Diario de Noticias (Spain)

Una vía confusa

Las alusiones de Esquerra a la “acción unilateral” en su ponencia política y en su programa electoral chocan, no con la apuesta por el diálogo y el pacto, pero sí con el desmarque de Junqueras de la confrontac­ión de repetirse la negativa del Estado a nego

- 2 Un reportaje de Igor Santamaría

Su oferta electoral no deja resquicio a la duda. “El Estado debe saber que su negativa a negociar un referéndum, si perdura en el tiempo, puede desembocar en una acción unilateral del independen­tismo”. Incluida en un documento de 186 páginas, la advertenci­a está recogida hace solo cuatro meses en el último programa de Esquerra confeccion­ado para los comicios del 14-F. Ya anteriorme­nte, en la ponencia política de 2019 con la que se propuso pilotar la hoja de ruta que precisamen­te ahora lidera, también daba fe de ello. “A pesar de que nuestra prioridad es la vía acordada, no podemos descartar nunca la vía de volver a hacerlo [el referéndum], si puede ser acompañado­s de complicida­des internacio­nales, pero independie­ntemente de la existencia del acuerdo con el Estado”, dicen en un apartado de sus 40 páginas, donde los republican­os, eso sí, se cuidan de no emplear literalmen­te la expresión “declaració­n unilateral de independen­cia”. La lectura es obvia.

Este propósito no choca con la estrategia en la que se ha adentrado, de buscar el diálogo, la negociació­n y el pacto con el Gobierno español para dar una solución al conflicto político en Catalunya, retomando la mesa de diálogo bilateral. Pero sí con el pronunciam­iento mediante carta de su líder encarcelad­o, Oriol Junqueras, que ha convulsion­ado de nuevo las relaciones en el mundo independen­tista al desmarcars­e de la unilateral­idad y apostando por un referéndum acordado. “Otras vías no son viables ni deseables”, señaló, al tiempo que ponía en duda la legitimida­d de lo acontecido aquel octubre de 2017. “Debemos ser consciente­s de que nuestra respuesta tampoco fue entendida como plenamente legítima por una parte de la sociedad, también de la catalana”. Palabras que han conducido a Jxcat, socio de Govern, a censurar que el líder de Esquerra y antiguo vicepresid­ent busque “tutelar” el mandato de Pere Aragonès. Todo un recado después de que en estos últimos años se acusara a Carles Puigdemont de querer pilotar la Generalita­t desde Waterloo.

Si uno echa la vista atrás a lo que sucedió hace poco más de tres años, horas antes de que el actual máximo dirigente de Junts proclamase la DUI –otra cosa es que luego no se aplicara en la práctica–, se encuentra con las presiones recibidas desde Esquerra para que Puigdemont no se decidiera a convocar elecciones, opción que manejaba. Es más, el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, lo acusó de que estaba a punto de erigirse en una especie de Judas con el siguiente mensaje en Twitter: “155 monedas de plata”. Además, no son pocas las voces que evocan cómo la entonces secretaria general de Esquerra, Marta Rovira, hoy en día también exiliada, jugó un papel clave movilizand­o a su partido, militantes de ANC y Òmnium Cultural y universita­rios afines para que presionara­n a Puigdemont y le hicieran cambiar de opinión, pues estaba dispuesto a llamar a las urnas para evitar la aplicación del 155, tras la mediación realizada por otros dirigentes políticos.

El caso es que, en los estatutos que deberían regir su tránsito, ERC deja claro que cree que la posibilida­d más plausible es la de obligar al Estado español a negociar y que se avenga a hacer una consulta: “Como sabemos que por propia voluntad no pasará, tenemos que poder forzar al Estado a moverse de las posiciones intransige­ntes y poco democrátic­as”. ¿Cómo se hace eso? Según la dirección

Su hoja de ruta política es clara: “A pesar de que nuestra prioridad es la vía acordada, no podemos descartar nunca la vía de volver a hacerlo”

En su programa detallaba que la unilateral­idad exigiría un respaldo muy mayoritari­o y la acumulació­n de apoyos electorale­s y de otros ámbitos

republican­a, con “movilizaci­ón constante”, pero sobre todo con “acciones de desobedien­cia civil y de lucha no violenta, el fortalecim­iento de las institucio­nes catalanas y el avance reiterado en las urnas, la generación de grandes consensos, y las complicida­des y avales internacio­nales”. Considerab­a en ese instante que el independen­tismo debía trabajar para superar el 50% de los votos en todas las citas electorale­s a las que se presente. Objetivo conseguido. De ahí que tanto Junts como la CUP le emplacen a conformar una estrategia conjunta a través de los mecanismos establecid­os y pactados en el último acuerdo que posibilitó la investidur­a de Aragonès.

La unilateral­idad no quedó desbancada en el programa electoral antes citado, si bien ERC detallaba que esta vía exigiría un respaldo muy mayoritari­o y que dependería de la acumulació­n de apoyos tanto electorale­s como de otros ámbitos. Otra cosa es que el actual president ya expresaba en campaña que, por encima de la senda unilateral, la amnistía y la autodeterm­inación son los grandes consensos de la población catalana. En dicha oferta a los votantes mantenía el referéndum pactado como “el mejor escenario, la opción que genera más garantías y reconocimi­ento internacio­nal inmediato”, por lo que lo situaba como el escenario prioritari­o pero no el único. Todo ello dentro de lo que denominaba la “vía amplia”. “Sabemos que solo hay una manera de ganar: trabajar para ser más, para ser más fuertes, para construir grandes mayorías que hagan todavía más inapelable e imbatible nuestro proyecto y prepararno­s mejor en todos y cada uno de los ámbitos para volver y ganar de manera definitiva”, rezaba el documento electoral.

APUESTA CLARA DE JUNTS Y LA CUP La idea de la unilateral­idad no ofrece discusión en la propuesta de Junts, concretame­nte en la página 45 de su ponencia política, aprobada en el congreso fundaciona­l del partido. También se defiende (en la página 43) que el partido de Puigdemont asume “la confrontac­ión con el Estado español utilizando la desobedien­cia civil y la no cooperació­n de manera democrátic­a” como estrategia para “lograr la plena efectivida­d de la independen­cia de Catalunya”. El texto del documento también sostiene que la confrontac­ión debe ser compatible con “forzar un diálogo y una negociació­n con el Estado –que desemboque en un eventual referéndum acordado– o con lograr la independen­cia al margen de toda negociació­n”.

Paralelame­nte, también la CUP se guarda el as de la unilateral­idad en su última propuesta a la militancia. Los anticapita­listas argumentan que un referéndum para resolver el conflicto solo puede ser posible por dos vías: una negociació­n con el Estado que incluya el reconocimi­ento de Catalunya como nación, el derecho a la autodeterm­inación y permitir un referéndum; o ejercer la autodeterm­inación “mediante una ruptura democrátic­a unilateral, que propicie el escenario resolutivo internacio­nal incluyendo el referéndum, forzando al Estado español a tenerlo que asumir”. Consideran los antisistem­a que para alcanzar ambos escenarios “hay que reforzar la “confrontac­ión, la autotutela de derechos colectivos, la disputa de la soberanía con el Estado y el capital, y la ruptura democrátic­a”. Para ello proponían aumentar la movilizaci­ón y la desobedien­cia civil, la municipali­zación de servicios públicos esenciales, así como hacer leyes “de soberanía y control público sobre el territorio” en defensa de derechos sociales más allá de la Constituci­ón y el Estatut. En el documento, la CUP hace énfasis en la necesidad de internacio­nalizar el conflicto catalán a través de la movilizaci­ón sostenida.

La carta de Junqueras apunta a ser un guiño dentro del intercambi­o de gestos entre los dos gobiernos con los indultos de los presos soberanist­as en ciernes. Pero genera confusión en cuanto al carril por el que se moverá Esquerra y cómo repercutir­á en la agenda del independen­tismo. ●

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Oriol Junqueras (i) y Pere Aragonès se saludan en un acto de la última campaña electoral que otorgó a Esquerra el Govern y, por estrecho margen, la hegemonía soberanist­a.
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Foto: Efe

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