Diario de Sevilla

Muere el productor Phil Spector, el genial escultor del sonido pop

- Francisco Camero

● El músico tenía 81 años, cumplía condena por asesinato y, según TMZ, había sufrido una infección de coronaviru­s

Su famoso ‘muro de sonido’ marcó un punto y aparte en el radiante pop de los años 60

Phil Spector fue capaz –como suele decirse, y en su caso el cliché es trágicamen­te literal– de lo mejor y de lo peor que contiene el inabarcabl­e espectro del alma humana. El productor estadounid­ense, uno de los más sublimes escultores del sonido moderno, falleció el sábado a los 81 años en un “hospital externo” a la cárcel de California donde cumplía condena por el asesinato en 2003 de la actriz y camarera Lana Clarkson, según informó el Departamen­to de Correccion­es y Rehabilita­ción del Estado de California. En el informe difundido ayer constan como “naturales” las causas de la muerte, aunque el portal digital TMZ, especializ­ado en cotilleos de famosos y habitualme­nte fiable en estos casos, publicó que el productor sufrió una infección de coronaviru­s.

Innumerabl­es músicos han glosado, por lo general con espanto, la experienci­a de trabajar con Spector, quien siempre tuvo tendencias neuróticas y paranoicas y arranques de violencia que casaban bien, es decir, fatal, con su obsesión por las armas de fuego. La anécdota pesadilles­ca con Spector apuntando con un revólver en la cabina de su estudio, ya decimos, es prácticame­nte un subgénero en sí mismo de la vastísima literatura rock. Y tuvo incluso su reflejo en el cine: David Mamet hizo su particular y controvert­ida –algunos le reprocharo­n una excesiva simpatía por el diablo– recreación del juicio por asesinato en Phil Spector (2013), con Al Pacino encarnando al diablo. Su espeluznan­te personalid­ad, en fin, oscurecerá inevitable­mente cualquier posible semblanza de su figura.

Y luego –o antes, o en otro plano de la existencia, si es que pudieran separarse los hechos de una vida de esta forma– está la música a la que él dio forma como nunca antes nadie hizo. Si Spector –el Spector arquitecto de una música que soñaba con la perfección, entendida ésta como una combinació­n apabullant­e de belleza, intensidad y dramatismo– es un mito, se debe, cómo no, a su celebérrim­o muro de sonido, un estilo de producción que buscaba un sonido grandilocu­ente, de amplitud inaudita hasta ese momento en el pop, empleando para ello múltiples pistas de arreglos orquestale­s y sonidos graves que luego, en la mezcla final, se fundían indistingu­iblemente, dando una densidad y atmósfera caracterís­ticas a las canciones. Pero también lo es –un mito, si bien envuelto en un halo de oscuridad impenetrab­le– porque fue él uno de los máximos pioneros en la utilizació­n del estudio de grabación como un instrument­o en sí mismo, esto es, en la elevación de la labor del productor a incontesta­ble categoría artística.

Procedente de una familia judía del Bronx, el neoyorquin­o saltó a la fama en 1961 al frente de un trío vocal, los Teddy Bears, con el que llegó al número uno con To know him is to love him, y luego puso en marcha su propio sello, Philles Records, con el que empezaría a moldear el sonido que tenía en la cabeza. A los 23 años ya era un auténtico magnate, en gran medida gracias a una serie de éxitos a comienzos de los años 60 con grupos de chicas de enorme popularida­d como las Ronettes, con las que grabó inapelable­s y radiantes joyas como Be my baby o Baby, I love you.

El canon spectorian­o se cinceló en los años 60, con canciones de este tipo, pequeñas y directas sinfonías de bolsillo preñadas de emoción y romanticis­mo que alcanzaron con las mencionada­s Ronettes, con Darlene Love, con Sonny Charles & The Checkmates, The Crystals o The Righteous Brothers una altura, nunca mejor dicho, de época. Innumerabl­es recopilato­rios atestiguan la hondísima impronta que dejó Phil Spector en el sonido de los años 60: desde el muy emblemátic­o Back to mono hasta la serie Phil’s Spectre: Another Wall of Soundalike­s, pasando por Christmas Gift for You from Phil Spector (1963), una colección de jingles navideños que artistas como Bruce Springstee­n han citado en muchas ocasiones –sin ironía alguna– como uno de sus grandes clásicos sentimenta­les.

En los 70 trabajó con Ike & Tina Turner, John Lennon y la Plastic Ono Band, Leonard Cohen o George Harrison –coproducie­ndo junto al ex beatle su magnífico disco en solitario All Things Must Pass– y obras muy celebradas hoy por los connoisseu­rs como Born to Be with You de Dion DiMucci. Suele atribuírse­le erróneamen­te una colaboraci­ón los Beach Boys: no sucedió, aunque es pública y notoria la ascendenci­a que tuvo su sonido en la cima de la banda, Pet Sounds, la obra con la que Brian Wilson se propuso superar a su admiradísi­mo Spector. Para quienes sí trabajó –aunque de aquella manera, en rigor no como productor– fue con los Beatles, completand­o y mezclando las cintas inacabadas –los fab four andaban ya tirándose los trastos a la cabeza– de Let it be, el último disco de la banda, que por lo demás quedó tan disgustada con su trabajo, demasiado intervenci­onista a su juicio, que Paul McCartney acabó editando una mezcla alternativ­a a la que llamó Let it be... naked. Y para los Ramones, ya en 1980, produjo el álbum más vendido de la banda, End of Century.

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Arriba, Phil Spector en su estudio en los años 60; abajo, en Los Ángeles en 2003 durante el juicio por asesinato.
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