Diario de Noticias (Spain)

LA REDENCIÓN DE ROGLIC

GIRO EL ESLOVENO, FORMIDABLE, REMONTA EN LA CRONOESCAL­ADA DE MONTE LUSSARI LA DESVENTAJA CON GERAINT THOMAS Y GANA LA GENERAL POR 14 SEGUNDOS A LA ESPERA DE LOS FASTOS DE ROMA

- César Ortuzar NTM

PAMPLONA

– Desde Monte Lussari, el balcón de los Alpes Julianos, se ve Roma. Para subirse al trono de oro rosa del Giro, antes había que bajar en teleférico desde el canto de Eslovenia, la guarida de Primoz Roglic. A un palmo de casa, el esloveno se convirtió en el rey de la Corsa rosa en un final trepidante, ajustadísi­mo, de alta tensión. Con la corona de la emoción descendió Monte Lussari el esloveno, que lloró su triunfo, redentor. Se encumbró Roglic en la cronoescal­ada que cerraba la carrera a la espera de la ceremonia de clausura de Roma, donde los fastos y el festejo aguardan al esloveno, campeón después de remontar 26 segundos a Geraint Thomas, deshidrata­do, desfondado en la pared de Monte Lussari, un muro que desnudó a todos. La última radiografí­a del Giro. Allí se estampó Thomas como le sucediera a Roglic en La Planche des Belles Filles ante Pogacar. En la salvaje cronoescal­ada a Monte Lussari, Roglic, un campeón tremendo, se iluminó con una actuación descomunal. No solo aplastó a sus rivales. Fue capaz incluso de hacerlo después de tener que bajarse de la bici porque se le salió la cadena. Daba la impresión de que eso hundiría al esloveno como si una maldición le persiguier­a. Se recompuso Roglic, un tipo duro, un competidor formidable.

Guerrero infatigabl­e, persiguió su sueño a pecho descubiert­o. La adrenalina que soltó tras la avería mecánica, le impulsó hasta Roma. Desmedido, desatado, a todo o nada, marcó un registro de 44:23. El mejor. Thomas, que siempre se mantuvo en tiempos de mantener la maglia rosa, se deshilachó , quebrado por la dureza final y la embestida de Roglic. Concedió 40 segundos respecto al esloveno, emocionadí­simo en cada abrazo que recibió tras su mejor conquista. El Giro es suyo por 14 segundos. Una renta exigua que premia a un ciclista grandioso. En su palmarés lucían tres Vueltas. Ahora se posa en su peana un Giro. Lo capturó al final. El deporte, dicen, siempre concede la revancha. Justicia poética. Si en La Planche des Belles Filles finalizó con la mirada perdida, triste, engullido por una derrota cruel, sentado en el suelo, en medio de la incomprens­ión tras asistir a la estratosfé­rica actuación de Pogacar, en Monte Lussari se vistió de rosa. Una sonrisa se posó sobre él. Al fin. Las tristeza embargó a Thomas, que no pudo sostener el frenesí de Roglic el día de la verdad. Almeida cerró el podio, a 1:15 del esloveno.

Monte Lussari, donde se necesitan crampones y piolet, resolvió la ecuación de una competició­n pálida que reservó lo emocionant­e, pasional e intenso para el juicio sumarísimo del reloj, que nunca miente. No existen

GIRO DE ITALIA

Hoy, ETAPA 21: coartadas. El hombre contra sí mismo. En ese ecosistema, donde se pesa la madera de campeón y la carrera se adentra en el sistema nervioso, territorio ignoto donde se entreveran lo físico, lo psicológic­o y lo anímico, se distinguió Roglic, el hombre que nunca se rinde. Ese espíritu, su dureza mental, granítica, le llevó a la gloria. Ante la presión extrema del último baile, sin más refugio ni bala en la recámara del futuro, en el aquí y en el ahora, se midieron Thomas, Roglic y Almeida, que después de casi tres semanas de combate, retándose en el crono o resistiénd­ose en las montañas, se medían en un punto sin retorno: 18,5 kilómetros en el paredón del Monte Lussari, 7,3 kilómetros de empaliza al 12% de desnivel medio y con rampas broncas, del 22%.

La garganta del diablo. Un infierno para alcanzar el cielo bajo un sol espléndido. Hacia ese destino, donde además de sobrevivir había que vencer a uno mismo y someter a los rivales, soportar el dolor ante un friso hermoso pero desquician­te, partió Thomas con una ventaja de 26 segundos sobre Roglic y 59 respecto a Almeida.

Thomas, derrotado.

Dolía la belleza, insoportab­le, en una ascensión agonística. Durísima. Cruel. Un paso de Semana Santa en una subida imposible, estrecha, hormigonad­a, encajonada en la montaña. Una lengua burlona con el mentón elevado y la mirada torva dispuesta a atravesar las entrañas. Una montaña metafísica. Claustrofó­bica a pesar de la vegetación y del arrope de los aficionado­s que festoneaba­n un lugar para la historia.

En el calentamie­nto, Thomas, Roglic y Almeida se aislaron con música. A esa clase de citas conviene ir bien per

Vigésima etapa

1. Primoz Roglic (Jumbo)

2. Geraint Thomas (Ineos)

3. Joao Almeida (UAE)

4. Damiano Caruso (Bahrain)

5. Thibaut Pinot (Groupama)

General

1. Primoz Roglic (Jumbo)

2. Geraint Thomas (Ineos)

3. Joao Almeida (UAE)

4. Damiano Caruso (Bahrain)

5. Thibaut Pinot (Groupama) trechado. La liturgia de los grandes ocasiones no es un asunto menor. Se pasaba de los 60 kilómetros por hora del trecho llano, nueve kilómetros, a reptar a gatas durante más de siete. Era necesaria la capacidad de adaptación. No reinan los más fuertes, sino los que mejor se adaptan. Darwin estaba presente. Roglic supo resistir más que nadie. También a la mala suerte. Eso no le derrotó. Hubo cambio de bicicleta, de la contrarrel­oj del primer tramo, donde la posición aerodinámi­ca ofrece ventaja, a la bici convencion­al, en la que mandaban las piernas y la capacidad de sostenerse en la cuerda que daba al abismo de Monte Lussari.

AVERÍA Y EMOCIÓN

44:23 a 40’’ a 42’’ a 55’’ a 59’’ 82h40:36 a 14’’ a 1:15 a 4:40 a 5:43

En el giro hacia el averno, en la primera toma de tiempos, la igualdad mecía a Thomas, Roglic y Almeida. El esloveno era el mejor, pero apenas sumada dos segundos a su causa. El líder respiraba calma. El galés, pausado, hasta cambió de casco cuando paró para mutar de bici. Emparejado­s en el llano, la terrorífic­a ascensión determinar­ía al campeón. Roglic bebió el último trago cuando restaban 7 kilómetros antes de adentrarse en el pasillo humano de eslovenos que ocupaban la subida. Thomas se tomó un gel para alimentar su misión. Almeida quedó descartado. Roglic volaba. Presionaba al líder, más atrancado. El esloveno estaba volteando el Giro, a apenas una decena de segundos del galés. Se le cruzó entonces el infortunio. Resbaló la rueda trasera del esloveno, que iba desencaden­ado. Se le salió la cadena. Tardó un puñado de segundos en arrancar. Los eslabones del Giro que estaba arrastrand­o, rotos. El mal fario de Roglic, la bendición de Thomas. Eso parecía. El guion viró en la agonía por última vez. El esloveno, frenético tras el incidente, se entregó al extremo. Alcanzó la cima. Comenzó el conteo. Cruzó los dedos. No asomaba el líder. Cuando lo hizo, Thomas, el rostro sin marco, desencajad­o, se hundió. Palideció frente al esloveno, feliz, liberado. En paz. Roglic encuentra la redención en el Giro.฀●

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Foto: Efe Primoz Roglic, exultante, tras hacerse con el maglia rosa que certifica su victoria en el Giro.
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Foto: Efe

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