Diario de Noticias (Spain)

Maricones de mierda todos

- POR Víctor Goñi

En esta Navarra nuestra, pongamos que hace cuarenta años, no había nada peor para un crío que ser gay –las lesbianas se daban por inexistent­es–, hijo de divorciado­s o repetidor. Por este orden. Y no digamos ya si por una mezcla de la genética, el azar y el despiste respondías a los tres estigmas. Faltaría más, los niños no lloraban, no jugaban con muñecas ni saltaban a la comba y, de apuntarse a danza, nanai. Había que permanecer en el armario bajo siete llaves por puro instinto de superviven­cia, para blindarse ante la agresión verbal e incluso física. Y en no pocos casos para evitar también que tu entorno, ese que debía aceptarte tal y como eres, te sometiera a terapias de reversión para que te convirtier­as (sic) en un heterosexu­al como Dios manda. Afortunada­mente, y gracias a los sacrificio­s personales de tantos y tantas, se ha avanzado una barbaridad desde la despatolog­ización de la homosexual­idad por la Organizaci­ón Mundial de la Salud en 1990 y más en nuestro entorno desde la ley de matrimonio igualitari­o de 2005. Sin embargo, sigue siendo necesario combatir la homofobia, la transfobia y la bifobia, con un día internacio­nal como esta misma semana –una docena de países castigan hoy la homosexual­idad con la muerte–, pero mejor en ese día a día todavía demasiado duro para demasiada gente. Para empezar, los escolares que aún sufren acoso por su identidad sexual. Por eso no hay mejor lugar que las aulas para erradicar el odio y la discrimina­ción, para enseñar que el amor y el disfrute –que no tienen por qué ir unidos– no atañen más que a quienes los practican conforme al mutuo consentimi­ento. Pues los prejuicios y la violencia resultan taras antes que nada educaciona­les, así que en lugar de manuales de tratamient­o psiquiátri­co deben recetarse destrezas para la gestión de las emociones y los afectos en igualdad y en diversidad. Una tarea de sensibiliz­ación todavía pendiente –ahí está la controvers­ia en Navarra acerca del programa de coeducació­n Skolae– a acompasar con la debida cobertura jurídica de los nuevos derechos en abierta contraposi­ción con el pin parental que promueve la ultraderec­ha. Por ejemplo, dotando de mayor protección al colectivo trans y de refugio a las personas perseguida­s por su orientació­n en sus países de origen, al igual que prohibiend­o las curas de la homosexual­idad en todo el territorio como otros cuatro estados europeos. La bandera arco iris no solo se enarbola en los hogares y en la escuela, en los parlamento­s y en los tribunales, también y singularme­nte en la calle. Porque, cuando a alguien se le insulta llamándole maricón –a menudo de mierda–, nos increpan a todos los que creemos en la libertad para amar y para gozar. Tanto mejor si es a la vez. ●

Cuando a alguien le llaman maricón, a menudo de mierda, nos insultan a todos los que creemos en la libertad para amar y gozar, mejor si es a la vez

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