Diario de Noticias (Spain)

DENZ DESCARGA OTRA TORMENTA

GIRO EL ALEMÁN ES EL MEJOR DE LA FUGA EN OTRO DÍA CON LLUVIA Y GERAINT THOMAS REGALA EL LIDERATO A ARMIRAIL

- César Ortuzar NTM

– En un Giro triste, el rosa alegre es una utopía, aunque a Bruno Armirail, un ciclista que pone las piernas al servicio de sus líderes, se le abrió la sonrisa cuando supo que Geraint Thomas, refugiado en el pelotón, a más de 20 minutos del francés, le concedía la maglia rosa. El galés le regaló la prenda a Armirail. Le vistió de rosa. El francés alzó el puño y mostró el pulgar, feliz por el logro. Líder por accidente en un Giro de agua. Inmerso en el mar. Se respira con snorkel. El horizonte se observa a través de un periscopio. En esa visión, en la cresta de la ola, surfeó Nico Denz, que una vez abrió la compuerta de la victoria dos días atrás en Rivoli, cayó en cascada en Cassano Magnago para contar su segundo laurel en el Giro. Componente de una fuga de 29 dorsales, el alemán mostró toda su potencia en un final trepidante que le coronó tras una exhibición de fuerza bruta. Halterofil­ia en bicicleta. El alemán cicatrizó la herida con el trío que danzaba por delante, soportó la arrancada

PAMPLONA

Hoy, ETAPA 15:

SEREGNO

de Bettiol, que se había acomodado con la idea de vencer, y remató su gesta con un tremendo esprint para anestesiar el esfuerzo final de Gee, al que en la celebració­n, cuando abrió los brazos, propinó un manotazo sin querer. Denz era la tormenta perfecta. Eléctrica.

Fue una bestia desatada Denz, un trueno, salvaje su aparición en el tramo decisivo. Un Sansón que removió los cimientos del Giro. Acoso y derribo. Demoledor. Una pena para Gee, por tercera vez segundo en lo que va de carrera, resuelta en otra fuga, la séptima en catorce jornadas del Giro. Dos de ellas fueron cronos. Estar en una escapada no es un brindis al sol. En medio de la lluvia es una aproximaci­ón estadístic­a al triunfo.

A Denz, que lo saboreó de nuevo, le dio calor la victoria porque durante el trayecto, dijo, se abrigó con tres chaquetas y bebió té caliente para entrar en combustión. Tanto que ni una camisa de fuerza le hubiera frenado. La rompió. La dejó hecha jirones. Armirail, que estuvo en la fuga, pero alejado del triunfo, estrenó la prenda más bonita del Giro. El francés obtuvo una renta de más de 20 minutos respecto a Thomas. Lidera la Corsa rosa con una ventaja de 1:41 sobre el galés, 1:43 sobre Roglic y 2:03 respecto a Almeida.

Al Giro le persigue la tempestad o tal vez es el Giro el que rastrea la tormenta. La Corsa rosa es un aguacero constante. No escapa del mal tiempo, que azota inclemente a los ciclistas, convertido­s en marionetas movidas por los hilos de los dioses que tiran los dados y truena en el cielo de Italia, que llora y llora sobre los cuerpos, empapados, convertida la carrera en un prueba de superviven­cia. El Giro extermina entre el covid, que a tantos ha derribado, y la dura climatolog­ía, que se empeña en fustigar a los corredores. El día que levantó la persiana con el sol en Suiza, no tardó en invocar a la lluvia en Italia. Otra vez el frío, la humedad y la sensación de la melancolía de un déjà vu que no suelta al ciclista, desmoraliz­ado ante otro día a la intemperie.

Llovió de nuevo porque apenas ha dejado de hacerlo en la carrera, que arrastra los días cansados y el rostro desencajad­o, malhumorad­o. Las piernas, trémulas. Lívidos los cuerpos o morados, según el frío. Quien conquiste el Giro deberá sobrevivir a los elementos, a la fuerza de la naturaleza, más fuerte que las montañas más punzantes. Los colosos aún no han participad­o en la carrera. La mesa

LA LLUVIA NO CESA

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