Sudán vuelve a hundirse en el caos con el estallido de combates
La capital se convierte de nuevo en un campo de batalla entre el Ejército y los paramilitares
JARTUM – Semanas de fricciones entre el Ejército sudanés y el grupo paramilitar más importante del país, las Fuerzas de Acción Rápida (RSF) terminaron de degenerar ayer con el estallido de combates a gran escala en la capital, Jartum, así como otros puntos del país, que podrían terminar de derrumbar en las próximas horas el largo y costoso proceso iniciado por el país hace cuatro años hacia la constitución de un gobierno civil tras décadas de dictadura; esfuerzos que ahora están a punto de morir en la orilla.
Los combates, todavía de resultado incierto pero que de momento se saldan con al menos tres muertos y decenas de heridos en la capital, asolada por cruentos bombardeos y fuego de artillería pesada tanto en las calles como en el aeropuerto, representan la ruptura definitiva entre los dos hombres fuertes del país: el líder militar sudanés Abdelfatá al Burhan y el hasta ahora número dos y cabecilla paramilitar, Mohamed Hamdan Dagalo, Hemedti, que llevaron a la lucha armada sus discrepancias sobre el funcionamiento del futuro Ejército sudanés bajo mando civil.
El tortuoso proceso iniciado tras la revolución popular que acabó con treinta años de dictadura de Omar al Bashir en abril de 2019 se ha visto constantemente empañado por la desconfianza entre los grupos civiles, instrumentales en la caída del autócrata, y un ejército al que nunca han terminado de ver –como tampoco a las RSF– como garantes de un proceso de transición a la democracia, como demostró primero el golpe de Estado liderado por Al Burhan en 2021 que echó del poder a Abdalá Hamdok, el primer ministro acordado inicialmente por civiles y militares, y después la violentísima represión militar de 2022 a las protestas contra la asonada, que se saldaron con un centenar de muertos.
Las RSF no están ni mucho menos exentas de culpa: Amnistía Internacional acusa a la formación de matanzas como la ocurrida el 3 de junio de 2019, poco después de la caída del dictador, cuando las milicias encabezaron la masacre de un centenar de participantes de una sentada en la capital que exigían la rápida estabilización de las condiciones de vida. Más de 700 personas resultaron heridas, y decenas de hombres y mujeres denunciaron después haber sido sometidos a violaciones por elementos paramilitares, sucesores de las temibles milicias Yanyauid del conflicto de Darfur.
Así las cosas, organizaciones humanitarias como Human Rights Watch apuntaron a la comunidad internacional, comenzando por la mediación a la que han acusado de hacer el juego a los militares y los paramilitares sudaneses, obviando su incapacidad manifiesta, añaden, para guiar al país por la senda de la paz.
COMBATES POR TODO EL PAÍS Los combates en la capital comenzaron con un asalto frustrado de las RSF a la residencia de Al Burhan, según afirmó el propio líder sudanés, antes de protagonizar un intento de tomar el aeropuerto internacional de Jartum y, simultáneamente, la base militar sudanesa de la ciudad de Meroe, a 220 kilómetros al norte de la capital y rodeada desde el jueves por los paramilitares en el primer indicio de que la situación difícilmente tendría marcha atrás. Es más, los combates estallaron solo momentos después de que los altos responsables de grupos armados sudaneses firmantes del acuerdo de paz de Juba, y ahora mediadores de emergencia entre la disputa entre Al Burhan y Hemedti aseguraran que ambos líderes habían aceptado emprender negociaciones de urgencia para resolver la situación.
Como cabía esperar, ambos se han responsabilizado mutuamente del inicio de las hostilidades. El Ejército sudanés ha acusado directamente de “traición” a los paramilitares, quienes a su vez han responsabilizado a las Fuerzas Armadas de lanzar un ataque sorpresa contra su despliegue en la capital.