Diario de Sevilla

NARANJAS

- CARMEN CAMACHO

QUIZÁ ustedes también usen en sus paseos Kleos, que es una app que, según en qué parte de Sevilla te encuentres, hace sonar músicas asociadas a los tipos de plantas que se encuentran cerca. Esta pasada de aplicación (gloria a Rubén Alonso-Antropoloo­ps y a Nomad Garden por esta virguería que cristalizó en el proyecto Jardín Cosmopolit­a, en colaboraci­ón con el ICAS) me ha hecho descubrir la vegetación que hay en mi barrio, y han sido los sonidos asociados a cada especie –esto es una mimosa, y esto un acanto, allá está el ficus– los que me han llevado, hechizada, a meterme literalmen­te en jardines. No hay fallo: cada vez que conecto Kleos en cualquier lugar de Sevilla, lo primero que escucho es a los gamelanes de Bali dándole fuerte y flojo a sus cuencos y gongs. Es la música que suena cuando paso de cerca de un naranjo amargo, y es el naranjo amargo lo que más encuentro aquí. Dice la ficha de la app que en Sevilla hay 49.509 especímene­s. Pocas cosas hay más sevillanas que los naranjos de la China. Tanto es así que, en Inglaterra, las naranjas amargas son conocidas como Seville orange desde que un médico francés se las recomendar­a a María Tudor para remediar su falta de apetito, y de ahí que se las prepararan en compota que llamaron Mary-malade, que derivó en marmalade, es decir, en mermelada. Qué cosas. “La mar no tiene naranjas” –dice el poeta, por contraste con Sevilla, que “no tiene amores” (o, si los hubo, le supieron agraces). Poco tiene de amarga la planta en sí, pues nos endulza con su belleza los paseos y los días, nos emborracha de azahar, da alegría. Algo hay de cierto en la leyenda china de asegura que el naranjo atrae la felicidad a quien lo posee.

La única amargura de nuestros naranjos la vivimos en estas fechas, en las que la recogida nos parece tardía, por mucho que este año la hayan adelantado. Están las ramas vencidas del peso de los frutos, y no se puede pasar bajo los árboles sin riesgo de llevarse un naranjazo. En la calzada se amontonan las naranjas caídas, reventadas por los coches. En el paso de cebra, un anciano da un aparatoso resbalón al pisar una. La pareja sin hogar que duerme en un banco de la plaza ha tenido que mudarse porque diluvian naranjas. Hay tantas este año por la esplendoro­sa floración que vivieron los especímene­s la primavera pasada, mientras el homo hispalensi­s se quedaba en casa. Leo que cada árbol ha dado este año de media 110 kilos de fruta, que esta vez no sólo irá al vertedero, sino a un proyecto piloto de Emasesa para hacer biogás o compost. Lo celebro. Pero cualquiera que se dé un paseo constata que el adelanto de la recogida va tarde, válgame el oxímoron. No es necesario invertir más, sino únicamente planificar con más precisión la recogida para no caminar sobre naranjas peligrosam­ente escurridiz­as.

El adelanto de la recogida de naranjas de las calles de Sevilla llega tarde, válgame el oxímoron

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