Diario de Noticias (Spain)

Acústico es un decir

- Javier Escorzo POR

CONCIERTO DE HAMLET

Fecha: 09/05/2021. Lugar: Sala Tótem. Incidencia­s: Prácticame­nte lleno. Concierto acústico de Hamlet celebrado el domingo a mediodía.

“Es diferente” –exclamaba Molly antes de comenzar, desde el borde mismo del escenario– “con las que hemos liado aquí, pero ahora toca disfrutar así”. Lo decía mientras se llevaba la mano al corazón, agradecien­do al público que a punto estuvo de llenar la Tótem. El concierto estaba anunciado como acústico y se podría decir que más o menos lo fue, pero claro, hablamos de Hamlet, una de las mayores referencia­s nacionales en la escena del metal nacional, así que no nos confundamo­s, porque, aunque estuvieron más recatados, hubo en su actuación del domingo mucha más electricid­ad y energía que en muchísimos conciertos “normales” de grupos de otros estilos. El quinteto estaba sentado (bueno, Molly no pudo reprimirse y se levantó en muchas ocasiones de su taburete para espolear al público). Había guitarras acústicas, pero también guitarras y bajo eléctricos. Y la batería sonó con muchísima contundenc­ia. Vamos, que quien esperase una serie de canciones al rededor de la hoguera de un campamento, se equivocó de concierto.

Ya en la primera terna (Serenarme, Desaparece­r y En silencio), la banda dejó bien claro que quizás no iba a haber tanta distorsión como en otras ocasiones, pero que no iba a faltar la potencia. El sonido era excelente, pudiéndose escuchar todos los instrument­os con total nitidez. Los focos se oscurecier­on durante la interpreta­ción de No me arrepiento, resaltando la oscuridad que cubre su su letra y su sonido. Algo más tranquila resultó Salvajes, con delicados arreglos de guitarra, aunque también explotó en su tramo final, con los músicos muy entregados a sus respectivo­s instrument­os. “Uno de los momentos más especiales de estos conciertos”, anunció Molly antes de que Álvaro Tenorio comenzase a percutir las cuerdas de su bajo en las primeras notas de El color de los pañuelos, en la que expresaron su visión sobre el problema de las bandas en Estados Unidos (la escribiero­n en 1996, dentro de su álbum Revolución 12.111, y ahora el tema ya no nos resulta tan lejano, cosas de la globalizac­ión). Fue, en efecto, uno de los picos de intensidad de la jornada, aunque, en honor a la verdad, tampoco hubo bajones ni antes ni después.

El público acompañó con las palmas en Tiempo y con No soy igual el quinteto volvió a dejar claro que su concepto del acústico no es el mismo que el de la mayoría de los morrales. En esta última canción (como en casi todas las anteriores), Molly exhibió su poderío vocal. Y qué mejor manera de intentar despedirse que con No sé decir adiós. Por supuesto, hubo bises: Antes y después, que fue recibida con una gran ovación en cuanto sonaron sus primeros acordes, e Imaginé, que puso, esta vez sí, punto y final a la actuación. No debe ser fácil adaptar un repertorio como el de Hamlet a las actuales circunstan­cias, pero la banda supo hacerlo sin perder un ápice de su pegada. Bien por ellos. Bien por el público, que sigue apoyando y disfrutand­o. Y bien por las salas, que continúan trabajando y arriesgand­o. ●

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