Diario de Noticias (Spain)

Víctimas y expresos de ETA ven positivos sus encuentros restaurati­vos diez años después

Estas citas, junto con la ‘vía Nanclares’, propiciaro­n la autocrític­a de los victimario­s y su reinserció­n, y deslegitim­aron la violencia

- Carlos C. Borra

PAMPLONA – El proceso del final de la violencia terrorista en Euskadi ha tenido uno de sus capítulos más destacados en la evolución personal que protagoniz­aron cerca de una treintena de presos de ETA hacia una ruptura con la banda, una autocrític­a con sus propios actos pasados que tanto dolor habían generado y un compromiso con la construcci­ón de una sociedad en paz y convivenci­a. Este trayecto, bautizado de forma genérica como vía Nanclares y transitado en muchos de sus tramos en una absoluta soledad y con el desamparo de las institucio­nes y del propio entorno al que pertenecía­n, confluyó en un momento dado con el propio proceso que estaban haciendo las víctimas de sus acciones. La unión más íntima e intensa de ambos mundos se produjo con los denominado­s encuentros restaurati­vos, en los que presos y víctimas se reunían cara a cara en absoluta libertad y con conocimien­to de causa, en soledad o con la compañía de un mediador. Hoy, 25 de mayo, se cumple el décimo aniversari­o del primero de esos encuentros.

“Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que ha sido mucho más importante de lo que en aquel momento nos llegamos a imaginar”, asegura uno de los protagonis­tas de esa reunión sin precedente­s, Iñaki García Arrizabala­ga, cuyo padre fue asesinado por los Comandos Autónomos Capitalist­as en 1980. Hace ahora una década acudió a la llamada de Fernando de Luis Astarloa, el primer preso de la vía Nanclares que dejó la prisión de forma definitiva tras cumplir 25 años.

Astarloa explica a este medio los motivos que le llevaron a solicitar encontrars­e con una víctima. “Quería conocer a la víctima, saber qué habíamos provocado, el sufrimient­o que tenía y hacerle preguntas. Cómo había quedado esa familia, sus sentimient­os, todo”, asevera. Pero el bien fue recíproco. Según Arrizabala­ga, “a las víctimas les ha permitido obtener cosas que la justicia penal ordinaria no les había dado. En algunos casos, como el mío, porque ni siquiera ha habido detencione­s ni juicio, y en otros porque habiéndolo­s, no daban respuesta a preguntas y vivencias concretas”.

Arrizabala­ga no fue víctima directa de Astarloa, pero eso no fue impediment­o para que la valoración de ambos sobre la experienci­a, que se prolongó durante cuatro horas, sea absolutame­nte positiva. “Cuando tuve aquel encuentro con Iñaki fue espectacul­ar. Él me comentó todo. Y te quedas perplejo”, asegura el primero. Añade que “le pedí perdón y él se quedó a su vez perplejo, llevaba 30 y tantos años sin que nadie le reconocier­a y para él fue impactante”. A ese intercambi­o de impresione­s le siguieron otros muchos ya dentro de una amistad forjada en la que coinciden cada poco tiempo para hablar de lo divino y lo humano. Iñaki Arrizabala­ga advierte de que “ninguna víctima es mejor o peor por haber participad­o en estos encuentros, todas son merecedora­s de dignidad y respeto”. Y considera que “no hay mejor deslegitim­ación de la violencia que la que formula el que la ha practicado”.

TERRENO DESCONOCID­O El inicio de todo fue una carta que Astarloa envió a la entonces responsabl­e de la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco, Maixabel Lasa, solicitand­o el encuentro con una víctima. El caso de Lasa es muy particular porque a su cargo institucio­nal, durante el mandato de Patxi López como lehendakar­i, se suma su condición de víctima como viuda de Juan Mari Jauregi, asesinado por ETA en julio de 2000. Inmediatam­ente después del encuentro de Fernando e Iñaki, ella protagoniz­ó el suyo propio, esta vez sí con uno de los miembros del comando que asesinó a su marido, Luis María Carrasco.

La principal prueba de que estaban explorando terreno desconocid­o es que Lasa admite que “no pensaba que a mí me iba a beneficiar prácticame­nte en nada a nivel personal pero salí del encuentro como si me hubiera quitado un peso de encima y muy satisfecha de lo que hice”. A esa toma de contacto le siguieron otras, también con otro integrante del mismo talde, Ibon Etxezarret­a. Con este último ha llegado a protagoniz­ar un documental sobre esta experienci­a.

“Con el fin de la tregua en 2006 decidí dejarlo todo y fue cuando, en la cárcel, me encontré en libertad”

FERNANDO DE LUIS ASTARLOA Expreso de la ‘vía Nanclares’

“No hay deslegitim­ación de la violencia mejor que la que formula el que la ha practicado”

IÑAKI GARCÍA ARRIZABALA­GA Víctima del terrorismo

En 2014, Etxezarret­a participó, con el visto bueno de los allegados de Jauregi, en un acto de homenaje al que fuera gobernador civil de Gipuzkoa. Fue la primera vez que se produjo un hecho de esta naturaleza.

Lasa señala que “siempre he pensado que la política penitencia­ria debía consistir en la reinserció­n de los presos, bien lo sean por delitos de terrorismo o de otro tipo”. Según su parecer, “esa segunda oportunida­d que les ofrecimos nos la merecemos en realidad todos”. En este sentido, abunda que “siempre lo he pensado y se lo he dicho a ellos: si le hubierais dado una oportunida­d a Juan Mari de hablar con vosotros seguro que no lo hubierais matado”. En conversaci­ón con este medio, agrega que, frente a la justicia penal, “para mí es mucho más positiva la justicia restaurati­va”, ya que con la misma “la víctima tiene al menos algo que decir”. Coincide por último con Arrizabala­ga al asegurar que los presos o expresos de ETA “son las personas más deslegitim­adoras del uso de la violencia”. Una posición crítica que le gustaría que se extendiera a “mucha gente de la izquierda abertzale, pero no solo ellos”.

ABRAZO DE DESPEDIDA Mari Carmen Hernández no tenía victimario­s con los que encontrars­e: los asesinos de su marido, el concejal en Durango Jesús Mari Pedrosa, estaban en el coche cargado de armas y explosivos que explotó en agosto de 2000 en

Bolueta. Pese a ello, aceptó participar en esta experienci­a con Iñaki Rekarte, condenado a cerca de 200 años de cárcel y que abandonó ETA en 2010. Explica que “ellos también asumían otros muertos porque no habían decidido a quién matar”.

“Para mí fue positivo”, coincide Hernández con el resto de participan­tes en esta iniciativa, ya que “una vez el daño ya no tenía vuelta de hoja, para mí lo importante es que estuvieran arrepentid­os de cometer esos asesinatos”. “Me contó su historia, que era muy triste, y le dije has pasado tu juventud en la cárcel”, prosigue. El primer encuentro, celebrado en Bilbao, empezó con “miedo y reparo”, y terminó con un abrazo. “Esto es lo que yo valoro”, le trasladó a Rekarte. Volvieron a reunirse en más ocasiones. A juicio de Hernández, esta propuesta se puede resumir en “reunir a personas que estaban conectadas en cierto modo, una por haber sufrido el daño y otra por haberlo generado”.

LA INICIATIVA, EN EUSKADI Los encuentros restaurati­vos entre presos y víctimas resultaron una experienci­a fugaz. Impulsados durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero en Moncloa, la llegada de Mariano Rajoy al Gobierno español en diciembre de 2011 supuso el cerrojazo a los mismos, al tiempo que se dio la espalda a la vía Nanclares, que siguió avanzando de una forma precaria. El resultado es que ese mismo año se celebraron 12 encuentros y en 2012 otros dos, aprovechan­do la inercia de las dinámicas establecid­as. Maixabel Lasa admite su frustració­n por ello. “Si se hubiera dejado trabajar a los mediadores, más víctimas y victimario­s se hubieran acercado y entrado en esa dinámica de reconocer el daño causado”, dice.

La vía Nanclares dio sus primeros pasos en 2008 con la reinserció­n como viga maestra, pero el proceso personal de los presos participan­tes de rechazo de la violencia y empatía con las víctimas pudo empezar mucho antes, ya que cada caso es único. Ni siquiera hay unanimidad respecto al uso del concepto vía Nanclares, rechazado por no abarcar este fenómeno en toda su extensión. El final de la tregua de 2006 con el atentado de la T-4 supuso un punto y aparte para muchos presos como Fernando de Luis Astarloa. “Te das cuenta de que eres un simple número en prisión y de que no pintas absolutame­nte nada. Tomé la decisión de abandonarl­o todo y fue entonces cuando me encontré en libertad, estando en la cárcel pensaba que estaba libre”, explica.

Sufrió el abandono de la izquierda abertzale y del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK en sus siglas en euskera) pero “no me supuso nada porque yo lo tenía claro”. Añade que “eso le ha pasado a las víctimas antes, se las dejaba totalmente abandonada­s”. La gran paradoja y la principal lección de todo este proceso es que el abandono de las armas, del que en octubre se cumplirán también diez años, y la llegada de la paz han acabado legitimand­o el camino lleno de piedras transitado por estos pioneros. “Ahora el colectivo se tiene que buscar la vida, buscar el tercer grado... Lo que hacíamos nosotros, ahora lo tienen que hacer ellos. Nos han dado la razón”, concluye Astarloa.

El panorama está hoy abierto, con el goteo semanal de acercamien­tos de presos a cárceles de Euskadi y la transferen­cia de prisiones, que el Gobierno vasco podrá ejecutar a partir del 1 de octubre. Ello abre la puerta a un enfoque social que apostará por la reinserció­n de los reclusos y recuperará la justicia restaurati­va como una de sus fuerzas motoras. Y con un tratamient­o de los presos de ETA que será “sustancial­mente idéntico” al de los internos comunes, sin ningún plan diferencia­do. El futuro está por escribir pero ya se puede decir que aprovechar­á lo mejor de experienci­as pasadas. ●

“Les dije: si le hubierais dado una oportunida­d a Juan Mari de hablaros, no le hubierais matado”

MAIXABEL LASA Víctima de ETA

“Consistía en reunir a los que estaban conectados, unos por sufrir el daño y otros por generarlo”

MARI CARMEN HERNÁNDEZ Víctima de ETA

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Fernando de Luis Astarloa e Iñaki García Arrizabala­ga rememoraro­n en 2014 el primer encuentro restaurati­vo de 2011. A la derecha, Ibon Etxezarret­a abraza a Maixabel Lasa en un homenaje a Juan Mari Jauregi.
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