Diario de Sevilla

Los ojos romanos de Bueno Monreal

- FRANCISCO CORREAL

HE paseado muchas veces por la avenida que lleva su nombre, Avenida Juan del Río, junto al puerto y el mercado de su Ayamonte local. Cura de esta localidad fronteriza, forma parte de una Iglesia, la que nace con el Concilio Vaticano II, que no cree en las fronteras sino en su vocación ecuménica y universal. Juan del Río ofició el 30 de enero de 2014 en la iglesia de la Ciudad de los Periodista­s de Madrid el funeral por el eterno descanso de su amigo Manuel de Unciti y Ayerdi (1931-2014), cura donostiarr­a que dirigió la Residencia Azorín en la que surgieron tantas vocaciones periodísti­cas. Juan del Río departió más de una sobremesa con los futuros periodista­s.

La diócesis de Sevilla está a la espera de un nuevo pastor que coja el testigo de Juan José Asenjo. Desde que en 1906 falleció el cardenal Marcelo Spínola, nacido en San Fernando, no ha vuelto a regirla un obispo andaluz. Juan del Río hubiera sido un buen relevo para Bueno Monreal, pero éste tenía reservados otros menesteres para aquel seminarist­a al que ordenó diácono y presbítero. Lo cuenta Juan del Río en el prólogo de la biografía de Bueno Monreal escrita por el historiado­r Julio Jiménez Blasco y editada por la Editorial Universida­d de Sevilla y la Biblioteca de Autores Cristianos. Del Río formó parte del tribunal que juzgó la tesis doctoral origen de dicha biografía.

Bueno Monreal lo destinó al Seminario Menor y a la parroquia de Pilas donde la diócesis erigió el Seminario Metropolit­ano. Más tarde, el cardenal lo envió a Roma a cursar estudios de doctorado en Teología. En el funeral de Unciti, Juan del Río reivindicó a aquella primera generación de sacerdotes periodista­s que cubrieron y divulgaron las líneas maestras del Concilio Vaticano II: José María Javierre, José Luis Martín Descalzo (ganador del premio Nadal), Antonio Montero… El propio Juan del Río siempre tuvo alma de reportero. En el álbum fotográfic­o que acompaña a la biografía de Bueno Monreal, aparecen unas cuantas realizadas por el arzobispo castrense: algunas tan periodísti­cas como la visita de Juan Pablo II a la habitación de la clínica Pío XI de Roma el 9 de febrero de 1982 donde el cardenal de Sevilla permanecía convalecie­nte o el saludo del pontífice polaco a Bueno Monreal en noviembre de ese año cuando ofició una misa multitudin­aria en el campo de la Feria de Sevilla, en la calle del Infierno, reciente el triunfo socialista en las elecciones de octubre de 1982 y todavía en funciones el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo.

Juan del Río fue quien recibió a Bueno Monreal en el aeropuerto romano de Fiumicino el 28 de enero de 1982 en la visita ad limina. Por ser el sacerdote español que más tiempo llevaba en Roma y el que mejor dominaba el italiano, el cardenal que lo había nombrado diácono quiso que también fuera su guía y secretario en esos días romanos. Fue también su fotógrafo y hasta su enfermero. Los dos aparecen fotografia­dos con Juan Pablo II.

En su localidad natal desemboca el río Guadiana cuyos Ojos salen en el Quijote. Las diócesis de Sevilla y Córdoba, en las que ha sido pastor Asenjo, están atravesada­s por el río Guadalquiv­ir. En 2001, Juan del Río presentó en el curso de otoño de la Universida­d de Cádiz, en Jerez, una ponencia titulada El papel de la Iglesia en la Autonomía Andaluza. En sus destinos en Roma o en Madrid, no dejó de ser un obispo del Sur que nunca perdió el norte. Sevilla siempre fue su casa, la Nova Roma de su espíritu abierto y posconcili­ar.

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M. G. Confesando a un costalero.

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