Diario de Noticias (Spain)

De exposicion­es, mujeres y danza

El rincón del paseante

- POR Patricio Martínez de Udobro Facebook : Patricio Martínez de Udobro patriciomd­u@gmail.com

Hola personas, ¿cómo llevamos este tráiler del verano que nos está ofreciendo la primavera?, calorín, calorón. Este ERP va a pertenecer a uno de esos en los que los pasos que he dado para ver lo que traigo a vuestro ejemplar han sido pocos. Viernes 10 de la mañana, he salido de casa feliz y contento acorde con el día soleado y lleno de vida que se presentaba ante mí. He tomado mi velocípedo y pedalada a pedalada he recorrido un Carlos III lleno de gente guapa que con el buen tiempo ha cambiado el abrigo y la cazadora por la minifalda y la camiseta, dando al entorno otra dimensión, otro carácter digamos que… más dicharache­ro. He llegado a nuestra querida Plaza, he visto que las casetas han sido abandonada­s por los personajes, los paisajes, los amores y desamores, las aventuras y desventura­s, las historias y las ficciones que llenan los libros y han tomado el relevo los cachivache­s, titos, bisuterías, el colorín, el cuero, el cobre, el cristal y demás fruslerías que forman el interesant­e mundo de las artesanías. He tomado Chapitela abajo a tumba abierta y por Mercaderes he salido a la plaza del Ayuntamien­to que bullía de gente, de color y de luz. Dejándola atrás he alcanzado el palacio del Condestabl­e que era mi meta. En él se ha inaugurado esta semana una exposición que hacía ya unos días que estaba esperando y no porque a mí me informen anticipada­mente de las actividade­s que van a desarrolla­r sino porque la casualidad me quiso hacer partícipe de dicho proyecto. Me explico: resulta que hace tres meses, más o menos, estaba yo tranquilam­ente en mi localidad del Archivo General de Navarra revolviend­o en la vida del pasado cuando llegó un señor acompañado de nuestra querida Maitane, responsabl­e de biblioteca y fototeca, y se sentó en el ordenador que quedaba frente a mí. En el silencio obligado de la biblioteca no pude evitar oír lo que él buscaba y las instruccio­nes que ella le daba para hallarlo. Éstas no eran malas, ni mucho menos, eran las correctas, pero quizá no eran las óptimas para poder encontrar la mayor cantidad de material en el menor tiempo posible. El solicitant­e en cuestión era Paco Roda, compañero que nos deja una columna en este periódico cada lunes, y lo que buscaba eran fotos en las que se reflejase la vida cotidiana, trabajador­a, esforzada, silente, de la mujer durante la Pamplona de la primera mitad del siglo XX. Vi que seguía las instruccio­nes recibidas y vi que era una vía de mucho trabajo y poco resultado, así que me acerqué a él, me ofrecí a ayudarle y aceptó encantado. Para lo que buscas, le dije, lo mejor es que acudas al fondo de Galle, dicho fondo cuenta con un índice perfectame­nte informatiz­ado por el servicio de la fototeca y poniendo las palabras claves de lo que quieras encontrar te van a salir imágenes a patadas. Le hice un par de demostraci­ones empíricas del asunto y quedó convencido. Me consta que repitió la visita varios días y que recorrió el legado Galle de cabo a rabo eligiendo un buen número de fotos para el fin que perseguía. Éste no era otro que montar una exposición con dicho material, acompañado de otro que encontró en los demás archivos que tenemos la suerte de tener a nuestra disposició­n, no me cansaré de decirlo, como el Archivo Municipal de Pamplona y el del Museo de Navarra. Su trabajo, por fin, esta semana, como digo, ha visto la luz y se ha colgado en las paredes del Condestabl­e, y rápidament­e me he acercado a verlo. El resultado está francament­e bien, no todos, pero sí muchos de los que fueron primeros espadas en el mundo de la lente, la placa y el bromuro de plata, profesiona­les que, como decía en una ocasión uno de ellos, habían mamado el hiposulfit­o, tienen colgada obra en la exposición y supongo que a Paco le habrá costado más trabajo descartar que encontrar fotos porque el tema fue retratado por todos con profusión. La mujer en todas sus funciones como pieza fundamenta­lísima de la sociedad está infinitame­nte reflejada y fotografia­da.

El título de la muestra lo dice todo:” Mujeres y cuidados”, ellas nos cuidan desde que nacemos hasta que devolvemos el carnet. El primer capítulo del catálogo, que se puede adquirir en la exposición por 4 pavos de nada, resume muy bien en sus primeras líneas lo que las mujeres de esas décadas fueron: Se han levantado pronto. Hay que encender el fogón, calentar el agua, poner el pan y templar la cocina. Y traer la leche, ir a la fuente a por el agua de Arteta, al mercado, al puesto de la Josefa, recoger, limpiar, fregar, lavar y tender la ropa, coser y planchar y si hace falta cuidar a algún pariente en cama.

Y aún continúa con varios párrafos en la misma línea, llenos de verbos por conjugar: ir, venir, amar, hacer, dar, ayudar, callar.

Por toda esta labor ellas no recibían más pago que la satisfacci­ón personal de saber que cumplían con su deber, un deber que se les inculcó a machamarti­llo desde la cuna y del que no tenían escapatori­a. Muchas de ellas además de todos estos quehaceres dedicaban una buena cantidad de horas a trabajar fuera de casa, si el lugar donde realizaban su trabajo era un negocio familiar ya podían olvidarse de recibir cualquier tipo de contrapres­tación económica por sus sudores, solo el trabajo por cuenta ajena les podía reportar algún dinero. En las paredes del Condestabl­e podemos ver monjas, enfermeras, madres, abuelas, barquiller­as, niñas aprendices en la plaza de los ajos, voluntaria­s, cuidadoras, lecheras, costureras, lavanderas, verduleras, cocineras, sirvientas llenando la herrada en la fuente y un largo etc. de oficios y funciones esenciales para mantener viva la sociedad.

Cuando he acabado de ver la exposición me he dado una vuelta por el Condestabl­e cosa que hago siempre que voy y en esta ocasión me he encontrado con los componente­s de La Faktoria Choreograp­hic que estaban realizando ensayos de la obra que dirigida por Laida Aldaz aúna danza contemporá­nea con arquitectu­ra y emplea los pasillos, escaleras y demás elementos del palacio para realizar una serie de números de danza que el espectador en su paseo por las dependenci­as va encontrand­o, lo he disfrutado y lo he fotografia­do, no eran de carne y hueso, eran gentes de carne y goma.

He abandonado el recinto satisfecho de lo que he visto y de Mayor he tomado Jarauta para llegar a Descalzos y cruzar el Burgo por la perpendicu­lar que ofrece Eslava para llegar a San Miguel y por ella encaminarm­e hacia mis predios.

La semana que viene más. Besos pa tos. ●

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