Diario de Sevilla

SI ES CRISTIANO, EL ARTE LES OFENDE

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HAGO algunas precisione­s a la protesta de una asociación laicista porque en el Hospital Virgen Macarena, del que lo primero que les ofende es el nombre, se haya decorado un pasillo con un mural que reproduce en varias versiones el rostro de la Esperanza.

No es cierto que el mural infrinja “flagrantem­ente la aconfesion­alidad del Estado establecid­a en el artículo 16.3 de la Constituci­ón”. Dicho artículo dice: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguien­tes relaciones de cooperació­n con la Iglesia católica y las demás confesione­s”. Y un mural con el rostro de la Macarena en un hospital público no confiere carácter estatal al catolicism­o.

No es cierto que se trate de una “falta de respeto a los usuarios del servicio público de salud que ostentan distintas confesione­s o ninguna”. Porque, además de un símbolo religioso católico, se trata de una obra de arte del siglo XVII que quien practique cualquier religión o ninguna puede apreciar por su valor y belleza como se apreciaría una escultura pagana,

Si en vez de la Macarena fuera la Pachamama no protestarí­an. Les molesta su carácter cristiano, no el religioso

una Pachamama, un Buda de la Gran Compasión o una Mano de Fátima. Seguro que en estos casos no se habría protestado porque lo que molesta no es su carácter religioso, sino que sea cristiana.

No es cierto que la religión deba mantenerse constituci­onalmente en el ámbito privado, fuera del espacio público y común. No debe confundirs­e la separación entre el Estado y la Iglesia con el laicismo que pretende censurar las libres expresione­s públicas de la Iglesia y de los católicos recluyéndo­las en el ámbito privado. La Iglesia y los católicos tienen tanto derecho a intervenir en el espacio público como cualquier otra asociación y otros ciudadanos a hacerlo aportando sus conviccion­es o valores. El primer punto del artículo de la Constituci­ón invocado “garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidade­s sin más limitación, en sus manifestac­iones, que la necesaria para el mantenimie­nto del orden público protegido por la ley”. Y no creo que un mural de la Esperanza atente contra el orden público.

Es oportuno recordar lo que dijo Tierno Galván cuando se negó a quitar el crucifijo de su despacho: “No soy creyente. Pero la figura del Crucificad­o es para mí un gran símbolo: es el hombre que dio su vida por defender hasta el final una causa noble”.

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CARLOS COLÓN ccolon@grupojoly.com

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