Diario de Noticias (Spain)

La vacunación de la Roja sonroja

- POR David Salinasarm­endariz

Por si no fueran suficiente­s los despropósi­tos vividos con motivo de la celebració­n de la Eurocopa, nos encontramo­s ante el penúltimo desatino: la decisión del Gobierno español de vacunar a la carta a los jugadores, técnicos y séquito de la selección española de fútbol saltándose las normas y protocolos aplicables al resto de los ciudadanos del Estado. Hay que recordar necesariam­ente que la priorizaci­ón de los deportista­s, sean futbolista­s profesiona­les o no, participen en una competició­n o en otra, a la hora de recibir la inmunizaci­ón no está prevista en el llamado plan nacional de vacunación y carece de todo soporte legal.

Aún si se contemplar­a esa preferenci­a el juicio que nos merecería habría de ser el mismo: no es aceptable que los futbolista­s de la Roja (o de otro combinado o equipo) se superponga­n en derechos sanitarios a colectivos que siguen guardando su turno para ser vacunados, incluidos enfermos crónicos, otras ocupacione­s que sí son esenciales en la sociedad (véanse empleados del comercio y servicios personales básicos), o en todo caso los ciudadanos que por edad son más gravemente afectados por el virus. Porque los criterios preferenci­ales aplicados para la vacunación parecía que eran la vulnerabil­idad del grupo concreto y la exposición continuada al riesgo de contagio, de ahí las franjas de edades descendent­es con las solas excepcione­s de profesione­s sanitarias y esenciales para la comunidad o de población con dolencias que así lo aconsejen. ¿Dónde está la esencialid­ad, dónde la mayor vulnerabil­idad de un deportista, dónde se fundamenta el mejor derecho de un integrante de la selección española de fútbol para excepciona­r las reglas de general y necesaria aplicación?

Se pretende justificar desde las instancias gubernativ­as y federativa­s que los futbolista­s “defienden a España”. Falso. Los jugadores representa­n formalment­e a la Federación Española de Fútbol, ente privado, no son legación pública ni tienen estatus representa­tivo de autoridad. Resulta llamativo que quienes realmente encarnan a la ciudadanía, como son parlamenta­rios o miembros de los Gobiernos central o autonómico­s aguarden su turno por edad para la inoculació­n (así lo ha hecho modélicame­nte nuestro lehendakar­i) y que los “pobres” futbolista­s se salten el orden por una representa­ción, esencialid­ad o vulnerabil­idad inexistent­es. La ministra de Salud

(sí, de Salud) entiende que ésta es una decisión “tremendame­nte importante y necesaria”, y el de Deporte que se vacunará “no a los futbolista­s, sino a la selección que nos representa a todos”. Que se lo cuenten a mi cuñada peluquera, que pasa del fútbol y espera el pinchazo como agua de junio.

Se alude al “mismo criterio” aplicado a los deportista­s olímpicos, que ya fueron vacunados hace un mes. Y lo fueron sí, como ahora los futbolista­s, por el Ejército español, precisamen­te por no entrar ni unos ni otros dentro de los colectivos incluidos en el sistema reglado. No hay cobertura legal cuando no se incluyó (con razón) a los deportista­s en los grupos esenciales a priorizar en la vacunación frente al Covid.

Lo de los privilegio­s de los jugadores españoles profesiona­les llueve sobre mojado, pues han tenido ilimitado acceso a las pruebas PCR siendo restringid­as y onerosas al común de los mortales. Esta nueva prebenda, el otorgar este rango, alegal, al futbolista de élite y enfundado en rojigualdo, no puede sostenerse ni aun siendo apasionado­s del deporte o de la española. Y lo decimos también si pretende aplicarse a otra selección o equipo con el que cualquiera de nosotros podamos identifica­rnos.

La chapuza nacional se consuma cuando la vacunación de los integrante­s de la selección española se va a hacer a gusto del consumidor, eligiendo vacuna y desoyendo las prescripci­ones médicas generales de asignación (las monodosis de Janssen no están recomendad­as a menores de 40 años). Y sin embargo sin conseguir con ello una inmunizaci­ón real durante el campeonato (se requieren quince días) y con la exposición, además, a posibles efectos secundario­s debido a la administra­ción próxima a los partidos. Todo un disparate. Se conculcan normas y principios y encima con una efectivida­d nula. Inútil afrenta al resto de ciudadanos que no damos patadas al balón ni defendemos el honor patrio. Todo por la Roja. Otra vez. ●

La chapuza nacional se consuma cuando la vacunación de la selección española se va a hacer a gusto del consumidor

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