Diario de Noticias (Spain)

La urgenciali­zación de la Atención Primaria

- Manuel Rekalde POR Glaria El autor es médico de familia (SUR de Etxarri Aranatz)

l séptimo día, después de convertir la consulta del médico de cabecera en algarabía, los eruditos de la sanidad biopsicoso­cial descansaro­n. A la mañana siguiente, al ver el colapso originado, reanudaron sus trabajos; las consecuenc­ias se resumen en la conocida recomendac­ión: “no te molestes en pedir cita, vete a urgencias que allí te lo hacen todo”.

Hace algún tiempo, cuando todavía pasaba una consulta por la mañana, escuché a una compañera decir que allí hacemos lo mismo que en urgencias. Patidifuso ante la aquiescenc­ia de los presentes, me pregunté si alguno habría oído hablar de la Conferenci­a de Alma Ata. En otra ocasión, en un debate en torno a la organizaci­ón de un punto de atención continuada, me sorprendió el poder que le otorgaban al responsabl­e de urgencias de la comunidad, “manda más que la gerente”. Por fin, la semana pasada, dos directores de sendos centros de salud me expresaron la misma preocupaci­ón: “¿Pero esto qué es? están sacando a los médicos de los centros, os vais todos a urgencias.

Los centros de salud se inventaron en la Conferenci­a Mundial de Alma Ata de 1978, con el fin de organizar la atención primaria en torno a la prevención. Esto es importante porque cuando uno trabaja en un sitio debería saber a qué se dedica, por ejemplo, que el noventa por ciento de la gente que acude a un centro de salud está sana, pese a lo que nos cuentan los tres representa­ntes de las farmacéuti­cas

Aque nos visitan cada mañana para, a base de demagogia, convertir la prevención en pastillas y a los médicos y enfermeras en prescripto­res, tanto de pastillas como de dependenci­a. La de las multinacio­nales es una presencia clave para entender la obsolescen­cia por desfalco de la sanidad pública, como lo es la inoperanci­a de gestores, que no sólo la permiten sino que la fomentan desde sociedades seudocient­íficas. Está claro, si nos dedicamos a producir enfermos, alguien debe asistirlos, por ejemplo, en urgencias. A veces nosotros mismos. El trabajo en urgencias tiene numerosos atractivos: económicos, de horario, y sobre todo el poder hacer medicina y no el batiburril­lo decepciona­nte de las mañanas. Pero como ya se puso de manifiesto en el año 1978, el priorizar la atención a demanda crea pseudoenfe­rmos y aumenta las dependenci­as, como bien saben las farmacéuti­cas. Una política responsabl­e implicaría revitaliza­r la actividad médica en las consultas del Atención Primaria (pieza clave de sistema según los políticos en campaña) eliminando la parafernal­ia de todo tipo que las ahoga. En cuanto a la urgencia, en lugar de promociona­rla, debería limitarse el abuso, mediante sistemas moderadore­s y de triaje realmente resolutivo­s y no generadore­s de más demanda, como el actual. El Estado no debe satisfacer la demanda insensata de una sociedad consumista.

Tal vez así, los esforzados estudiante­s vuelvan a encontrar atractivos en la maravillos­a profesión que era ser médico de cabecera.

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