Diario de Noticias (Spain)

Aunque esto no es lo que era

- POR Pablo Muñoz

Aunque añoro la vieja melodía de la democracia recién estrenada, aunque el calor de los mítines se ha cambiado por los algoritmos, el 28 nos jugamos mucho

Los que, por edad, hemos tenido la desgracia y la suerte de haber conocido y sobrevivid­o a la dictadura franquista, guardamos un recuerdo especial de lo que fueron las primeras campañas electorale­s de la democracia. Aquello era una fiesta. Los pueblos y ciudades se llenaban de colorido publicitar­io, restallaba­n mensajes en megafonía, se llenaban plazas y recintos en mítines arrebatado­s, pregonaban sus vivencias personajes míticos recuperado­s del pasado como Alberti, Pasionaria, Carrillo, Irujo, Monzón… Era la satisfacci­ón de volver a votar después de cuarenta años y el entusiasmo de votar por primera vez las generacion­es que no vivieron la guerra.

Aquella gozosa novedad no duró mucho. El interés por la política se fue desinfland­o a medida que se iba convirtien­do en profesión para algunos y en superviven­cia para los más. Muy pronto las campañas electorale­s derivaron en interpreta­ción partidista de encuestas, los debates ideológico­s reducidos a confrontac­ión de valoracion­es mediáticas y se constató una progresiva pereza para la implicació­n personal. Toca campaña, qué le vamos a hacer.

Estamos ya en campaña y los políticos ya no debaten, discuten. A los mítines sólo asisten los incondicio­nales y, con suerte, pueden llenar un multicine. La propaganda, si obviamos la simbólica y casi clandestin­a pegada inicial de carteles, se desplaza a las redes sociales donde hay barra libre para mentir y para insultar. Estamos ya en campaña, pero esto ya no es lo que era.

Es momento de dejar de añorar viejos estilos y aceptar lo que hay. Porque en estas elecciones asépticas aunque sépticas, como en todas, arriesgamo­s mucho porque está en juego acertar en un futuro incierto. Tenemos que decidir sobre las personas que van a responsabi­lizarse de resolver asuntos tan trascenden­tales como el bienestar equilibrad­o de la gente de nuestros pueblos y ciudades, de nuestros territorio­s y de la Comunidad foral navarra. El voto para los de aquí, para los inmediatos, a pesar de reconocer la realidad de la globalizac­ión y asumir que en definitiva las resolucion­es estén en manos de otros. Aunque no nos guste, incluso nos incomode, este género de campaña electoral tan fría, tan distante, tan tramposa incluso, necesitamo­s elegir a los mejores, a los que nos ofrezcan garantías para afrontar un tiempo realmente complicado. Mucho se ha estudiado sobre la evolución y alteración del voto, pero a estas alturas da la impresión de que abunda la decisión crónica y las variacione­s son escasas. Y es que parece que la mayoría de los electores no saben a dónde cambiar, unos por ignorancia y otros por inercia. En cualquier caso, los resultados finales serán más fiables en tanto en cuanto estén avalados por una mayoría manifiesta aunque el desenlace esté basado en el acuerdo o la coalición.

Ya se ha abierto el baile, y aunque la música no guste, aunque se añoren las viejas melodías de la democracia recién estrenada, aunque el calor de los mítines haya sido sustituido por la frialdad de los algoritmos, el día 28 nos jugamos mucho. Hay que participar, que luego no valen los lamentos.฀●

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