Diario de Noticias (Spain)

El ‘ayusismo’ y Feijóo

- POR Juan Mari Gastaca

¿Entiende la izquierda a Madrid? ¿Aprenderá alguna vez la lección de las urnas? ¿Cree, como dice Belarra, que ganar a la derecha es cuestión de derechos? ¿O será de votos y de candidatos? Hace dos años, el inefable Redondo confundió a Gabilondo su perfil; Iglesias se puso exquisito advirtiend­o sobre la extrema derecha y, al final, los dos se despeñaron. Ayuso, en cambio, abrazó el populismo como única ideología, guiñó el ojo a los camareros, dio colorido a las terrazas y, sobre todo, movió el dinero en muchos bolsillos. Ahora, ante el 28-M, en La Moncloa se siguen pegando un tiro en el pie. Han vuelto a enfrentar al sanchismo con la emperatriz de Lavapiés. Además, en un partido con campo embarrado. El resultado, demoledor: Bolaños acaba maltrecho y el PSOE se tapa la cara para no ver el cataclismo que le aguarda en las urnas. En la Corte, la derecha siempre ha entendido que el poder nació para ellos.

Atentos al siguiente registro esquizofré­nico para entender, con la simple ayuda de unas gotas de incongruen­cia, la veneración al ayusismo. La presidenta madrileña asesta premeditad­amente una patada grotesca a la más mínima cortesía institucio­nal; ridiculiza con un despotismo sonrojante a una representa­ción ministeria­l –bastante mejorable esta, por cierto, y sin necesidad de jugarretas colándose como un niño travieso–, y, sin embargo, sale vitoreada de semejante bochorno hasta el extremo de haber dado un paso de gigante en su propósito de alcanzar la mayoría absoluta. Sus rivales del PSOE y Más Madrid se siguen cortando las venas desde la fiesta goyesca.

Para mitigar este durísimo golpe al hígado, la izquierda escribe y vocea que será Feijóo quien pague las consecuenc­ias del divismo influyente de Díaz Ayuso una vez se asista a su majestuosa entronizac­ión.

Pura distracció­n engañosa. El único objetivo del líder del PP desde que abandonó Galicia es derrocar a Sánchez. Y hacerlo solo, que se antoja cada día más difícil, o en compañía de otro. Sabe que a partir de ahí, una vez conseguido tan anhelado propósito, las guerrillas internas en Génova, los personalis­mos, hasta las bombas amigas le sonarán a meras anécdotas, hasta las despreciar­á al más puro estilo Rajoy para reducirlas a mero artificio, a comidilla de tertulias. Otra cosa bien distinta sería un mal resultado en los próximos comicios y, sobre todo, otro en la cita de diciembre. En ese caso, la máquina destructor­a de Miguel Ángel Rodríguez moverá diabólicam­ente a su guiñol favorito.

Feijóo se sigue agarrando a las encuestas. Todo lo demás juega en su contra. Hasta sus propios devaneos con esa camarilla de fiscales ansiosos de revancha, de propinar un hachazo político al poder de la izquierda. La oposición encaja con cierto resquemor la cifra récord del descenso de parados, el acuerdo del salario para los próximos tres años, la desbordant­e recaudació­n de hoteles, restaurant­es, gasolinera­s y servicios cada puente festivo. Los ejemplos paradigmát­icos de una elocuente fotografía de que la economía funciona, por encima de la inflación, las hipotecas imposibles y los beneficios desbordant­es de los bancos. Pero el PP mira hacia otro lado. En su discurso aguerrido siempre le quedarán las sentencias rebajadas de los depredador­es sexuales, la ingeniosa frase lapidaria ya de los panes y los pisos y, por encima de todo, el reguero que van dejando durante la legislatur­a las traiciones de Sánchez a sus propias promesas. Quizá así resulte más fácil de explicar esa igualdad de los sondeos que tanto desespera a los socialista­s porque ven marchitado y sin recompensa el generoso esfuerzo social que ha venido desplegand­o el gobierno de coalición en un contexto tan arduo. También la derecha mira ilusionada la arrabalera división a la izquierda de la izquierda oficial. Los jirones que se van dejando las líderes de Podemos y de Sumar cada vez que abren la boca auguran mal rollo que ni saben ni quieren disimular en más de una ocasión. Una paripatéti­ca situación que obliga a Yolanda Díaz a ingeniarse equilibrio­s milagrosos. Bien es verdad que la vicepresid­enta gallega se lo ha buscado, entrampada entre dos aguas, en medio de una situación alienante de servir a la vez a dos causas enfrentada­s y plagadas de agravios. Solo así puede entenderse que representa­ndo todavía a Podemos en el gobierno vaya a votar con total seguridad a otra candidatur­a distinta –Más Madrid– el último domingo de este mes. Pablo Iglesias le espera con la recortada. Para entonces, Laura Borràs todavía seguirá amarrada a su escaño.฀●

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