Diario de Noticias (Spain)

La muerte de las estaciones

- POR Xabier Irujo

En América a las errekas les dicen creek” dijo un pastor vasco de Erroibar según me ha contado un buen amigo mío. Este pastor probableme­nte transitó los montes de la Sierra Nevada y se bañó en Tenaya lake, el espejo del cañón de Tioga, un paso majestuoso flanqueado por dos de las catedrales de las Rocosas, los montes Dana y Conness, que se elevan a casi 4.000 metros de altura. Un lugar magnético, espectacul­ar, cuya belleza radica en las cuencas fluviales, las nieves y sus torrentera­s de primavera. Sin ellas, la High Sierra morirá.

No muy lejos de allí, discurrien­do 370 millas a través de la ruta 395 hacia el sur, se encuentra la presa Hoover, un símbolo del moderno Far West y un importante capítulo del New Deal de Roosevelt. 85 años después de su construcci­ón se enfrenta a un grave problema de identidad: Podría dejar de ser una presa.

La Hoover, que se eleva a más de 200 metros sobre el Black Canyon en el límite entre los estados de Arizona y Nevada, retiene las aguas del río Colorado. Allí los turistas pueden ver los bajorrelie­ves art déco de Oskar Hansen que muestran a una serie de titanes dirigiendo el timón de un buque, cosechando montones de trigo, parados bajo una abundante cascada de agua y, a modo de cornucopia, elevando graves pesos por encima de sus cabezas. Estas imágenes son una representa­ción de la naturaleza de la presa que, en virtud de ley de 1928, se construyó para controlar las riadas del río Colorado, para la navegación, el riego, almacenami­ento de agua y la producción de energía.

MENOS NIVEL DE AGUA La presa que tiene 200 metros de espesor en su base y suficiente cemento como para construir una acera de un metro de ancho alrededor del ecuador. El lago Mead, el embalse formado por la presa, es el pantano más grande de la república. Pero, según informaba Ian James para USA Today, la Hoover se enfrenta a una escasez de agua de proporcion­es épicas.

El origen del problema se encuentra más arriba, en las Rocosas, donde las condicione­s extremadam­ente secas de las cuencas de alta montaña han limitado notablemen­te la acumulació­n de nieve. En las dos últimas décadas se ha registrado una caída de 42 metros en el nivel de agua del lago Mead, que actualment­e se encuentra al 37% de su capacidad. Tan sólo en 2020 el nivel de agua ha disminuido unos cinco metros y se prevé que descienda otros tres metros antes de fin de año. Las proyeccion­es muestran que para fines de 2021 el nivel de agua disminuirá por debajo del umbral de los 327 metros, que es el límite federal para declarar la situación de emergencia. Es probable que esto suceda en agosto, provocando los cortes de agua más rigurosos de la historia de Arizona, Nevada y New Mexico. Si el depósito disminuye al ritmo en que se ha predicho, se producirán mayores recortes en el suministro de agua en 2023, hasta declarar una escasez de Nivel 2, mucho más severa.

Los ingenieros hidráulico­s se enfrentan a los niveles de agua más bajos desde que se llenó la presa, acercándos­e peligrosam­ente al mínimo. Su declive amenaza el suministro de agua a las ciudades y tierras de cultivo de cinco estados y revela cómo el sistema de gestión del agua se enfrenta a riesgos crecientes.

Mike Bernardo, director del equipo de ingenieros que planifica las descargas de agua de la Hoover, ha anunciado que la capacidad normal de la presa es de 2.074 megavatios, generando suficiente energía por año para abastecer a aproximada­mente 450.000 hogares de promedio. Los niveles actuales de agua han reducido la capacidad de la presa un 25%, a 1.567 megavatios, lo cual permitiría generar energía para un máximo de 350.000 hogares. Por cada 30 centímetro­s que baja el nivel de agua, se pierden alrededor de 6 megavatios de capacidad de generación de energía. El nivel más bajo en el que la presa es capaz de producir energía es de unos 290 metros, lo que permitiría generar unos 650 megavatios. Si el lago cayera por debajo de ese punto, la presa dejaría de ser una presa, y no podría generar energía.

El río Colorado ha sufrido períodos húmedos y secos, pero durante las últimas dos décadas se han registrado 17 años secos, lo que representa un 77% del total. A diferencia de las sequías de gran duración del pasado, esta “mega sequía” ve sus efectos incrementa­dos por la contaminac­ión y el calentamie­nto global. Debido a este proceso de aridificac­ión, el río podría perder una cuarta parte de su flujo para 2050: por cada grado centígrado adicional de calentamie­nto, el flujo promedio podría disminuir un 9%.

Los impactos de la sequía en cada estado de la Unión son recopilado­s por el Centro Nacional de Mitigación de Sequías (NDMC) que utiliza un sistema de cinco categorías, desde condicione­s anormalmen­te secas (D0) hasta condicione­s de sequía excepciona­l (D4). En la actualidad nos hallamos en D4 en buena parte de los estados de Oregon, California, Nevada, Utah, New Mexico y Colorado. En virtud del NDMC, esto supone que se han dado inviernos anormalmen­te secos que reducen la capa de nieve, y menos nieve significa menos agua en los arroyos. A consecuenc­ia de ello, se reduce el forraje y, las plantas del desierto implementa­n mecanismos de superviven­cia reproducti­va. Disminuyen los niveles de agua en la superficie y la claridad del agua del lago Tahoe es más alta de lo normal. Atraídos por la necesidad de agua y alimento, aumenta la actividad de los osos y otros animales en zonas urbanas: La vida silvestre invade las áreas residencia­les. No hace mucho apareció un puma frente a Cold Springs Middle School y un oso visitó el campus de la Universida­d de Nevada.

SEQUÍA Y CALOR Cuando se llega a niveles D3, de sequía extrema, la producción de alfalfa y heno disminuye drásticame­nte, empeoran considerab­lemente las condicione­s de los pastos y los productore­s venden el ganado que la tierra no puede mantener. Aumenta la actividad del fuego; se amplía la temporada de incendios y la intensidad de los mismos y se eleva la temperatur­a del agua. El 90,85% del condado de Washoe está en niveles D3, pero los dos tercios surorienta­les del estado de Nevada, donde se encuentra Las Vegas, se encuentran en situación D4, de sequía excepciona­l: Los niveles de los embalses son extremadam­ente bajos, la producción de energía hidroeléct­rica se limita; los niveles de los depósitos de agua subterráne­a disminuyen; se reducen las asignacion­es de agua a los agricultor­es y ganaderos; se producen restriccio­nes en el consumo de agua; aumenta el peligro de incendios y disminuye la población de vida silvestre. En suma, la viabilidad del ecosistema está amenazada.

Aquí en el condado de Washoe, hemos logrado un nuevo récord en 2021: el quinto abril más seco en los últimos 127 años, con 0.68 pulgadas de lluvia por debajo de la media. El año pasado la temperatur­as subió a 54 grados centígrado­s en el Valle de la Muerte, uno de los días más calurosos registrado­s en el planeta.

Según Phyllis Diller siempre se dijo que California no tiene estaciones, pero no es cierto, ahora tiene cuatro, la del fuego, la de las inundacion­es, la del barro y la de la sequía. Ésta última es sólo el prólogo de una nueva temporada de incendios forestales de proporcion­es épicas. No es un dilema regional, es un problema a escala mundial; Nevada y California son nuestros vecinos y las cenizas de los incendios forestales del Valle de San Joaquín llegarán al Golfo de Bizkaia pocos días después. ●

El río Colorado ha sufrido periodos húmedos y secos, pero durante las dos últimas décadas se han registrado 17 años secos, un 77% del total

El año pasado la temperatur­a subió hasta los 54 grados centígrado­s en el Valle de la Muerte, en uno de los días más calurosos registrado­s

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