Una Nabka perpetua
El éxodo de refugiados originado tampoco se ha corregido hasta ahora, ni tiene visos de llevarse a cabo ante la negativa de Israel a dejarles volver
La hipocresía, doble moral y desvergüenza de Ursula von der Leyen y Josep Borrell son bochornosos en su respectivo trato a Rusia e Israel
El 15 de mayo se conmemora la Nakba, la catástrofe que llevó en 1948 a la expulsión de unos 750.000 palestinos de sus tierras por la violencia del naciente estado de Israel. Ningún historiador discute el carácter programado de esa limpieza étnica, acompañada de una campaña de terror que incluyó matanzas sistemáticas de civiles y la destrucción de decenas de viviendas y aldeas palestinas. El éxodo de refugiados originado tampoco se ha corregido hasta ahora, ni tiene visos de llevarse a cabo ante la negativa de Israel a dejarles volver. De hecho, todas las acciones de Israel, 75 años después, indican que la Nakba continúa a día de hoy; bombardeos indiscriminados contra poblaciones palestinas, asesinatos de civiles por parte de soldados israelíes, pogromos ejecutados por colonos que actúan con absoluta impunidad en Cisjordania y Jerusalén este, desplazamiento de palestinos y destrucción de sus viviendas… Una Nakba en menor escala pero que está más presente que nunca: ya son más de 140 personas asesinadas en lo que va de año, lo que incluye a mujeres, niños y niñas. Los fines son los mismos: echar a la población palestina de sus propias tierras, matar a los que se nieguen o a todos los que puedan (en un número que no sea tan escandaloso como para llegar a incomodar a los cómplices de Israel), robar toda la tierra y recursos palestinos que aún no poseen y establecer allí un estado sólo para judíos.
Sin embargo este año la Nakba se recuerda en una situación internacional distinta. La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la terrible hipocresía de los países de la UE y de la OTAN: mientras durante décadas han permitido y avalado la ocupación sionista de tierras palestinas y la expulsión de sus habitantes, no han dudado en proporcionar armas y formación a tropas ucranianas en una escalada que seguramente culminará con la donación de aviones de combate de última generación. Como país agredido Ucrania recibe todo tipo de ayuda, económica y militar, para revertir la situación. Pero a Palestina, que resiste una agresión brutal desde hace decenios, ni siquiera se le deja defenderse. De hecho es la agresora, Israel, la que recibe millonarias ayudas anuales para armamento por parte de EEUU. Cabría esperar que se impulsaran al menos sanciones económicas a Israel, como se ha hecho con Rusia desde el primer día del estallido de la guerra, en castigo por la ocupación sionista. Pero ni una sola sanción se ha impulsado contra Israel, que sigue exportando sin trabas sus productos (la mayoría producidos en tierras y con recursos robados a Palestina) e incluso recibe para ello un trato de favor por parte de la UE y EEUU.
Tampoco hemos visto a un solo equipo o deportista israelí que haya sido expulsado de competiciones internacionales, lo cual es un claro aplauso a las políticas militares que su gobierno ejecuta. Los organismos internacionales que han vetado a Rusia en todos los deportes no son acusados de rusófobos, solo están aplicando sanciones que son calificadas de justas y proporcionadas. Pero las asociaciones civiles internacionales que piden el boicot a la presencia de equipos israelíes en las competiciones internacionales, como método de presión para que Israel deje de ocupar tierras palestinas, automáticamente son tildadas de antisemitas. La hipocresía, doble moral y desvergüenza de Ursula von der Leyen y Josep Borrell son bochornosos en su respectivo trato a Rusia e Israel.
Pero numerosos países han visto dicha hipocresía y ya no hacen seguidismo a los países occidentales, pese a todas sus presiones. Son 139 los países que reconocen internacionalmente al Estado de Palestina, y las resoluciones de la Asamblea de la ONU que piden el fin de la ocupación israelí salen adelante con el voto de mayorías abrumadoras, resoluciones que Israel ignora sistemáticamente. Cada vez son más los países que ven ese doble rasero indignante y decenas de países de África, Asia y Sudamérica se desmarcan de esa línea. Aunque le pese a Occidente, el mundo avanza a grandes pasos hacia comportamientos multipolares, y no a un unilateralismo cuyo único objetivo es mantener las políticas de dominación y saqueo por parte de los países occidentales.
Por último, la propia sociedad israelí ha vivido en los últimos meses las mayores protestas contra la reforma judicial que ha intentado implantar Netanyahu con sus aliados ultraortodoxos, supremacistas y xenófobos. Pero no nos llevemos a engaño: los manifestantes portaban miles de banderas israelíes y muchos de los líderes políticos de las protestas han impulsado otras veces, desde sus cargos de responsabilidad, durísimas políticas de violencia y castigo contra la ciudadanía. De hecho, si alguien portaba una bandera palestina en dichas concentraciones inmediatamente era insultado, golpeado o, con suerte, invitado a abandonarla. Por eso la población palestina que vive en Israel se ha mantenido al margen, sabedora de que no se denunciaba la ilegalidad de la ocupación israelí, que es la raíz de los problemas. Israel no corre el riesgo de dejar de ser una democracia, como alertaban los manifestantes. No existe dicha democracia. Es tan solo una etnocracia con muy distintos derechos y obligaciones si eres ciudadano judío o no lo eres. Por todo ello este 15 de mayo nos concentraremos a las 19:00 en la Plaza del Castillo de Iruña, conmemorando un año más la Nakba. Y recordando a las decenas de víctimas de los bombardeos que sufre Gaza estos días, y a Khader Adnan, muerto este 2 de mayo tras una huelga de hambre de 87 días en la prisión desde la que denunciaba la ocupación israelí.