Diario de Noticias (Spain)

Siria y el futuro de

La reciente readmisión del régimen de Bashar al-assad por parte de la Liga Árabe deja claro que el presidente sirio ha logrado retener el poder tras doce años de brutal guerra civil

- ✎ Jon Artabe

iria ha vuelto a la primera plana internacio­nal tras doce años de brutal guerra civil. Una guerra que refleja no solo las fuerzas internas que luchan por la hegemonía en el mundo árabe, sino también las ansias de las grandes potencias por lograr influencia en Oriente Medio. Un conflicto que parece entrar en una nueva fase de estabiliza­ción, pero que sin duda se convertirá en una pieza fundamenta­l en la lucha de poder en el nuevo tablero internacio­nal.

Para entender el conflicto que ha desgarrado al pueblo sirio los últimos años es necesario conocer la historia de la Siria moderna, ligada desde su origen a la familia al-assad. Corrían los años 60 cuando el partido Baaz, con su nacionalis­mo y socialismo de cuño árabe, se hacía con el poder en el país. Uno de sus líderes, Hafez alassad, miembro de la minoría alauita, una rama heterodoxa del chiismo, junto a otros líderes de las otras minorías del país lograba hacerse primero con el poder en el partido y después dominar con mano de hierro el país. Surgía la Siria moderna, donde la minoría alauita gobernaba un país de mayoría suní. Toda una anomalía en la región que marcaría el futuro de Siria.

En 2000 al-assad padre moría y era su hijo, Bashar al-assad, el que heredaría el poder. El nuevo dictador trató de modernizar económicam­ente el país y renovar las viejas élites, pero sin cambiar el régimen autoritari­o que heredó de su padre. Sus medidas no sirvieron para mejorar la vida de los sirios y la vieja guardia se sintió desplazada por la nueva élite del joven al-assad. A esto se unió el vacío de poder que sufría la Irak post Hussein, con grupos armados suníes que iban infiltránd­ose en el país y azuzacontr­ario,

Sban a la mayoría suní contra las minorías gobernante. Al mismo tiempo varias graves sequías azotaron el país y desplazaro­n a miles de personas del campo a las ciudades para vivir en condicione­s muy precarias. El polvorín estaba listo, solo faltaba una chispa para hacerlo explotar.

Y esa chispa llegó desde Túnez. El 17 de diciembre de 2010 un vendedor ambulante tunecino se inmoló en protesta por la incautació­n de sus mercancías por parte de la corrupta policía. Las protestas por aquel suceso se extendiero­n por los países árabes e iniciaron una ola de revueltas contra el autoritari­smo de los gobiernos de la región. Túnez, Egipto, Libia… Nacía así la denominada Primavera Árabe. La Siria de al-assad no escapó a las ansias de libertad y derechos de muchos árabes. Más tarde que a otros países, pero las protestas al final llegaron también a las calles sirias. Y con las manifestac­iones la brutal represión con la que respondió el régimen. Todo ello hizo que las revueltas degenerase­n en poco tiempo en una encarnizad­a guerra civil.

A pesar de que al comienzo del conflicto pocos esperaban que al-assad resistiese, el dictador sirio contaba con una baza muy importante a su favor, la enorme fragmentac­ión de la oposición a su régimen. Por una parte, el Ejercito Libre Sirio, que aglutinaba

Un reportaje de

a la mayoría de los militares suníes contrarios a al-assad. Por otra, los islamistas con varios grupos autóctonos, pero también con grupos de orientació­n yihadista, como el Frente al Nusra al comienzo del conflicto con vínculos con Al Qaeda; y el Estado Islámico, y que en cierto momento del conflicto llegó a tener bajo su poder gran parte del territorio sirio. Finalmente, los kurdos del norte, una fuerza clave en la derrota del Estado Islámico y que mantienen zonas del parte norte del país bajo su poder.

Pero el conflicto no se limitó a ser una guerra civil con actores autóctonos sin vínculos con el exterior. Al el país ha sido testigo de la lucha interna del mundo islámico por la hegemonía entre las ramas chií y suní, con Irán y Arabia Saudí como grandes abanderado­s de las dos corrientes principale­s del Islam. Desde un principio, países como Turquía, Arabia Saudí o Catar no han dudado en apoyar a los diferentes grupos que tratan de derrocar el gobierno de alassad, impulsando un gobierno suní que apoyara los intereses de estas potencias regionales en la zona. Por su parte, en el otro bando, Irán apoya militarmen­te a al-assad, porque ve en la derrota del dictador alauí un riesgo existencia­l para la superviven­cia de la República Islámica. La posibilida­d de una Siria con un gobierno suní como vecina resulta terribleme­nte amenazador para el régimen de los ayatolás. Sin olvidar la necesidad que tiene Irán del territorio sirio como ruta de abastecimi­ento de Hezbolá en su lucha contra Israel.

No solo las potencias regionales han intervenid­o según sus intereses en Siria. Las potencias internacio­nales no les han ido a la zaga y también han puesto a Siria en su punto de mira. Estados Unidos desde un principio fue reticente a una intervenci­ón directa en Siria, no fuera a repetir los fracasos cometidos en Irak y Afganistán. El objetivo norteameri­cano era derrocar a al-assad, pero sin tumbar al régimen. Las intervenci­ones militares estadounid­enses durante el conflicto sirio han sido puntuales y se han limitado, sobre todo, a bombardear posiciones del Estado Islámico y del ejército de al-assad como castigo por el uso de armas químicas. Los intereses norteameri­canos sobre el terreno han sido defendidos por los kurdos, quienes han hecho la guerra por estos.

Pero si ha habido una potencia internacio­nal que ha apostado por la intervenci­ón en Siria esa ha sido Rusia. La Siria de al-assad padre ya fue una fiel aliada de la URSS. Putin apostó en 2015 por la intervenci­ón militar directa en el conflicto, viendo una oportunida­d para lograr influencia en la zona, más si cabe tras la pérdida de interés de los EE.UU. por la región. Fue la intervenci­ón militar rusa la que acabó con el empate en el que se encontraba la guerra civil, llevando, poco a poco, la victoria hacia el lado de Bashar al-assad. Una gran victoria para Putin, que para muchos expertos ha sido clave a la hora de empujarlo a tomar la decisión de invadir Ucrania.

El conflicto sirio, por tanto, ha tenido tres niveles. En primer lugar, ha sido un intento de la población siria por acabar con un régimen autoritari­o que lleva décadas gobernándo­los con mano de hierro. En segundo lugar, ha sido un conflicto entre las minorías religiosas y los sunníes por lograr el poder en el país. Y en tercer lugar, ha sido una pugna de países vecinos y potencias internacio­nales para lograr influencia en la región y cubrir sus intereses geo-estratégic­os. La imbricació­n de los tres niveles explica la importanci­a de este conflicto a la hora de entender su huella en los equili

UN CONFLICTO EN TRES NIVELES

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Foto: Afp El presidente de Siria, Bashar al-assad (tercero por la izquierda), en la reunión del viernes de la Liga Árabe.

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