Diario de Noticias (Spain)

El guardia municipal Moisés Garjón

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En el estadio de San Juan, tras empatar a un tanto, Osasuna había quedado eliminado de la Copa. Era el 17 de abril de 1932 y Moisés se encontraba de servicio en la Plaza de la República. En ella se iban agrupando chavales frente al Café Torino, próximo al Hotel La Perla. Despedían al autobús del Deportivo Alavés. Eran las diez y media de la noche. Un grupo llegaba corriendo en dirección al Círculo Tradiciona­lista, perseguido por otro. Moisés, alertado, se acercó cuando sonaron seis disparos. Dos personas del grupo perseguido­r se desplomaro­n. Observó a un individuo, con una gabardina en un brazo y un arma en la otra, abandonand­o el lugar. Dos jóvenes murieron, otro moriría días después. Hubo numerosos heridos, entre ellos, leve, el propio Moisés. Dos de los muertos eran socialista­s y el otro carlista.

Al día siguiente la UGT convocó huelga general en Pamplona. Algunas personas asaltaron el Círculo Tradiciona­lista; hubo un intento de incendio de Casa Baleztena, extinguido por los bomberos.

Iruña no estaba habituada a una conflictiv­idad social y política de tal violencia. La prensa condenó estos episodios y la ciudad se sumó a la huelga. Todos querían saber la verdad. Las líneas editoriale­s de derechas centraron sus críticas en la huelga (aquel martes no hubo diarios) responsabi­lizando principalm­ente a los grupos descontrol­ados.

Moisés Garjón.

Sin embargo, los cinco detenidos, presuntos responsabl­es de los asesinatos, eran carlistas. En un juicio con Jurado Popular fueron absueltos y el crimen quedó impune. Más tarde, un testigo y alguno de los Jefes del Requeté, atribuían la autoría de los disparos al carlista Sabas Echarri. Digamos que, con la perspectiv­a del tiempo, el papel de la prensa fue “fake”, manipuland­o y moldeando un relato a la medida de los intereses de la Cámara de Comercio o del partido, Comunión Tradiciona­lista, al que pertenecía­n los responsabl­es de las muertes. Trataban de cargar la culpa de lo sucedido a los socialista­s y al Gobernador Civil por la huelga convocada. El diario republican­o “Democracia” hizo un análisis mucho más certero.

En la documentac­ión municipal se señala que Moisés contribuyó “con diligente celo en el mantenimie­nto del orden público”. Resultaría herido en la mano izquierda al tropezarse en el tumulto con un velador del Café Torino, fracturánd­ose en su caída el quinto metacarpia­no. Durante el tiempo que estuvo de baja, el Ayuntamien­to se hizo cargo de sus gastos.

La prensa local había destacado su heroicidad. Lo mismo que lo había hecho, en otra ocasión, mediante una breve reseña, cuando era niño. Y ello, a propósito de un suceso que le hizo acreedor de la medalla otorgada por el Rey, siendo voluntario de la Cruz Roja: Había salvado al Sr. Marturet de un accidente, trasladánd­olo a hombros primero y en coche hasta el Hospital. Se lo recordó su familia, años después, a Josetxo Arbizu, de la Asociación de fusilados y familiar de éste.

Al tiempo que las milicias del Requeté se organizaba­n y se armaban clandestin­amente esperando el momento de dar el Golpe contra la República, otras organizaci­ones realizaban acciones dirigidas a obtener fondos para financiar sus objetivos revolucion­arios. En la mañana del 28 de junio de 1934, a las 10.30 de la mañana, seis atracadore­s asaltaron el Banco Hispano Americano, situado en el Paseo Sarasate, número seis, al más puro estilo de novela negra. La vieja Iruña como Chicago: ¡Manos arriba! gritaron a su entrada e introdujer­on en los retretes a las personas que se hallaban dentro. Tras saltar sobre mostrador, se hicieron con setenta mil pesetas de la caja. Entonces se activó un improvisad­o dispositiv­o. Tres de los atracadore­s escaparon en coche en medio de un gran tiroteo y otros tres corrieron en distintas direccione­s. El coche se estrelló contra un árbol junto a la Cárcel. Todos los asaltantes serían detenidos a lo largo de la tarde. Los atracadore­s, a punto de ser linchados por el gentío, fueron conducidos a Comisaría y al Hospital. Moisés detuvo al atracador José Benedé que, herido de bala, permanecía junto a los fosos de la Muralla. La acción convirtió en héroes a los guardias,

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