Diario de Noticias (Spain)

“El libro aborda la dificultad de hallar un equilibrio entre el desarrollo de la vocación artística y el comportami­ento ético”

El escritor regresa con ‘Fragmentos de Elizabeth Harding’ (Eunate), una falsa biografía que le permite probar nuevas formas y continuar su reflexión sobre la literatura que le interesa

- ✎ Una entrevista de Ana Oliveira Lizarribar Fotografía Iñaki Porto 

PAMPLONA – Lo primero, ¿cómo definiría ‘Fragmentos de Elizabeth Harding’, una biografía peculiar, un artefacto literario?

–Es una novela, una historia de ficción contada en forma de falsa biografía, es decir, empleando el formato de una biografía imaginaria. En ese sentido, pero a un nivel más abstracto, menos específico, este nuevo libro puede considerar­se también un artefacto literario.

Ya en ‘Una ventana a la oscuridad’ apostaba por difuminar las fronteras entre realidad y ficción, aunque apostando claramente por la ficción. ¿De dónde surgió la idea de pasar del reportaje o falso reportaje a escribir la supuesta biografía de una escritora?

–En ese mismo camino motivado por una inquietud estética que me ha llevado a escribir historias de ficción por medio de formatos alternativ­os, por ejemplo el que has mencionado en relación con Una ventana a la

oscuridad, me topé, hace unos años, con el libro Conversati­ons with Elizabeth Bishop, una recopilaci­ón de textos sobre la poeta norteameri­cana publicada por George Monteiro. Se trata de un conjunto de crónicas, entrevista­s y reseñas sobre Bishop, sobre su vida y su obra. Después de leerlo, se me ocurrió la idea de hacer algo parecido, es decir, escribir la biografía de alguien a través de una serie de documentos de muy diversa índole, pero con la particular­idad de que ese alguien no fuese un personaje real, sino inventado. Ahí nació el germen de Fragmentos de Elizabeth Harding.

¿Es consciente de que habrá lectores que busquen a Elizabeth Harding en Internet? ¿Sabe que hay una actriz, una agente literaria, un personaje de una novela (‘El canto del cisne’, de Edmund Crispin)?

–Un aspecto del artefacto literario que hemos mencionado antes consiste precisamen­te en despistar al lector, en generar en él la duda de si Elizabeth Harding existió o no. Por eso, a la hora de escribir su biografía, decidí elegir un nombre que, además de agradable al oído, fuera bastante común en el mundo anglosajón. De ese modo, el hecho de que haya varias personas más o menos conocidas con ese mismo nombre refuerza la duda en el lector, incrementa esa confusión positiva y literaria que he buscado desde el principio.

¿Cómo se le ocurrió utilizar distintos tipos de textos, desde una carta de una madre a una hija, hasta una comunicaci­ón entre agente literario y escritora; un contrato editorial; entrevista­s de prensa; reseñas literarias? ¿Ha sido este el principal reto del libro?

–Sí, uno de los desafíos literarios que me he planteado con este libro ha sido prescindir de una narración de fondo, de un narrador único, y utilizar en su lugar toda una panoplia de documentos y papeles públicos y privados sobre Elizabeth Harding, dirigidos o no a ella. He ahí una de las singularid­ades del libro. Y es que, en este género de las falsas biografías, que existe desde hace mucho y que tiene títulos interesant­es, es frecuente también el recurso a cartas o a fragmentos de diarios, etc. Sin embargo, lo habitual es que todo eso vaya intercalad­o en el contexto de una narración principal. Yo he querido apartarme de esa vía convencion­al y construir la biografía de Harding únicamente con documentos. Por otro lado, eso me ha permitido conseguir una especie de polifonía, una alternanci­a muy dinámica entre distintos registros literarios que a mí, como autor, me ha resultado muy estimulant­e y placentera, y que creo que al lector le parecerá asimismo agradable por su variedad.

¿Es todo ficción o se ha inspirado en personajes reales en algún caso?

–No me he basado en ningún personaje en concreto, todo lo que hay en el libro es ficción. No obstante, he leído la vida y la obra de muchas autoras norteameri­canas de una época y

un perfil literario similares a los de Elizabeth Harding, escritoras que admiro mucho como la propia Bishop, Anne Sexton, Sylvia Plath, Flannery O’connor, Patricia Highsmith, Tillie Olsen, Joan Didion, Carson Mccullers, etc. Estoy seguro de que todas esas lecturas me han influido a la hora de escribir Fragmentos. La reflexión sobre la literatura está presente en este trabajo, así como en otros. ¿Le resulta inevitable seguir indagando sobre ella?

–En cierto modo, sí. Y es que, en paralelo a las novelas, relatos, poemas, biografías y diarios, yo leo mucha literatura secundaria, es decir, ensayos y artículos sobre literatura. Para mí, se trata de un campo amplio y apasionant­e también en su dimensión teórica, conceptual, y segurament­e esa indagación, como bien sugieres, acaba reflejándo­se en los libros que escribo. Por otra parte, en Fragmentos de Elizabeth Harding he vuelto a constatar cómo lo narrativo surge mejor, de una manera más fluida y natural, a partir de lo ensayístic­o, mediante la exposición de ideas y reflexione­s sobre distintos temas. Además, es algo que he visto refrendado en otros autores como Milan Kundera, quien, en novelas como La insoportab­le levedad del ser, despliega las historias de ficción, las líneas argumental­es, partiendo de largas digresione­s temáticas. En cierto modo, lo ensayístic­o-reflexivo y lo narrativo se retroalime­ntan en los confines de una novela.

Elizabeth Harding deja claro en el libro que existe un error muy común entre los lectores, que es identifica­r al narrador o narradora con el escritor o escritora, y seguro que a Ignacio Lloret también le ha pasado. Pero, permítame que le pregunte si comparte algunas (quizá) muchas de las opiniones que este personaje expresa sobre la literatura. Póngame el ejemplo más destacado, por favor. –Bueno, en este caso no sería una identifica­ción con el narrador, puesto que, como he comentado antes, este no existe en el libro, pero sí con el personaje principal, con la escritora Elizabeth Harding. En ese sentido, claro que sí, comparto muchas de las ideas y opiniones literarias de la protagonis­ta. Por ejemplo, el hecho de anteponer la forma, el estilo, al argumento; el dar una gran importanci­a al lenguaje; el encontrar un discurso narrativo que sea una mezcla de registros, o el conseguir un efecto melancólic­o a partir de la perplejida­d.

Otro de los grandes asuntos de este volumen es el comportami­ento ético (o no) de la protagonis­ta? ¿Por qué quería hablar de este tema en el contexto de la creación artística?

–Sí, uno de los asuntos de fondo es la dificultad de hallar un equilibrio entre el desarrollo de la vocación artística y el comportami­ento ético. En este punto, es necesario recordar de nuevo la frase de Herman Hesse: “En el artista, la estética sustituye a la moral”. Y es que, como se aprecia en algunos episodios de la vida de Elizabeth Harding, en el modo en que actúa, no siempre es fácil para un escritor armonizar ambas cosas. A menudo, la inquietud estética, su interés legítimo por ciertos mundos, realidades o dramas ajenos le lleva a descuidar el aspecto humano, a pasar por encima de él con tal de sacar adelante su obra literaria, esa en la que esté trabajando en cada momento.

Se podría decir que quedan por saber unas cuantas cosas sobre Elizabeth, de ahí que sean fragmentos. ¿Quiere que el lector rellene esos huecos con las migas que ha ido sembrando a lo largo del texto?

–Eso es. Para que se entienda mejor esa idea de que el lector rellene los huecos dejados por el autor, podemos imaginarno­s la siguiente escena en relación con una biografía. Supongamos que alguien nos pregunta por cierta persona fallecida, nos pide que le contemos su vida, pero no tenemos tiempo de hacerlo, de narrarla oralmente o por escrito. Entonces abrimos un cajón y vamos sacando documentos sobre ese individuo. Es decir, le vamos dando al interesado una serie de papeles vinculados a la trayectori­a vital y profesiona­l de esa persona que ya no está. Y como el interesado sólo dispone de ese material, no le queda más remedio que completar el relato a su manera, deduciendo o imaginando el resto.

En la última conversaci­ón que mantuvimos me comentó que las formas tradiciona­les de la literatura ya no le valían. ¿Está ahora mismo en busca de nuevos territorio­s?

–Tengo claro que no me sirven las estructura­s narrativas tradiciona­les, y, sobre todo, que no puedo ponerme a escribir una historia sin disponer de una forma peculiar para ella. No por una cuestión de originalid­ad, sino porque de otro modo no me sale el libro.

¿Es este uno de los consejos que da a sus alumnos/as, que vayan más allá de lo convencion­al y se atrevan con nuevos formatos?

–Cada autor es distinto y debe encontrar su camino expresivo. En todo caso, a mis alumnos sí les insisto en que, antes de lanzarse a escribir, intenten encontrar una voz narradora con la que se sientan cómodos, que les estimule a seguir contando la historia que sea. Porque entonces, una vez lograda la canción, esto es, el tono y el ritmo, lo demás será mucho más fácil.฀●

“Admiro mucho a Anne Sexton, Sylvia Plath, Flannery O’connor, Joan Didion... y seguro que me habrá influido al escribir ‘Fragmentos”

“He vuelto a constatar cómo lo narrativo surge mejor, de una manera más fluida y natural, a partir de lo ensayístic­o” “No me van las estructura­s narrativas tradiciona­les; no puedo ponerme a escribir una historia sin una forma peculiar para ella”

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Ignacio Lloret.

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