Diario de Noticias (Spain)

LA CARTA Y entonces, ¿quién se beneficia de la jornada continua?

- POR Berta Ibáñez Beroiz La autora es madre de dos niños de la escuela pública. En nombre de las familias de la plataforma a favor de la jornada partida de Navarra

estas alturas, y con el posicionam­iento de la Sociedad de Pediatría delante, nadie duda de que el ritmo de la jornada partida es más respetuoso con los bioritmos de niños y niñas que el de la continua. No sólo por el horario de la comida, que también, sino porque el ritmo es más relajado, con más pausas, más acorde a los picos atencional­es, y no tan compactado como el de la continua, lo que permite asimilar los conceptos más fácilmente, algo especialme­nte importante en los niños que tienen más problemas en el aprendizaj­e, para los que la prisa de la continua es especialme­nte dañina. Tampoco nadie duda de que la jornada continua amplifica las desigualda­des sociales, al depender el uso que los niños y niñas hacen del tiempo a partir de las 14:00 de lo que sus familias disponen, que puede variar en un rango muy amplio, desde extraescol­ares de calidad hasta un excesivo uso de pantallas y cero socializac­ión.

Me cuesta, por tanto, identifica­r qué niños, y cuántos, se pueden beneficiar de algún modo de la jornada continua. Hagamos cuentas. En nuestra escuela, que está en jornada continua, más de la mitad de los niños se quedan a comer en ella, porque esa supuesta libertad para ser recogidos a ellos no les aplica en la práctica. Ningún niño de ese más del 50% que se quedan a comer se beneficia en nada de la continua; a pesar de no comer con sus padres, tienen que compactar su jornada (perjuicio) y comer tarde (perjuicio) para luego, simplement­e, esperar. Del otro (redondeemo­s a) 50%, todos los que se van a casa, como mucho la mitad (asumamos que el 25% del total) tendrán una familia con posibilida­d de dedicarles de verdad tiempo de calidad de 14 a 16:30, y el otro 25% no lo tendrá, recurriend­o sus padres a las

Apantallas, a los dibujos animados y a las prisas mientras hacen todo lo que tienen que hacer a la vez (perjuicio). Para este último 25%, por tanto, sería mucho mejor la partida, de ahí que los expertos digan que la escuela es el único sitio seguro para muchos. Del aproximada­mente 25% que sí tiene la suerte de poder recibir tiempo de calidad a esas horas, estimamos que aproximada­mente a la mitad, los que son rápidos en el proceso de aprendizaj­e (esto es, en torno al 12,5% del total) ese tiempo de calidad puede compensarl­es el perjuicio de la compactaci­ón horaria, porque esta compactaci­ón no les afecta tanto, mientras que al otro 12,5%, los que tienen más problemas de aprendizaj­e, ese tiempo de calidad no les compensa ese perjuicio, porque la compactaci­ón horaria les afecta muy negativame­nte.

Así pues, como máximo, estimamos que un 13% de los niños, los que son rápidos mentalment­e y además sus familias pueden dedicarles toda la atención de 14 a 16:30, podrían beneficiar­se algo de la continua. Y con esto, a mí me surgen las siguientes preguntas: ¿por ese posible beneficio de a lo sumo el 13% de los niños vamos a tener que perjudicar al 87% restante? ¿Cómo es posible que muchos de los padres y madres de ese 87% de niños no sepan que esa compresión horaria les perjudica? Hace dos meses pedimos a Educación que hiciese llegar la monografía del Consejo Escolar de Navarra sobre la materia a todas las familias que tienen que votar, pero no lo han hecho. ¿Cómo puede ser que los partidario­s de la jornada continua hablen de forma idílica de ese tiempo con sus hijos, cuando saben que sólo representa­n como mucho a un 13% de familias, y oculten cómo afecta la compactaci­ón horaria al 87% restante? ●

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