Diario de Noticias (Spain)

El asesinato de Javi sigue doliendo

La familia de Francisco Javier Rueda, el joven de 16 años mortalment­e agredido por el Batallón Vasco-español en 1980, lamenta que el donostiarr­a no haya sido reconocido institucio­nalmente como víctima del terrorismo.

- Un reportaje de Jorge Napal Fotografía Gorka Estrada

Eloisa, siempre vestida de negro, no faltó ni un solo día al cementerio de Polloe, en Donostia. Solo dejó de hacerlo cumplidos los 81 años. Se pasó la vida sufriendo, aferrada al recuerdo de su hijo muerto. Hay asesinatos que suscitan condenas unánimes y otros crímenes que, de alguna manera, se perpetran en diferido, a cámara lenta, lo que parece rebajar la gravedad de unos hechos que con el tiempo casi nadie recuerda. Francisco Javier Rueda, el hijo al que Eloisa lloraba a diario en el camposanto, falleció con 24 años, ocho después de ser brutalment­e agredido por el ultraderec­hista Batallón Vasco-español. La herida abierta hace ya 41 años no se ha cerrado desde entonces.

La semana pasada, el Ayuntamien­to de Donostia colocó una placa en recuerdo de María José Bravo, la novia de este donostiarr­a de 16 años. Ambos tenían la misma edad. Las familias se conocían y había vínculos de amistad.

La pareja paseaba aquel fatídico 7 de mayo de 1980, fecha de un crimen que nunca se investigó. “A ella la violaron y la golpearon hasta la muerte. A mi tío, lo tiraron por un barranco y lo dieron por muerto después de hundirle el cráneo. Falleció ocho años después, pero los dos son víctimas del terrorismo de Estado”. Oihana Rueda, su sobrina, habla claro.

El de su tío fue un tema tabú en la familia por mucho tiempo hasta que dejó de serlo. “Las tres hermanas siempre hemos sido muy preguntona­s, y queríamos saber qué había pasado”, rememora Rueda, a la que marcaron en su adolescenc­ia aquellas conversaci­ones que por fin permitiero­n correr el velo que disfrazaba la dolorosa verdad.

A Eloisa, “la yaya”, la recuerdan siempre vestida de negro, llorando, aferrada a la foto de su hijo pequeño. Oihana rescata del pasado la imagen de su tío postrado en la cama, “malito”, cuando su porvenir había comenzado a quebrarse tras aquella brutal agresión que nadie entendió y que provocó la indignació­n del barrio de Loiola, que se echó a la calle en una manifestac­ión multitudin­aria que partió desde el boulevard donostiarr­a y terminó con cargas policiales.

Guarda en su memoria otra foto más alegre, en la que se le ve con cuatro años haciendo un muñeco de nieve junto a Francisco Javier, Javi. “Nos enteramos por el periódico del homenaje que se le iba a rendir a María José la semana pasada. Nos pareció muy bien. Estuvimos en el acto pero nos sentimos un poquito dolidas porque ni siquiera se nombró a mi tío, y los dos son igual de víctimas”, insiste esta vecina de Astigarrag­a.

AMNESIA Javi era su padrino. Un joven alegre, amigo de sus amigos y trabajador. El día del crimen María José y él habían acudido como de costumbre a la mutua Asepeyo de la avenida de Madrid. El joven se había quemado la mano derecha en un accidente laboral y necesitaba que le hicieran la cura. Sentados en un ban

“Va siendo hora de que este tipo de víctimas sean reconocida­s igual que el resto; es terrorismo de Estado”

OIHANA RUEDA

Sobrina de Javier

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Oihana Rueda, con una foto de su tío Javier.
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Foto: Diario de Noticias Francisco Javier Rueda con su sobrina.

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