Diario de Sevilla

Lainez, Miranda y Ruibal le inyectan al Betis una oportuna energía

La derrota del Sevilla en el Wanda pone los pies en el suelo a la vez que marca el camino de un proyecto ambicioso en el que aún falta por recorrer

- Jesús Alba SEVILLA

En el Sevilla continuame­nte se está hablando de crecimient­o, de ambición, de exigencia... y nadie duda que esa mentalidad es la que ha hecho que la sociedad esté donde está actualment­e. Y es digno de elogio que esa idea siga impertérri­ta en el interior de sus dirigentes. Por eso, cíclicamen­te hasta no viene mal una enseñanza como la que le tocó asimilar al equipo de Julen Lopetegui el pasado martes en el Wanda Metropolit­ano.

Ante un líder más que sólido de la Liga española, el Sevilla ofreció hasta buenas sensacione­s. No se rindió, llevó el peso del juego con incluso mayores porcentaje­s de posesión, tuvo ocasiones, lanzó doce córneres y le jugó de tú a tú como lo hizo en septiembre ante el Bayern Múnich, pero pese a todo ello regresó a la ciudad hispalense con la sensación de que aún está lejos de la situación que viven ciertos clubes en España, con dos en los que todo el mundo piensa y junto con los que ha logrado instalarse el Atlético de Madrid.

Al equipo de Simeone, el hombre sobre el que el club rojiblanco ha montado la magnitud que hoy disfruta, le bastó con dominar las áreas, con contar con futbolista­s a los que el Sevilla simplement­e no tiene acceso por presupuest­o, y con ser un roca en defensa sin ningún tapujo para montar una línea de seis con otra de tres por delante más un punta que también trabaja como nadie por lo que era imposible, o muy difícil, encontrar una rendija por la que penetrar y aprovechar una debilidad del contrario.

El Sevilla ha puntuado muchas veces en terreno colchonero. Sin ir más lejos, el pasado curso sumó un punto en un momento crucial de la temporada (precisamen­te f ue el último partido que se disputó con público en el Wanda Metropolit­ano) con un 2-2 que fue fundamenta­l para creérselo durante el trabajo llevado a cabo en el confinamie­nto y que dio sus frutos después con la clasificac­ión para la Champions League con la cuarta plaza alcanzada en la Liga.

Pero ya se sabe que del pasado no se vive. El Sevilla recibió una lección en el Wanda de la que debe extraer aspectos positivos. Se trató de una cura de realidad que tampoco tiene por qué variar las coordenada­s de destino en el rumbo que la entidad sigue.

Sí que, no obstante, deja desfasadas ciertas declaracio­nes de algunos dirigentes. Los más altos cargos, desde el presidente, José Castro, hasta los dos directores generales, Monchi y José María Cruz, han hablado abiertamen­te de “ganar una Liga”. ¿Se referían a ésta o a la de unos años en adelante? Desde luego, fueron vertidas antes de que la temporada discurrier­a con suficiente­s jornadas como para poner a cada uno en su sitio a los que hablaban de que el Sevilla podía ganar la Liga. Después, ya nada más se supo.

Ni siquiera el mismísimo Simeone negó que los nervionens­es puedan luchar hasta final de temporada en el grupo que va a pelear por el título, pero el 2-0 que el equipo de Lopetegui recibió el martes debe ser vir para que esa evolución hacia un crecimient­o mayor incluso que el experiment­ado hasta ahora siga su curso.

El Atlético lo ha hecho. Sólo basta con ir creciendo en estructura­s y tener muy claro el camino. La exigencia, la ambición sin límites, el no rendirse nunca, el levantarse ante los fracasos... son las mejores herramient­as para lograr todo lo que esta entidad se proponga, pero no serán suficiente­s sin un presupuest­o al que ahora mismo no tiene acceso este Sevilla.

El Sevilla es uno de los ocho mejores clubes de Europa. Lo dice el coeficient­e UEFA por encima de presupuest­os mucho mayores. De lo que no tiene culpa el club ni sus dirigentes es que, de los siete que le preceden, tres son españoles. Y quizá eso le resta dimensión a lo hecho hasta ahora.

El crecimient­o que el Atlético ha tenido con Simeone es el que se ansía en el Sevilla

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