El estadista Pablo Casado pincha en Ceuta
EL TIRO POR LA CULATA – Produce entre ternura, escalofríos y repugnancia la imagen de Pablo Casado jugando a ser estadista en Ceuta. Justo, vaya por Dios y por Alá, al día siguiente de la imputación de su prestamista de votos en las primarias del PP, María Dolores de Cospedal. Y con su antecesor, Mariano Rajoy, en la antesala del despacho del juez García Castellón. En ese contexto costaba todavía más creerse al líder del PP en su excursión turística para revolver el río. El coleccionista de másteres de pega había ido a dar lecciones de geopolítica y a los malandrines plumíferos no se les ocurría otra cosa que preguntarle por los marrones del partido que preside, por mucho que quiera escurrir el bulto. Diremos, por lo menos, que su presencia en la castigada ciudad norteafricana sí ha tenido el efecto de hacer volver allí a las cámaras que plegaron cuando dieron por terminado el morboso espectáculo de los migrantes siendo utilizados como carne de cañón por Mohamed VI en su réplica a escala de la Marcha Verde de 1975.
EL PROBLEMA SIGUE AHÍ – Porque la cuestión es que en Ceuta no han dejado de pasar cosas muy graves después de la salida de la mayor parte de los enviados especiales. Siguen allí centenares de criaturas que no pueden o directamente no quieren volver a su lugar de origen. Se quedaron fuera de la seguramente muy bienintencionada pero poco presentable subasta de menores –yo me quedo seis, ponme cuatro a mí, pues yo me llevo ocho– entre las comunidades autónomas. Y la amenaza es que en cuanto al sátrapa se le ponga en la punta de la chilaba, habrá una nueva oleada. El problema de fondo dista mucho de haberse arreglado. Marruecos vive del chantaje a sus vecinos del norte y aprovechará la menor oportunidad que se le presente para seguir haciéndole.
LO DE GHALI – Y aquí es donde procede subrayar la torpeza del asilo supuestamente humanitario al oscuro líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. Si fue de película de serie Z su acogida ordenada por Argelia –servidumbres ante el principal suministrador de gas–, no le ha ido a la zaga la devolución del personaje desde el aeropuerto de Noáin porque el primer avión que pretendía recogerlo en Logroño se dio la vuelta cuando lo pillaron con el carrito del helado. Por cierto, este es el minuto en que sigo perplejo ante el silencio de nuestras numerosas y para mí, en general, muy respetables asociaciones de solidaridad con el Sahara sobre las gravísimas acusaciones que penden sobre Ghali, al que se pinta como un desalmado vulnerador de Derechos Humanos. ●