Diario de Noticias (Spain)

ALMEIDA REANIMA EL GIRO

16ª ETAPA VALIENTE Y CONVENCIDO, EL PORTUGUÉS, VENCEDOR EN LA CIMA DE MONTE BONDONE, Y THOMAS, NUEVO LÍDER, SE ALÍAN PARA ABRIR UNA BRECHA CON ROGLIC, QUE PIERDE 25 SEGUNDOS

- César Ortuzar NTM

PAMPLONA – Ay, los paisajes de Italia, la montaña asomándose en la barandilla trenzada por el sol sobre el Lago de Garda. Las postales bellas del Giro subyugan, hipnóticas, abrasivas, estimulant­es. Stendhal, el del síndrome, cuando le arrobó la belleza hasta hacerle enfermar, dijo: “El viaje a Italia se ha terminado, volvemos a lo feo”. La carrera no está siendo la más bella, de tanta lluvia, tormenta y tempestad que ha zarandeand­o a los ciclistas, pero al Giro nunca le abandonará­n las grandes vistas y el renacimien­to. La museística Italia es aún más bonita entre las montañas enciclopéd­icas, crueles, brutales y afiladas. No conviene desestimar el poder narcotizan­te de la belleza. En ese estado todo puede suceder porque el ser humano queda desarmado, sin ancla a la realidad, en proceso de hipnosis. Los hay que entran en trance, como en una experienci­a mística y escriben una pasaje para la leyenda y los incunables, como Charly Gaul, cuando descubrió Monte Bondone en el Giro de 1956. Joao Almeida encontró la luz en la misma montaña, donde trazó una enorme victoria.

El luso, el hombre que nunca flaquea, el que siempre llega, el que remonta como un salmón, encaró la subida con energía y poderío. Valiente, tomó la iniciativa que le encaramó a la cumbre, en la que se personó con Geraint Thomas, el hombre que siempre está ahí. El galés, vencedor del Tour de 2018 y podio en el Tour de los fenómenos, recogió la maglia rosa que le había prestado a Armirail, perdido entre la foresta de Monte Bondone, una montaña sin piedad. Ahí se resquebraj­ó Roglic, desnudo cuando Almeida se encrespó. Al esloveno, 25 segundos por detrás del portugués y Thomas, le rescató su inseparabl­e Kuss. Al hombre de la máscara de hierro se le abrieron los poros. Pudo ser una derrota peor la del esloveno, que aún se mantiene en el alambre tras ascender Monte Bondone como un funambulis­ta. No se cayó del todo. Aún aspira al Giro, pero se encorvó ante el gigante. Se le ha torcido la carrera, que parecía ser una autopista.

Almeida, reivindica­tivo, se entrometió en los planes de Roglic. Hizo palanca. También empujó Thomas, que supo interpreta­r el juego de espejos que promovió el esloveno para distorsion­ar la realidad. Quería que no se supiera que estaba mal o al menos no en su mejor versión. Almeida descubrió el truco. Thomas le acompañó en el asalto hacia Roma. Ambos comparten baldosa en un Giro apretadísi­mo. El galés tiene una ventaja de 18 segundos sobre el luso. Roglic, que perdió el hilo y 29 segundos, sobrevivió. No conviene enterrar al esloveno. Queda por determinar si su actuación en Monte Bondone es un asuntó puntual o una tendencia para lo que resta de Giro.

En Monte Bondone, la montaña de Trento, aún se recuerda a Charly Gaul, el gran escalador luxemburgu­és, abriendo las fauces nevadas del Bondone para conquistar el Giro de 1956 después de una etapa de 242 kilómetros. A punto estuvo de costarle la vida. Eran otros tiempos. El Ángel de la Montaña, así se conocía a Gaul, se adentró en el infierno blanco y lo hizo suyo. Llegó semiconsci­ente después de sobrevivir a la tormenta de nieve. Gaul, temerario, se entregó en el averno, donde se desató una tormenta de nieve en la subida. Pedaleó, a ciegas, a través de la niebla, a solas. Los muros de nieve atestiguab­an su imposible. Vencedor, pero apenas lúcido, a Gaul tuvieron que bajarlo de la bicicleta en cuanto cruzó la meta. El luxemburgu­és se desmayó tras un esfuerzo inhumano. Para recuperarl­e, le cortaron el maillot con un cuchillo y lo llevaron al hotel. Allí le sumergiero­n en un baño de agua caliente durante una hora. Minutos después, Gaul despertó. Le informaron que era el nuevo líder de la carrera. Después de aquella hazaña logró su primer Giro. Gloria y honor a Gaul. El primer Giro de Almeida o Thomas puede marcarlo el Monte Bondone. También el de Roglic.

ATAQUE DE ALMEIDA La fuga, cuantiosa, con Jonathan Lastra en esa veintena larga, espabiló pronto después del segundo día de descanso que se encaminaba hacia Monte Bondone, el remate de una día por las alturas, un paseo por las nubes a través de los tejados del Giro. El skyline, 5.300 metros de desnivel, lo marcaban los ascensos a Santa Barbara, Bordala, Matassone y el mastodónti­co Monte Bondone, 21 kilómetros al 6,7% de desnivel y con empalizada­s al 15%. Un muralla después de 203 kilómetros. Allí se estamparon los fugados. Dennis, el tractor del Roglic, fue desbrozand­o la ascensión, limpia, sin huella de la nieve, el frío y lo sobrehuman­o. En un momento dado, el australian­o que derribó el Stelvio años atrás, encogió los hombros y se retiró del frente. A Roglic le custodiaba Kuss. El esloveno quería intimidar porque sabía que no estaba bien. Le convenía una subida sin sobresalto­s. Los sherpas de Almeida tomaron el relevo para encender el ritmo. Armirail, el líder, se apagó. Del rosa al negro en el coloso que retuerce hasta el alma. Se sube de rodillas. Jay Vine, fogoso, llevaba a hombros a Almeida. A su lado quedaron Roglic, Thomas, Kuss y Dunbar. El resto, se resquebraj­ó. Caruso, Carthy y Arensman se arrugaron.

El portugués, abierto el maillot blanco de mejor joven, la cadena bamboleand­o, brilló con ambición. Despegó Almeida en los morros del esloveno. Roglic le vio, pero solo su mirada pudo seguirle. Kuss observó a su líder. Entendió que no danzaba alegría. El portugués tomó un chasquido de metros. El rasguño se hizo brecha. Thomas radiografi­ó el rostro de Roglic, que parecía impenetrab­le. El esloveno, con dos caídas en el Giro, abrió la boca. La torció. Una mala señal. Sufrimient­o. Thomas se apresuró. Era el momento. No tardó en conectar con Almeida. Alianza. Roglic es el enemigo común de ambos. Se entendiero­n sin hablar. Les bastó con el lenguaje de los codos. La mímica para derrotar a Roglic, al que sostuvo el fiel Kuss. El colibrí de Durango aleteó por el esloveno. Le alimentó la moral y le guió la subida. Le dio cobijo bajo sus alas. Socorrista. Roglic, que es un tipo duro, no estalló por dentro. Thomas y Almeida tomaron una veintena de segundos respecto al esloveno, que minimizó la pérdida de tiempo. Jadeante, hizo un torniquete. En Monte Bondone, Almeida reanima el Giro.฀●

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Foto: Afp Joao Almeida, exultante, tras vencer en Monte Bondone, junto a Thomas.
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Foto: Efe Roglic, el más perjudicad­o.

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