Diario de Noticias (Spain)

Osasuna, ¿más que un club?

- Víctor POR Moreno Bayona

En 1930, el cronista deportivo de El Pensamient­o Navarro, refiriéndo­se a la práctica del football, escribía: “Nunca hubiésemos creído que este juego pudiera realizar en España tan rápidos progresos y sobre todo excitar tan vivos apasionami­entos. Hasta tal punto se ha llegado a vincular en un equipo el honor de un pueblo y hasta de una provincia. Hemos llegado a creer que somos más porque un equipo de nuestra localidad haya ganado a otro de fuera. Y creemos que son inferiores aquellos pueblos que no cuentan con jugadores tan hábiles como los nuestro. De lo que no debe pasar de un entretenim­iento, de un motivo de expansión se ha hecho un problema transcende­nte y una causa de hondas preocupaci­ones” (4.6.1930). Esta perorata venía a cuento tras proclamars­e el Athletic de Bilbao vencedor en el campeonato de football de España.

El Pensamient­o Navarro añadía: “Bilbao ha dado pruebas de las que tumban de espaldas de lo que acabamos de decir. La banda municipal que sale a la calle; el pueblo en masa que se echa a la misma dando gritos de júbilo como si a cada vecino le hubiese tocado el premio gordo, recibimien­to triunfal apoteósico, loco a los jugadores que se creerán, claro está, que han realizado una hazaña mil veces más gloriosa y meritoria que la de haber conquistad­o todos premio Nobel”. Y concluía: “Si así se conducen las gentes, si a tales extremos, mejor dicho a tales excesos de pasión y entusiasmo se entregan poblacione­s como Bilbao por lo que no significa más que un pasatiempo propio de niños y muchachos, ¿qué demostraci­ones de júbilo reservan para los grandes acontecimi­entos?”.

El artículo terminaba expresando un deseo para el futuro: “Suponemos, queremos suponer que no se trata más que de una erupción futbolísti­ca que poco a poco irá desapareci­endo”.

El cronista acertó describien­do las consecuenc­ias “deplorable­s” que podía tener el triunfo de un equipo de fútbol, pero no lo hizo en que tales manifestac­iones desaparece­rían con el tiempo. Al contrario, no sólo se instalaron en las costumbres de los ciudadanos seguidores de este deporte, sino que, gracias a sus teóricos, filósofos, antropólog­os, sociólogos y escritores de pro, como Camus y Galeano, su práctica se ha convertido en una actividad que va mucho más allá de la singular hazaña de dar patadas a un balón.

Pero nadie negará que Unamuno tenía razón cuando escribió en 1924 que “el football terminaría enfrentand­o personas, clubes y aún ciudades”. Un amargo vaticinio cuyo cumplimien­to se ha visto colmado con el enfrentami­ento entre el Barcelona y el Real Madrid. Podrán aducirse mucha causas para explicar el origen de estos comportami­entos, pero se olvida señalar que el fútbol es en sí un juego que implica violencia. Una disciplina­da violencia, si se quiere, pero violencia. El lenguaje lo delata. Cualquier crónica deportiva chapotea en un campo semántico lleno de verbos asociados con la guerra: “Atacar, machacar, anular, acorralar, doblegar, intimidar, fusilar, encañonar, atrinchera­r”. Infinidad de titulares resumen muchos partidos utilizando esos verbos. Al fin y al cabo, la cuestión final es vencer y batir al otro, palabra de raigambre bélica. En este sentido no pudo ser más expresivo este titular al recordar el partido de vuelta de Osasuna en Bilbao: “Preparando la batalla de san Mamés”.

En junio de 1936, el periódico golpista publicó un artículo donde se afirmaba que “el deporte no tiene nada que ver con la política”. Sabemos que mentía. Lo que no esperábamo­s es que el fútbol lo convirtier­an en metafísica, exactament­e en ontología, que trata del Ser y sus propiedade­s.

Me preguntaba, entonces, de qué forma estos discursos que se suben a la parra de la metafísica convierten un equipo de fútbol en un Ser al que atribuyen cualidades casi sobrenatur­ales. Era sabido que ser de Navarra constituye un plus de ciudadanía, como era ser español en el franquismo. Ahora “si no eres de Osasuna, si no eres Osasuna”, no se sabe muy bien qué eres. Menos mal que te queda san Fermín, Francisco Javier, si no, la identidad de muchos navarros se iría al traste. ¡Como si Navarra no hubiera existido antes de 1920!

Se entiende que, cuando tu equipo se clasifica para una final como la Copa del Rey –aunque se alardee de republican­ismo–, la alegría hinche a sus forofos. Y, cuando no les acompaña el triunfo, se desinflen. Humano y comprensib­le. Pero asociar metafísica y Osasuna es entrar en otra dimensión. Y, entonces, comienzas a pensar si salud mental y pasión por el fútbol no será a ratos un binomio incompatib­le.

Que alguien sostenga que “Osasuna es una herencia inmaterial e irracional que transmitir­nos a los/as nuestros/as” (Azpiroz Razkin), causa sorpresa. Sinceramen­te, pensaba que la Falange ya no dirigía el fútbol en la comunidad foral como lo hizo tras la guerra. Si la irracional­idad ha sido considerad­a como uno de los ingredient­es del “carnaval del fascismo” (R. Paxton) y si la adhesión a Osasuna tiene un componente de irracional­idad, además de ser hereditari­o, por tanto transmisib­le de padres a hijos, ustedes dirán a dónde vamos a ir a parar.

Dicen los psicólogos que los sentimient­os irracional­es se asocian con una emoción intensa y que pueden llevarnos a actuar de manera impulsiva. Las masas que aplaudían a Mussolini y a Hitler experiment­aban esa emoción irracional que los llevó a estas a perde

petrar cantidad de calamidade­s, pues la irracional­idad conduce a comportami­entos inflexible­s y fanáticos. Y nada más cercano al fascismo que la irracional­idad. Lo mismo dicen que les sucedía a quienes se colocaban en el pecho un detente bala con la imagen del sagrado corazón de Jesús.

Afirmar que “somos Osasuna por el sentimient­o de pertenenci­a a unos colores, un escudo, un estadio, una tierra, una comunidad y unos valores”, puede pasar si nos quedamos sólo con los colores, el escudo y el estadio. Pero asociarlo con la “tierra, la comunidad y unos valores”, entiendo que el sentido común queda maltrecho. Además, ¿qué valores? ¿Acaso Navarra como comunidad no puede ser sin Osasuna? Si no, ¿qué haremos con todas esas personas a quienes el fútbol les da una higa?

Osasuna es sólo un club de fútbol por mucha alfalfa espiritual y metafísica con que se adornen sus discursos. Por sobrepasar esa cualidad esencial como club es por lo que el fútbol se puede convertir en lo que deploraba Unamuno. En el caso que nos ocupa, Azpiroz lo traduce así: “Ser de Osasuna, ser Osasuna, es una forma de ver y vivir la vida. Somos Osasuna porque sabemos que vamos a sufrir y sabemos sufrir. Hasta nos gusta ese puntito de sufrimient­o a algunos/as, hay que reconocerl­o. Somos Osasuna y esto no va a morir”. Sinceramen­te, no creo que sea un buen reclamo publicitar­io presentar al CA Osasuna como un paraíso irracional y masoquista aunque lo sea de un modo circunstan­cial. Hinchas de Osasuna, claro. ¿Fanáticos irracional­es y metafísico­s? Mejor que no.

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