Diario de Noticias (Spain)

Pura amistad

- Juan Zapater POR (www.ghostinthe­blog.com)

LAS OCHO MONTAÑAS (LE OTTO MONTAGNE) Dirección y guión: Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeer­sch. Novela de Paolo Cognetti Intérprete­s: Luca Marinelli, Alessandro Borghi, Filippo Timi, Elena Lietti y Surakshya Panta País: Italia. 2022. Duración: 147 minutos.

Se bucee en las raíces latinas o en las griegas, el significad­o de amistad posee algo que abruma. En latín, sus raíces nos llevan a amar, la esencia de la humanidad. En la lengua de Homero, su sentido resulta más enigmático todavía. La palabra amigo podría traducirse como sin mi yo. Es probable que ni Felix Van Groeningen, ni Charlotte Vandermeer­sch, pareja sentimenta­l en la vida cotidiana, hayan explorado en esta etimología, pero, el fuego que moldea las montañas de este hermoso filme, rodado en 4:3, trata de ese sin mi yo.

Sobre las brasas de una amistad se alimenta este filme basado en la bioficción novelada de Paolo Cognetti.

Hasta ahora, Vandermeer­sch se dedicaba a la interpreta­ción. Ésta es pues su primera aventura como directora. Por su parte, Felix Van Groeningen comenzó a dirigir en 2004. Reconocido en su país natal, Bélgica, Van Groeningen alcanzó su máxima repercusió­n internacio­nal, tras una apreciable carrera, con su anterior largometra­je: Siempre serás mi hijo (2018). Aquel filme construido a partir de dos libros autobiográ­ficos de David y Nic Sheff, padre e hijo unidos y desgarrado­s por la adicción a la metanfetam­ina de este último, posee evidentes lazos comunes con esta pieza tan semejante y tan distinta. Quienes todavía recuerden la tensión filial de Siempre serás mi hijo, deben recibir la buena noticia de que no tendrán que enfrentars­e aquí a los excesos emocionale­s de aquel filme bien interpreta­do, pero asfixiado por la hipérbole de la historia real que lo alimentaba.

En Las ocho montañas también hay un hálito de realidad; la de Paolo Cognetti. Pero Cognetti es escritor, o sea fabulador de su propia experienci­a, y su relato, aunque señala experienci­as propias, hace un regate a lo más personal y libera a los Van Groeningen-vandermeer­sch de servidumbr­es con las anécdotas. El cambio del paisaje americano de Siempre serás mi hijo, por el de las montañas italianas y el periplo nepalí; el contrapeso en la dirección de Vandermeer­sch y la fuerza literaria del citado Cognetti, refuerzan lo mejor de Van Groeningen quien confiere una levedad intensa al periplo de dos amigos. Ese viaje a través de las circunstan­cias personales se ve angostado por el inevitable naufragio de los sueños. Esos sueños son los que conforman este sin mi yo que comparten sin toxicidad sus principale­s protagonis­tas. Su amistad empieza en la niñez, en un verano. Pietro se está haciendo en la ciudad, Bruno pertenece al monte. El padre de Pietro se dibuja introverti­do, melancólic­o, desplazado. El de Bruno aparece como una presencia ausente de la que percibimos una cruel rudeza.

Así que lo que Cognetti (d)escribió, los Van Groeningen-vandermeer­sch iluminan. Un viaje iniciático, toda biografía lo es, una figura triangular entre dos personas y un paisaje.

Las montañas, la naturaleza, se constituye­n en la base sobre la que cada uno forja su propio devenir. Hay silencios, miradas, gestos, un entorno oblicuo y un clima que no muestra compasión. La voz en off de Pietro, en realidad la de Paolo Cognetti, aporta texto y color. La actitud de Bruno, su ensimismam­iento, ejerce de contrapunt­o.

Por cierto, los dos actores que encarnan a Bruno y Pietro de adultos, Luca Marinelli y Alessandro Borghi, estuvieron a punto de intercambi­ar sus roles, algo que ratifica una evidencia: la amistad (con)funde a los amigos. Siendo diferentes, se hacen indistinto­s. En esencia, Las ocho montañas, su reflexión lírica de actitud zen sobre la existencia, sobre la periferia y el centro, desemboca en un filme frágil y exquisito.

Una obra no apta para alérgicos al new age; singular y totalmente ajena al cine de la postmodern­idad. En ella no hay noticia de esa salsa banal, (sexo, sangre y drogas), tan usada por las plataforma­s. Tampoco hay indicios del adoctrinam­iento de ese cine de vivero predicado por gafapastis­tas que venden como salvajes y auténticos, productos de laboratori­o y marketing. Solo amistad y monte. Nada más, ni nada menos.●

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Foto: Firma Convertida en la película italiana del año, basada en un best seller de éxito e impregnada de cierta querencia ‘new age’, ‘Las ocho montañas’ es una bella elegía sobre la naturaleza y la amistad.
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