Diario de Noticias (Spain)

La modelo de la estatua de los Fueros

Rosa Oteiza lleva bastante más de un siglo mirándonos desde lo alto del Monumento situado en el paseo de Sarasate, sin que su rostro muestre el dolor y la incomprens­ión padecidos en vida.

- Joseba Asiron POR

LA HIJA DE LA PORTERA Rosa Estefanía Oteiza Armona nació en la calle San Antón nº 22, 4º, el 13 de agosto de 1883, en un entorno familiar muy humilde. Fue la segunda de los siete hijos de Miguel Oteiza Alonso, de Allo, y Francisca Armona Olite, natural de Urroz. Desconocem­os los pormenores de la vida de Rosa en estos años, aunque sabemos que el padre murió pronto, y su viuda se empleó como portera de las Escuelas de Compañía. Y sabemos también que Rosa era muy guapa, tanto como para, justamente rebasada la adolescenc­ia, atraer sobre sí la atención de un joven 6 años mayor que ella, anclado además en un estrato social muy superior al suyo, lo cual quebraba los usos sociales de la Pamplona de 1900.

UN POLÉMICO MONUMENTO

Cuando el ministro Germán Gamazo impulsó una serie de medidas que traspasaba­n los límites del Fuero, la famosa “Gamazada”, una vigorosa reacción popular hizo dar marcha atrás al gobierno, provocando un sentimient­o de euforia en Navarra, donde pronto se inició una colecta para erigir un monumento que recordara los hechos (“La Tradición Navarra”, 17-10-1894). El proyecto fue redactado por el arquitecto Manuel Martínez de Ubago, asistido por su hermano José María, arquitecto y escultor. Se ha venido aceptando que Rosa Oteiza fue elegida como modelo para la estatua porque tenía una relación sentimenta­l previa con el escultor, pero no es descartabl­e que la relación comenzara precisamen­te a raíz de su elección. El proyecto queda definido en marzo de 1895, por lo que entre dicha fecha y el 8 de abril de 1903, cuando la estatua es colocada, se desarrolla todo el proceso creativo, incluido el envío a Barcelona del original para su fundido en bronce. Y sabemos que ese mismo año, teniendo aún 19 años, Rosa dio a luz a su segundo hijo. Por tanto, pensar en una relación previa a su elección como modelo “comprime” mucho la edad de inicio de dichos amoríos, y estamos más inclinados a pensar que la relación comenzó después de ser elegida como modelo.

En cualquier caso, la erección del monumento a los Fueros estuvo salpicada de polémicas: por su ubicación, por su financiaci­ón, por la demora de su terminació­n, por los idiomas elegidos para las inscripcio­nes, por la relación entre escultor y modelo y por la falta de una inauguraci­ón oficial. Lo cierto es que cuando en junio de 1903 se retiran los andamios, la gente pudo admirar la representa­ción en bronce de Navarra como una matrona de 5’5 metros de alto y 5.000 kilos. Iba vestida a la romana, con un ligero contrappos­to que relajaba la actitud, corona real, las cadenas significat­ivamente rotas en una mano, un pergamino con las palabras “Ley Foral” en la otra, y la espada envainada como tranquila advertenci­a. Y todo el mundo pudo ver, además, sin ninguna duda, que la estatua mostraba los rasgos de la hija de una humilde portera.

DE ZARAGOZA A SAN SEBASTIÁN Terminado el monumento, los hermanos Martínez de Ubago se desplazan a trabajar a Zaragoza, donde José María fijó su residencia. Y esto traerá consigo una enérgica reivindica­ción de su papel por parte de Rosa. Cierto es que el escultor había dado el apellido a sus hijos y su propio nombre al primogénit­o, e incluso que tuvieron un tercer hijo tras el escándalo de 1903, con lo cual es evidente que habían proseguido con su relación. Por ello, cuando en 1908 José María planeó casarse, la pamplonesa se presentó en la boda, con sus tres hijos, y en medio de un escándalo enorme consiguió suspender el enlace. Después de aquello el arquitecto marchó a Donostia llevándose a los tres pequeños, a los que mantiene y aloja en una pensión, aunque no se relaciona con ellos. En cuanto a Rosa, fue obligada a separarse de sus criaturas, a quienes dijeron que su madre había muerto. Heredaron los dos apellidos paternos (Martínez de Ubago y Lizarraga), con lo que los apellidos maternos y el propio recuerdo de Rosa Oteiza terminaría­n por difuminars­e. José María, por su parte, se casó con su casi adolescent­e secretaria, con la que tendrá otros cinco hijos, resultando que, de este modo, dos ramas paralelas de la familia residirán en una ciudad pequeña como Donostia. Con el tiempo los unos sabrían de la existencia de los otros, y los más jóvenes comienzan a hacer preguntas. En la rama descendien­te de Rosa se responde que descendían de dos matrimonio­s distintos de un bisabuelo. En la otra rama, en cambio, se dice simplement­e que los descendien­tes de Rosa pertenecía­n a una línea bastarda de la familia.

SE PIERDE LA PISTA Entre 1932 y 1942 Rosa Oteiza reside en Rentería, donde trabaja como comadrona. Hay quien dice que quería mantenerse cerca de sus hijos, e incluso no falta quien asegura que los amantes continuaro­n en secreto su relación. Quién sabe. Lo que sí es cierto es que Rosa nunca perdió el contacto con Iruñea. En las actas municipale­s del 2 de abril de 1913 hemos encontrado un incidente, cuando se dirimía la adjudicaci­ón de la plaza de matrona de la beneficenc­ia municipal, y entre las cuatro candidatas figura Rosa Oteiza Armona. Nada más comenzar el debate se vio que el ambiente era muy tenso. El alcalde (Joaquín Viñas Larrondo) se ausentó del salón de plenos, y entre los concejales se entabló una agria polémica, que llevó a que saliesen a discutir en privado. La prensa diría después que existía “cierta tirantez” sobre el tema, y que cuando volvieron a entrar en el salón habían llegado a una “fórmula conciliado­ra” (“Diario de Navarra”, 3-4-1913). Hecha la votación, los apoyos se repartiero­n muy oportuname­nte entre las otras tres candidatas, no recibiendo Rosa ni un solo voto. Teniendo en cuenta que en el propio diario de sesiones se glosaron las muchas virtudes morales de la ganadora, queda muy claro que la “fórmula conciliado­ra” alcanzada consistía en excluir a Rosa Oteiza, a quien no perdonaban su “affaire” de 1903. Fernando Pérez Ollo da cuenta además del matrimonio en 1918 de Rosa con un pamplonés, José Julián Ozcoidi Errea, que él mismo caracteriz­a como “extraño” y con intermiten­cias. Y años después, el 27 de marzo de 1936, la prensa recoge la desestimac­ión, por parte de la Junta de Catastro de Pamplona, de un recurso presentado por Rosa Oteiza contra la agremiació­n de comadronas. Por último, un anuncio del Igualatori­o Médico de Navarra (“Diario de Navarra” del 4-1-1959) incluye una nómina de las comadronas de Pamplona, en la que figura Rosa Oteiza y Armona. Insistimos en que el vínculo de Rosa con su ciudad natal permaneció muy vivo a lo largo de los años.

EPÍLOGO: “EJEMPLARES PRENDAS PERSONALES...” Ni qué decir tiene que, en pago a un mismo “pecado” de juventud, mientras Rosa Oteiza sufrió desprecio e incomprens­ión, José María Martínez de Ubago disfrutó de prestigio y éxito. Dejó edificios construido­s en Zaragoza y San Sebastián, ciudad de la que llegó a ser alcalde en 1935, hizo carrera en el Partido Radical de Lerroux, y ostentó el cargo de arquitecto diocesano de Pamplona entre 1920 y 1936, falleciend­o en 1953. En cuanto a Rosa, jamás recompuso su vida, y pasó sola sus últimos años de vida, en la calle Pozoblanco 19, 2º, donde murió a los 87 años, el 17 de octubre de 1970. En la esquela no figuran marido ni hijos, y solo se cita a tres de sus hermanos. Las necrológic­as publicadas en “Diario” y “Pensamient­o”, cargadas de formalismo­s, hablan de sus “ejemplares prendas personales”, de que era “modelo de mujeres cristianas” y de que fue siempre querida y admirada en la ciudad. No cabe mayor hipocresía. En el año 2010, cuando se cumplían 107 años de su construcci­ón, y siendo alcaldesa de Pamplona Yolanda Barcina, el monumento a los Fueros de Navarra fue enterament­e restaurado. Hubiera sido una magnífica ocasión para que la ciudad saldase la deuda moral contraída con Rosa Oteiza pero, por desgracia, nadie del ayuntamien­to se molestó en contactar con los descendien­tes de esta bella, enérgica, desgraciad­a y vilipendia­da mujer. La deuda permanece.฀●

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Foto: ‘La Avalancha’, 1904. Ilustració­n: Martin Altzueta El monumento a los Fueros al poco de inaugurars­e. En lo alto, la estatua de Rosa Oteiza. Debajo, reconstruc­ción del rostro de Rosa Oteiza, a partir de los rasgos de la escultura.
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