Inteligencia, natural o artificial
Cuando todavía la inteligencia emocional es una asignatura pendiente, se escuchan cada vez más noticias sobre el peligroso avance de la inteligencia artificial
La inteligencia emocional es, o me temo que debería ser, una asignatura esencial en nuestro sistema educativo, porque su conocimiento y el manejo de las herramientas que nos aporta incide directamente en el bienestar social y mental de los alumnos y alumnas, niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Con ella pueden desarrollar las habilidades que necesitan para afrontar las situaciones de la vida cotidiana. Casi nada. Sin duda, uno de los retos a los que nos enfrentamos como sociedad. Pero sobre todo es la Educación la que debe liderarlo. Hoy en día no basta con que las aulas sean el lugar del conocimiento, donde se imparten materias que van directamente al expediente académico del que acaba dependiendo el futuro de muchos estudiantes. Es en las aulas donde se forman las personas, como un apoyo más junto a la familia y el entorno social. Somos muchas las generaciones que nos hemos educado desde niños sin esa parte esencial, sin que la escuela, en todos sus niveles, nos aportara esos conocimientos imprescindibles para una vida sana y feliz en todos los ámbitos, el social, el personal y el laboral. Sin que nos enseñaran a conocernos y a aceptarnos; a afrontar las emociones, positivas o negativas; a alejarnos de las personas tóxicas que nos roban energía, a gestionar los miedos y la frustración, que tantas veces va ligada a los resultados y las notas como un lastre que pesa en la mochila de los estudiantes menos brillantes. En el mejor de los casos todo lo hemos tenido que aprender en extraescolares, a veces demasiado tarde. Ahora, cuando todavía la inteligencia emocional es una asignatura pendiente, se escuchan cada vez más noticias sobre la inteligencia artificial, sobre sus riesgos y ventajas. Y desde el desconocimiento, me pregunto, sin respuesta, dónde van a quedar las emociones para esas futuras generaciones y sobre todo, qué algoritmo o máquina será capaz de gestionarlas. Dicen quienes sí parecen saber del tema que el mayor riesgo de la inteligencia artificial no está en la tecnología sino en sus usos engañosos difíciles de detectar con nuestra inteligencia natural y en los errores humanos, como en casi todo por otra parte. Parece que “lo único que se debe temer de la IA es nuestra propia falta de inteligencia” o lo que es lo mismo, nuestra incapacidad para pensar que quizás más problema que la propia tecnología es lo que estamos haciendo con ella.●