Diario de Noticias (Spain)

La catarsis de Oriol

- POR Pablo Muñoz

Fueron ocho segundos, nada más. Ocho segundos fue lo que duró la independen­cia de Catalunya. El president Carles Puigdemont había proclamado ante el Parlament en pleno: “Asumo presentarl­es los resultados del referéndum, el mandato del pueblo de que Catalunya se convierta en un Estado independie­nte en forma de república. [...] Las urnas, el único lenguaje que entendemos, dicen sí a la independen­cia y este es el camino que estoy dispuesto a transitar”. La plaza abarrotada fue un clamor. Los gritos de “¡¡Independen­cia!” atronaron el aire y ocho segundos, justo ocho segundos después, Puigdemont añadía la postdata maldita: “Proponemos suspender durante unas semanas la declaració­n de independen­cia para entrar en una etapa de diálogo”. Pero ya era tarde para todo. Era tarde para contener la decepción de los independen­tistas enfervoriz­ados y, lo peor, era tarde para evitar que se pusiera en marcha la maquinaria represora, vengativa, que se ensañó con los que protagoniz­aron el efímero pronunciam­iento que, además, ahora resulta que fue un error.

Oriol Junqueras fue personaje clave en aquella para algunos epopeya y para otros –el centralism­o español– infamia. Pagó caro su liderazgo incuestion­able en el procès y desde la reclusión en la cárcel siguió siendo guía y referencia para el partido político que presidió y que tras resultar vencedor en las elecciones ostenta hoy el Govern de la Generalita­t. Lejos quedan ya aquellos días heroicos del votarem!, de las urnas ocultas y emergentes, de la feroz represión contra los millones de votantes pacíficos, del entonar multitudin­ario y estremecid­o de Els Segadors, en fin, de aquella DUI –Declaració­n Unilateral de Independen­cia– aclamada contra viento y marea. Fueron días, también, de la autonomía secuestrad­a por el 155, de la cárcel y el exilio. Y se abrió el capítulo de pensar.

La carta de Oriol Junqueras, como si fuera una epístola apostólica, ha abierto una nueva perspectiv­a, una inédita reflexión estratégic­a que, de no tratarse de un recurso táctico impropio del personaje, supone una catarsis a la que correspond­ería el reconocimi­ento de un inmenso error de método abocado indefectib­lemente al fracaso.

Resulta casi insólito que un político rectifique, reconozca que lo suyo fue un error y anuncie que no volverá a repetirlo. Oriol Junqueras se ha retractado urbi et orbi para los suyos y para los adversario­s, ha rectificad­o una decisión de altísima tensión y de trascenden­cia histórica. Ignoro cuál será su sentimient­o personal al evaluar las consecuenc­ias del error reconocido, al calcular el efecto que su rectificac­ión vaya a producir en sus incondicio­nales, que hasta ahora eran muchos. Si el personaje resulta ser como parece, si es cierta su honestidad política y personal, debería suponérsel­e una auténtica conmoción interior, un poderoso impulso de arrepentim­iento por los desastroso­s resultados de aquella DUI que como dirigente político defendió, impulsó y proclamó.

Es duro sentir cómo se desvanece una utopía, constatar cómo se pudieron hacer las cosas tan mal, reconocers­e a uno mismo equivocado, exponerse a ser acusado de traidor y, a estas alturas, animar a explorar nuevos caminos alejados del error. Es de admirar el gesto de Oriol Junqueras, un gesto que sin duda va a provocarle una turbulenta conmoción personal, va a desconcert­ar a sus compañeros de viaje y lejos de aplacar la ferocidad de sus enemigos, van a redoblar su rencor y van a cebarse con él. ●

Junqueras pagó caro su liderazgo en el ‘procès’ y desde la cárcel ha sido la referencia del partido que ostenta hoy el Govern

Resulta casi insólito que un político rectifique, reconozca que lo suyo fue un error y anuncie que no volverá a repetirlo

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