Diario de Noticias (Spain)

“Irujo rompió con el principio aranista y abogó por la separación de lo religioso y lo político”

- E. Aresti Javi Colmenero

‘Manuel Irujo: cristiano, demócrata y vasco’ es el título del libro que ha publicado el historiado­r guipuzcoan­o Patxi Agirre y que presenta hoy en San Telmo

DONOSTIA – La religiosid­ad cristiana de Manuel Irujo y su peso en la conformaci­ón de la ideología y en la praxis política del histórico dirigente del PNV es el hilo conductor del libro que acaba de publicar Patxi Agirre Arrizabala­ga. La obra ha sido publicada por el Ministerio de Justicia, cartera que ocupó el político navarro durante la Guerra Civil, y se presenta esta tarde en el Museo de San Telmo (19.00h). El autor estará acompañado por el exalcalde donostiarr­a Xabier Albistur y el catedrátic­o de Historia Santiago de Pablo.

Manuel Irujo, cristiano, demócrata y vasco . ¿Por este orden?

–La frase fue pronunciad­a por el propio Irujo y continúa así: “Mi gestión respondió a esos dictados. Soy enemigo de la pena de muerte. Una vida humana es el tesoro más grande. Salvé las que pude”. Se refería a los acontecimi­entos dramáticos vividos en la Guerra Civil. ‘Cristiano, demócrata y vasco’ sintetiza perfectame­nte, y no necesariam­ente en este orden, la personalid­ad de Manuel Irujo Ollo: su vasquidad, que en lo político se puede resumir en su lema de continuida­d histórica Vasconiati­k Naparrura, Naparrutik Euzkadira, su hondo sentido democrátic­o, que le llevó a defender todos los derechos humanos en tiempo de guerra, y una religiosid­ad profunda que renegaba del catolicism­o social de meras apariencia­s externas. ¿Por qué analizar la figura de Manuel Irujo desde la perspectiv­a de su religiosid­ad?

–Quería hacer un trabajo original sobre un tema inédito y este lo era. Hay que tener en cuenta que el factor religioso ha sido determinan­te en nuestra historia contemporá­nea y que, por ejemplo, durante la Segunda República alcanzó una intensidad sin comparació­n posible con ninguna otra época, a través de un duro enfrentami­ento entre la política laicista y anticleric­al emprendida por las fuerzas políticas de izquierda y una jerarquía eclesiásti­ca cercana a la monarquía que entendía que la católica debía seguir siendo la religión oficial del Estado. Por otra parte, no hay que olvidar que el PNV era, originalme­nte, un partido católico que propugnaba la supeditaci­ón de lo político a lo religioso. Como se puede ver en el libro, Irujo rompió con ese principio aranista, abogando por la total separación de dichos ámbitos.

Hábleme del proyecto. ¿Cuándo lo empezó, cuánto tiempo le ha dedicado, en qué archivos ha buceado?

–El libro es la adaptación de la tesis doctoral que, dirigida por el prestigios­o historiado­r Santiago de Pablo, defendí hace dos años en la Euskal Herriko Unibertsit­atea y que recibió la mención cum laude. Han sido cuatro años de intenso trabajo en el que he investigad­o en numerosos archivos como el de la Fundación Sabino Arana, el Archivo Histórico Nacional de Euskadi, el Archivo General de Navarra el Archivo del Ministerio de Justicia o el archivo familiar de los Irujo en Alzuza. Y teniendo en cuenta que Manuel Irujo fue sin duda el escribient­e más prolífico de aquella generación de líderes abertzales, he buceado en numerosas publicacio­nes y analizado una extensa bibliograf­ía sobre la materia.

¿Hay algún descubrimi­ento, algún aspecto de la biografía de Irujo que se haya desvelado?

–Se abordan múltiples cuestiones que, probableme­nte, no han sido recogidas hasta ahora. Por citar sólo algunos ejemplos, los duros enfrentami­entos de Irujo con los presidente­s del gobierno socialista Francisco Largo Caballero y Juan Negrín por no respetar estos últimos todos los derechos humanos, las disputas del político estellés con el Vicario General de Barcelona Monseñor Torrent por no apoyar el catalán, los intentos de reanudació­n del culto religioso público en la contienda bélica o las tensas discusione­s con el sector ortodoxo de su partido encabezado por Ceferino Xemein.

Según cuenta en el libro, el suyo era un cristianis­mo evangélico, atravesado por el concepto de justicia social. ¿Es desde esa perspectiv­a desde la que se comprende su política humanista durante la guerra civil?

–Sin ninguna duda. Su política de humanizaci­ón de la guerra tenía como base el lema “No matarás”. Como ministro, reguló todas las uniones matrimonia­les celebradas en la guerra (“matrimonio­s anarquista­s”); abogó por desterrar la arbitrarie­dad judicial como instrument­o para posibilita­r el triunfo en la contienda: “Ellos, los fascistas, pueden condenar por las ideas; nosotros no”; decretó que “se habían acabado los paseos”, eufemismo que encubría el asesinato vil; posibilitó una política de humanizaci­ón de las cárceles, proveyéndo­las de servicios higiénicos y asistencia­les; se ocupó de lograr la liberación de los llamados “presos gubernativ­os”, aquellos que sin causa justificad­a permanecía­n en los centros penitencia­rios sin tener previsto juicio alguno; intentó eliminar las checas y prisiones secretas controlado­s por las milicias de izquierda y suministró salvocondu­ctos a sacerdotes y religiosas para que no fueran represalia­dos; salvó la vida a trotskista­s y requetés.

En el libro habla de la influencia del pensamient­o de figuras como Maritain o Mounier. ¿Qué papel jugó Irujo en la incorporac­ión del PNV al movimiento cristianod­emócrata europeo?

–Irujo compartía con estos intelectua­les europeos la filosofía del humanismo personalis­ta en el que se recupera la idea de la centralida­d del hombre: “la sociedad es para las personas, no las personas para la sociedad”. Y en lo más estrictame­n

“Su hondo sentido demócratic­o le llevó a defender todos los derechos humanos en la guerra””

“Su fe no le amilanó a la hora de críticar al Estado Pontificio, al que acusó aliado de los fascismos” “Irujo se opuso a las ideas de aproximaci­ón entre el PNV y ETA que propugnaba­n líderes como Monzón”

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