Pablo Berger seduce a Cannes con la emocionante animación de ‘Robot Dreams’
ahondar en la investigación desde múltiples perspectivas, siempre desde un lugar muy concreto y situado. Pensar en el léxico de aquella época, en el vocabulario específico que se empleaba en el contexto de las asambleas en Bidebieta, Rentería o Pasaia en ese momento preciso ha representado una vía de exploración muy enriquecedora. También la ambientación, la dirección de arte, el vestuario, las localizaciones… A través de todos estos aspectos no buscaba dar verosimilitud a la película, sino alcanzar una visión más compleja de lo que sucedió y de lo que había en juego. No sé si se puede decir que ‘Contadores’ es un corto de ficción, documental, o en realidad no le importan los géneros.
–Depende de lo que entendamos por ficción. Yo diría que es un corto de ficción porque las situaciones representadas en la película ocurrieron años atrás y las personas que las representan están poniéndose en la piel de quienes las protagonizaron entonces. Los intérpretes adoptan un disfraz, las localizaciones están decoradas… Pero si entendemos por ficción la clase de obras “generalmente narrativas, que tratan de sucesos y personajes imaginarios” (como dice la definición de la RAE) la verdad es que la película no encaja demasiado bien en esa categoría. Aunque, a su vez, eso depende también de lo que entendemos por narrativo y por imaginario… Creo que responder bien a esta pregunta daría para largo. protagonistas de la película impotentes y decepcionados. Y creo que esa frase y sus implicaciones podrían trasladarse a infinidad de situaciones pasadas y presentes.
–El inicio de esta serie de proyectos fueron unas imágenes: las fotografías tomadas durante los cursos de la comunidad del Arco Iris que tuvo su sede en un convento de Lizaso en los 80. Lo que despertó mi deseo de hacer una película fueron esas fotos y la posibilidad de recrear lo que mostraban (o lo que imaginé cuando las vi). Así que, detrás de estos proyectos está el ejercicio de imaginar un proceso que conduzca a algo así como la recreación de esas imágenes. Ese sigue siendo el motor fundamental de mi deseo a día de hoy. Por el camino van apareciendo muchos temas: la autonomía, los procesos colectivos y la noción misma de colectividad, la pertenencia, la identidad... Son temas que me interesan pero no los iba buscando, van apareciendo en ese proceso de recreación de las imágenes. ¿Está la transmisión de memoria entre generaciones entre sus inquietudes? ¿Por qué es importante?
– La delicada animación de Robot Dreams, de Pablo Berger, una historia muda de amistad, ha encantado en el Festival de Cannes, donde se presentó ayer fuera de competición este filme que adapta la novela gráfica de la estadounidense Sara Varon.
Para Berger, cuando decidió llevar esta historia a la gran pantalla, estaba claro que tenía que ser animación, una forma de contar y una herramienta más del cine, que permite narrar cualquier tipo de historia. Y para ello se apoyó como director de animación en el belga Benoît Feroumont.
Berger resaltó cómo le emocionó la historia de amistad de un perro y un robot que se desarrolla en el Nueva York de los noventa, que no es el del libro. “Yo viví diez años en Nueva York”, recuerda Berger, quien quería hacer una carta de amor a la ciudad que él conoció, sin la globalización que ahora hace que todas las grandes ciudades sean casi iguales.
Nueva York, en la época en la que él vivió, “era la capital del mundo económico y cultural, la ciudad en la que había que estar (...), tengo recuerdos maravillosos”.
Y eso es lo que ha reflejado en una película tan preciosista desde el punto de vista formal como cualquier largometraje de acción real.
Buscaron localizaciones y espacios concretos. “Nos lo hemos tomado como una película de época. Hemos buscado la fidelidad de los interruptores, de las puertas, del suelo, de las escaleras, de los grafitis...”, explica el realizador de Blancanieves o Abracadabra.
Un escenario que se convierte en un personaje más de un película que rezuma sensibilidad y en la que la falta de diálogo está compensada por una preciosa música y unos personajes antropomórficos que permiten al espectador interpretar
CANNES
la historia de muchas formas.
“Es una historia que un niño la puede ver sobre la amistad, pero un adulto la va a ver sobre la pareja y otras personas, sobre la pérdida de un ser querido”, afirma Berger, a quien le gusta pensar que es “una película abierta en la que el espectador de una forma activa la puede hacer suya y reflexionar sobre la pérdida, la fragilidad y cómo superamos la pérdida”.
Porque el protagonista es un perro solitario que un día decide comprarse un robot para que le haga compañía. Pero un día van a la playa y, tras darse un baño, su nuevo amigo se oxida y se queda varado.
Una película despojada de artificios, protagonizada por animales, donde se confunden los géneros. “Eso es algo que yo ya había descubierto al hacer Blancanieves, porque Blancanieves, de alguna manera, más que una película narrativa, es una experiencia. Y Robot Dreams yo me lo tomo como una película hermana de Blancanieves’ explica Berger.
Tan buena fue la experiencia de aquella película que el realizador quería seguir experimentando con el cine sin palabras. “Me encanta la idea de que el cine es soñar despierto. Es una experiencia mágica, es vivir en otro mundo, olvidarte de ti mismo y ser el otro que está en el terror de la pantalla. Entonces, el hecho de que no haya palabras ayuda”.
La película ha sido producida por la productora navarra Lokiz Films y Arcadia Motion Pictures. El proyecto ha sido producido entre Navarra, Madrid y Barcelona, siendo el estudio de Pamplona el que acogió la mayor parte de los procesos de animación, color y composición. Desde primavera del 21 hasta finales del 22, el equipo reunió en Navarra a unos 40 trabajadores entre diseñadores, animadores y producción.
Pablo Berger, en el centro, ayer en el Festival de Cannes.