Milan cocea en el caos
GIRO EL ITALIANO ABRE SU PALMARÉS EN LA ‘CORSA’ EN UN FINAL CON CAÍDA QUE NO AFECTA A LOS MEJORES
PAMPLONA – En Teramo, un solideo de color rosa coronaba a un hombre de la iglesia que bendijo la segunda jornada del Giro de Italia tras el festín de Remco Evenepoel en el amanecer de la carrera, cuando se comió el reloj y se alimentó de rivales. La bendición no tuvo el efecto deseado porque en un día sin más liturgia que una fuga sin esperanza, destinada a perecer, la carrera contabilizó su primer accidente en San Salvo. El Giro, fiel a su religión de finales enrevesados, propuso una llegada donde la tensión se disparó tanto, que el caos, siempre presente cuando se amontona el hambre de los velocistas y el sentido de la conservación de quienes pujan por entronizarse en Roma, acabó en caída. Un clásico de Italia, el país que después se lleva las manos a la cabeza entre asustado y sorprendido y hace de ello un arte. El histrionismo como fórmula comunicativa siempre funciona. Es tremendamente efectiva. Dramatiza e intensifica el momento. Sea este malo o bueno.
Que se lo digan a Jonathan Milan, un gigante veloz, en cada pedalada una coz tremebunda y en cada abrazo tras la victoria, su primer éxito en el Giro a los 22 años, el crujido del resto. Las victorias también son abrazos que dejan sin aire. Es una bestia Milan, 1,95 metros, un pistard que esprinta a cabezazos. Masticando el
asfalto. Escupiendo rivales en su remontada, donde se abrió paso como una armario de dos cuerpos para encontrar la gloria. No pudieron oponer resistencia quienes estuvieron: Dekker, Groves o Gaviria, aniquilados por una fuerza de la naturaleza desatada. Otros cayeron antes.
Cavendish y Pedersen, que deseaban poner velocidad, se enredaron en la caída que cortó el pelotón, adrenalítico cuando olisqueó el final después de 200 kilómetros degustando la brisa del Adriático y admirando las catedrales de la pesca de otro tiempo, los artesanales traboccos. Eso era antes de que se erizara el Giro. En un estrechamiento, un bandazo provocó la caída a 3,5 kilómetros de meta, donde no se protegen los tiempos de la general. Varios ciclistas acabaron en el arcén entre setos y una espectadora que también arrastró el efecto dominó. Evenepoel, el líder, protegido por el rosa, llegó sano y salvo meta. También Roglic, su gran rival. Sólo Geoghegan padeció cierto retraso. Perdió 19 segundos. Mantenerse en pie es primer mandamiento en los días fugaces del Giro.