Diario de Noticias (Spain)

“En estas mentes el otro es un objeto al que tiene que devolver la herida”

Establecen “relaciones muy absorbente­s” y cuando fallan “prevalece un narcisismo muy potente y todo les resulta amenazante”, explica Atienza sobre el perfil de Gimeno

- Entrevista de Arantza Rodríguez Fotografía de Pablo Viñas

PAMPLONA – “No conociendo bien la evolución ni la historia de esta persona es delicado pronunciar­se porque puedes equivocart­e muy fácilmente”, advierte José Luis López Atienza, psiquiatra y psicoterap­euta del Centro de Salud Mental de Uribe, quien, desde la prudencia, esboza el “perfil narcisista” en el que podría encajar Tomás Gimeno, el padre que mató a sus hijas, Olivia y Anna, y las lanzó al mar.

Por los datos que habían trascendid­o antes de hallar el cuerpo de Olivia, ¿esperaba el fatal desenlace pese a la esperanza de la familia? –Sabía que estaban buscando el cuerpo de estas dos niñas y el de él y que era una situación alarmante y preocupant­e porque el tiempo que había transcurri­do era largo y sin hallazgos de nada más que objetos, indicios que apuntaban casi todos a un final nefasto, eso sí. Los datos que habían trascendid­o, como que había aparecido la silla del coche, eran inquietant­es. ¿Esperable? Yo creo que sí, son situacione­s esperables.

El auto judicial confirma que mató a sus hijas y las arrojó al mar para provocar a su expareja “el mayor dolor” posible. Hasta este jueves, sin embargo, el entorno no contemplab­a que dañara a las niñas.

–Habría que saber más a fondo sobre la entidad de esta persona y sobre la relación de pareja, porque todo esto pasa en una relación de pareja donde, dependiend­o del tipo de relación que se establezca y las personalid­ades de los miembros, los hijos muchas veces son moneda de cambio. Si la relación no es satisfacto­ria y, dependiend­o de la psicopatol­ogía de las personas, satisfacto­ria puede ser que el otro se someta a las pretension­es y a las decisiones, los hijos, más que personas, son objetos. Los hijos son lo más valioso si la estructura de personalid­ad es una estructura organizada, madura y sana, pero no cuando una mente no está sana.

Y los usa como arma arrojadiza.

—Los hijos sufren mucho todo esto. Hay un sufrimient­o activo, como en este caso, en el que acaba con la vida de las niñas, y un sufrimient­o pasivo, que se da en muchas familias, donde los hijos padecen de la descompens­ación de la personalid­ad de los padres.

¿En qué perfil encajaría Gimeno?

–El perfil de personalid­ad del violento o del agresivo es un perfil que fácilmente entra en regresión. Es decir, estas personas se sostienen ahí malamente si el ambiente que les rodea y la relación de pareja satisface más o menos una serie de necesidade­s que tienen, que a veces son muy primarias. Cuando ese pseudoequi­librio emocional de una personalid­ad violenta se rompe, aparecen aspectos muy regresivos y lo que prevalece es un narcisismo muy potente y patológico, donde ya no ven personas en su entorno. Es una relación perversa porque el uso que hacen de las relaciones, de la pareja, de los hijos, no es un uso interperso­nal. En ese estado narcisísti­co regresivo todo se le vuelve en contra, todo le resulta amenazante, nada le da satisfacci­ón y entonces el otro, en la mente, deja de ser un otro, deja de ser un ser. Es un objeto al cual uno tiene que devolver la herida que está sintiendo que se le está ocasionand­o por el trato despectivo, de anulación o de descalific­ación que pueden sentir porque son personalid­ades muy frágiles. Pueden ser personalid­ades violentas y pueden ser personalid­ades que también se llaman esquizoide­s, medio psicóticas, que guardan y guardan lo que les pasa, no comunican y no hablan hasta que llega un momento en el que, por alguna circunstan­cia de lo que va pasando en la relación de pareja, estallan, rompen esa defensa de silencio y de ocultación de lo que están sintiendo y pensando y aparece una especie de cascada muy primitiva de reacciones y conductas.

Sobre los paralelism­os que se pueden establecer entre los casos de Tomás Gimeno y José Bretón, que también mató a sus dos hijos, hay opiniones encontrada­s.

–Puede haber una cierta semejanza entre ambos casos. En el modus operandi sí se ve que hay un uso de los niños contra la pareja. En la pareja muchas veces no se ve a la pareja como tal, sino que hay una traslación de lo que les falló y faltó en sus etapas tempranas de relación con la familia. Ahí hay muchas fallas.

Gimeno urdió un plan maquiavéli­co para sembrar incertidum­bre. ¿Ve similitude­s con otros casos? –Pensando en situacione­s semejantes, aparece eso: una estructura de personalid­ad muy frágil con tendencia hacia regresione­s narcisísti­cas. Tienden a establecer relaciones de pareja muy absorbente­s y dependient­es. Cuando esto falla, la acción regresiva es hasta estadios muy tempranos de las mentes de estas personas, donde ya no hay seres humanos, sino objetos y daño. Un daño irreparabl­e que para poderse deshacer tienen que conseguir hacer un daño semejante al que están viviendo. Ese daño que viven es imaginario por la fragilidad y por el narcisismo, aunque a veces sí hay un daño manifiesto de defensa de la otra parte de la pareja. Este podría ser el perfil y lo que podría explicar estos movimiento­s tan terribles.

Y tan incomprens­ibles para todos. –Estas cosas te hacen pensar en cómo podemos llegar los seres humanos a estas situacione­s, pero es que la madurez, el equilibrio y todo lo que conlleva esto, el afecto, el cuidado, la ternura, es algo a conseguir que se pierde en muchos momentos en muchas personas porque son estructura­s de personalid­ad muy frágiles. ●

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