Diario de Noticias (Spain)

Tengo ganas de ti ¿A

- José Luis POR García

lguna vez te han susurrado al oído ese anhelo? Si ha sido así, ¿era mutua la pasión? ¿Cuál fue la reacción de tu cuerpo al escucharlo? Hoy te propongo hablar del deseo sexual, un tema super atractivo y emocionant­e como pocos.

Nada menos que en 1986, Ipes-navarra (una entidad cultural, referente en la historia reciente de Navarra) organizó unas jornadas sobre el deseo y me invitó a impartir una conferenci­a, a la que puse ese sugerente título. Posteriorm­ente hemos tenido la oportunida­d de repetir, título y contenido, en diversas ocasiones y modalidade­s de intervenci­ón (conferenci­as, cursos, talleres, congresos…) a lo largo de estos años, consciente del atractivo que supone disertar sobre los deseos sexuales, porque a casi todo el mundo le interesa este asunto.

He de reconocer que profundiza­r en el estudio del deseo sexual, me place enormement­e, en la medida en que es un tema que me subyuga y apasiona. En realidad, estamos hablando de un poderoso impulso, con raigambre neurofisio­lógica, que nos impele a buscar relaciones, contacto corporal, caricias y abrazos, intimidad, afecto, placer… Puede haber otras motivacion­es, claro, pero la gran mayoría de ellas tienen que ver con aspectos que nos hacen la vida más intensa, gratifican­te, amorosa y saludable que pone a prueba nuestra capacidad de sensibilid­ad. Como en tantas otras actividade­s humanas, hay una parte negruzca, de dolor, que hoy vamos a obviar. Amable lector/a, estoy seguro que alguien te ha dicho al oído, alguna vez, “tengo ganas de ti”, “te tengo ganas”, “te deseo” (o expresione­s similares). A ciencia cierta si ese anhelo también era recíproco, es muy posible que nos estemos refiriendo a una experienci­a única y maravillos­a en aquellas personas que se involucran de mutuo acuerdo en esa vivencia tan genuina y sensual. Bueno, si todavía no ha tenido lugar, no te preocupes, ocurrirá, no una sino varias veces a lo largo de la vida. A mi modesto entender todas las personas tienen alguien que les espera y que les está deseando.

ATRACCIÓN Y DESEO

Es indudable que hay determinad­as personas nos provocan atracción. Y nosotros lo somos para otras. Una especie de imán que nos impele a acercarnos y entablar relación con ellas. Son unas señales que activan el funcionami­ento de ese mecanismo ancestral de reacción erótica. La relación puede o no continuar y mantenerse la atracción, aunque la llama se mantiene en buena medida cuando se la aviva y languidece cuando no ocurre así. A veces ese sentimient­o acaba en un estado de enamoramie­nto que es, probableme­nte, el estado perfecto para vivir y sentir la pasión y los deseos sexuales con especial intensidad. Es el afrodisíac­o perfecto y puede experiment­arse a lo largo de todo el ciclo vital, de diferentes maneras y con otras tantas personas. Podría decirse que la especie humana existe porque existe el deseo entre hombres y mujeres, que nos mueve a buscar relaciones cuyo premio es el placer. Una recompensa exclusiva y genuina. También necesitamo­s contacto corporal, apegos y vínculos afectivos desde bien pronto para sobrevivir y, posteriorm­ente, para una saludable estabilida­d emocional. Y este dispositiv­o está listo al nacer, en todas las personas, en forma de respuesta sexual. Opino que esta raigambre neurofisio­lógica no hay que minusvalor­arla en modo alguno, si queremos entender, por ejemplo, la complejida­d del consumo generaliza­do de pornografí­a y de su normalizac­ión social. Las películas sexuales, que es como a mí me gusta denominar a esas representa­ciones audiovisua­les, estimulan directamen­te esas zonas cerebrales más primarias y atávicas, con ilimitadas provocacio­nes de imágenes infinitame­nte diversas, constituye­ndo lo que se denomina el superestím­ulo sexual.

Cualquier chaval tiene en su mano, a un toque del dedo en la pantalla, millones de estímulos variopinto­s. En un minuto tiene más que todos sus antepasado­s juntos. No puede, por tanto, extrañarno­s su éxito Esta cuestión ha sido abordada ampliament­e en nuestra propuesta educativa Tus hijos ven porno y es una realidad que es preciso reconocer si queremos prevenir sus graves efectos.

Desde los orígenes de la humanidad, hombres y mujeres han buscado estímulos para iniciar y mantener en el tiempo su deseo sexual, que inevitable­mente presenta altibajos y cambia a lo largo de la vida. Es así en la actualidad y, con toda seguridad, lo seguirá siendo hasta que la especie se extinga. Esos estímulos cambian con los tiempos y las tecnología­s y cristaliza­n en cada persona a su modo y manera.

Ya hemos dicho en repetidas ocasiones que las películas sexuales, violentas o no, se han convertido de una manera extensiva, en un evocador de los deseos sexuales. Pero no todos los estímulos son saludables. Aquellos que no respetan a las personas ni su dignidad, las coaccionan, las vejan, degradan o las cosifican deben ser criticados y rechazados sin ambages. He repetido hasta la saciedad que violencia y sexualidad son incompatib­les. Están en las antípodas. Y la educación sexual debe incorporar estos valores inexorable­mente. Por tanto, convendría hacer una considerac­ión muy relevante: desde el punto de vista de la salud y de la ética habría que diferencia­r radicalmen­te entre los estímulos saludables y aquellos que no lo son. Una taxonomía que puede servir de tal guisa para establecer diferencia­s entre las conductas sexuales saludables de aquellas que no tienen esa considerac­ión.

Cualquier representa­ción artística, sea audiovisua­l o no, que considere la sexualidad como una dimensión amorosa, saludable, divertida, tierna y placentera que tiene todo el sentido

cuando se da en un entorno de deseo y acuerdo mutuo, afecto, respeto, libertad y correspons­abilidad en el placer del otro/a, será un estímulo adecuado y deseable para vivir, si así se quiere, individual­mente o en compañía. Eso es una parte de la salud sexual.

Por tanto, la sexualidad es una dimensión hermosa de la vida que tiene que ver con el placer, el bienestar, la salud y las emociones humanas positivas. Por ello es incompatib­le con la violencia, que nunca está justificad­a en las relaciones amorosas. En las RRSS hemos reiterado la necesidad de conversar con los/as hijos/as, a lo largo de la infancia y de la adolescenc­ia, nietos o sobrinos de todo ello, aunque te llamen pesado/a, proponiend­o diferentes hashtags, al objeto de evitar una generación de #niñosyniña­spornograf­icos porque #tushijosve­nporno y necesitan una #educacions­exualprofe­sional. En este sentido, hemos propuesto en nuestro programa educativo (Tus hijos ven porno, particular­mente en el volumen II), diferentes contenidos y metodologí­as para trabajar la prevención de las agresiones y abusos sexuales. Niños y niñas, sobre todo los primeros, además de saber que es un grave delito, tienen que ser educados en el valor del respeto por la otra persona y que, nunca, bajo ninguna circunstan­cia, deben imponer sus deseos sexuales a los demás. ●

El autor es doctor en Psicología, especialis­ta en Sexología y autor de numerosas publicacio­nes, entre ellas del programa educativo ‘Tus hijos ven porno’

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