del auto y en el que ahora están otros sectores industrial­es, como el agroalimen­tario, que es el de la mejora de costes continua para ser más competitiv­os. Si los coches se hicieran hoy como hace 50 años a lo mejor ahora íbamos todos en bici, porque no habría manera de pagarlos, sería carísimo. Pero la realidad es que tenemos coches por 9.000 euros. Y no se han perdido puestos de trabajo.

Pero si se vende aquello que se construye y no hay competidor­es amenazando, como en oros sectores, ¿qué incentivo tienen las empresas para industrial­izarse?

–El problema es quién va a comprar en un futuro, porque la gente no puede estar adquiriend­o viviendas cada vez más caras. Hay una demanda importante de vivienda más asequible y lo vemos en el alquiler, al que muchas veces se recurre por la imposibili­dad de acceder a una vivienda en propiedad. Además, hay un segmento muy importante de la población que no puede llegar a los precios de la vivienda libre. La gente de 40 años para arriba pueden llegar a comprar vivienda con más o menos esfuerzo, pero por debajo de esa edad en general es difícil. No han tenido capacidad de ahorro y además no se ha incentivad­o lo suficiente ese ahorro.

¿Están las empresas listas para cambiar esa forma de trabajar?

–Desde la asociación y la fundación laboral llevamos hablando de este tema desde 2012. Y lo cierto es que cuesta mucho, porque a las empresas les come el día a día. Y este cambio requiere de una formación específica para la que van a necesitar ayuda. Económicam­ente no pueden acometer un cambio tan importante que todo el mundo dice que es necesario.

¿Qué tipo de ayuda?

–Ayuda económica a la formación. Navarra suspende en competenci­as digitales y esto es algo fundamenta­l para el futuro. Hay que hacer un diagnóstic­o en cada empresa y ver qué programa se desarrolla. La transforma­ción digital es exponencia­l, mientras que nuestra manera de adquirir conocimien­to es lineal. Por tanto, cuanto más tardemos en transforma­rnos más nos va a costar este cambio. Y llegará un momento en que será imposible para mucha gente. Por eso hay que empezar desde el inicio.

¿Han presentado las constructo­ras algún proyecto europeo para acceder a ayudas que sirvan para digitaliza­r el sector?

–Prácticame­nte no hay ninguno y es una lástima, falta que nos pongamos de acuerdo entre nosotros. Al final se trata de optimizar el trabajo a través de la tecnología digital y hacerlo de manera colaborati­va. No es solo tecnología, son las personas las que tienen que cambiar de mentalidad. En Europa ya se está haciendo y están avanzando en la puesta en marcha de fábricas automatiza­das.

En Navarra tenemos Viguetas, que es única en todo el Estado. En Alemania hay más de 300 como ella. Durante el anterior ciclo de crecimient­o del sector, la solución para muchos jóvenes fue la vivienda protegida, que hoy apenas se está haciendo. ¿Por qué?

–Los costes no hacen viables las promocione­s de vivienda protegida de régimen general. Con la VPT aún te defiendes algo, pero en la VPO al promotor privado no le salen los números. Puedes subir el módulo, pero también de ese modo dejas gente fuera. De hecho Nasuvinsa tampoco promueve porque las adjudicaci­ones que hace sobrepasan con mucho el precio de venta. La realidad es que los costes nos están superando. Debido en parte a la mano de obra, a la propia organizaci­ón de las empresas y a otros factores.

Hay 10.400 personas apuntadas al alquiler protegido. Parece un síntoma claro de que hay un problema...

–La demanda de vivienda asequible está claro que la hay, ya no sé si de alquiler o de compra. Habría que dar una vuelta al tema del censo, porque el segmento de población que gana entre 20.000 y 30.000 euros al año, con el volumen de vivienda en alquiler que se hace, no puede acceder nunca y se ve abocado al mercado libre, que se come un 40% del salario.

¿Qué proponen?

–Aquí todo se ha basado en una política de alquiler social, que a mí me parece perfecta, pero hay que hablar también de alquiler asequible, que podría solucionar la situación de esa gente que gana entre 20.000 y 30.000 euros. Esa figura la acaba de sacar el Gobierno Vasco en un borrador que quiere poner en marcha y en el que lleva trabajando más de un año. Aquí no se está hablando de este tema y es una de las propuestas que queremos hacer al consejero para que se incluya en la nueva Ley de Vivienda.

¿Tampoco salen las cuentas para el alquiler social? Es la apuesta del Gobierno, que quiere aprovechar para eso los solares públicos...

–El problema está en el coste que tiene hacer esas viviendas. Para una iniciativa privada no es rentable. Va a ser difícil que encuentre quien se lo haga. Hablamos de alquiler social permanente. No lo que había hasta ahora, que a los 15 años pasaba al mercado libre y pasaba lo que pasó con el fondo. Si quieres hacer alquiler permanente con los costes que tenemos no salen los números. ●

“Hay un segmento muy importante de la población que no puede llegar a los precios del mercado libre”

“Construir VPO hoy en día no sale rentable. Se podría subir el módulo pero dejaríamos fuera gente”

“Va a ser difícil que el Gobierno encuentre quien le haga las viviendas de alquiler permanente que quiere”

“Si industrial­izamos el sector dejaríamos en unos 85.000 euros el coste de hacer una vivienda”

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